Tras una década de su fallecimiento se mantiene el legado de una de las figuras más representativas del folclor de esta región y quien históricamente vivirá a través del tiempo representado en cada una de las letras que compuso.
Hoy se cumplen 10 años desde aquel miércoles 13 de mayo en el que uno de los más grandes símbolos de la música vallenata, Rafael Escalona Martínez, partió de este mundo. Sin embargo, entre todos quedaron sus composiciones que han marcado tanto el pasado como el presente de los enamorados de este género, que han reconocido siempre en Escalona a uno de los autores de más trascendencia.
“Para mi Rafael Escalona Martínez es un revolucionario de la literatura vallenata porque le cambió el rostro a la canción vallenata, ante ese hecho lo bauticé el Cervantes del vallenato”, reconoce Félix Carrillo, también compositor vallenato y quien mantuvo una relación cercana con quien fuera además su padrino del que recuerda la oportunidad de compartir por alrededor de 30 años.
Aunque asegura que en algunos de sus temas hizo uso de muchas melodías de otros autores a los cuales les puso texto, un fenómeno que no fue de Escalona solamente, sino que también lo vivió Alejo Duran, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa y muchos otros.
Según Carrillo, la literatura de Escalona sirvió para dar pasos agigantados de cómo se mostraba el vallenato no solo para la provincia sino también a nivel nacional, algo que contribuyó precisamente a que se creara ese gran legado de dar a conocer en gran dimensión a la música vallenata.
“En el plano narrativo y descriptivo es insuperable. En la manera en cómo vendió la música vallenata era insuperable y como persona era insuperable”, sentencia Carrillo, quien además describe que el maestro Escalona era un hombre de rabietas y de ternura, al que tuvo la fortuna de ver llorar, de verlo sentirse por un amor que se fue, incluso lo vio hablando solo, contándose él mismo las historias de amigos que se acababan de ir. De la misma forma destaca que era un hombre al que le gustaban las luces, ser el centro de atención, también generoso y con el cual se podía encontrar lo más disímil.
Entre los diferentes episodios que recuerda al lado del maestro está la vez en que Escalona se separó de Dina Luz en la década del 90 y lo llamó borracho con una voz adolorida para que Carrillo fuera al apartamento de él en la carrera tercera con calle 19 en Bogotá. “Cuando llegué se puso a llorar como un niño, pensé que era una tragedia de su familia y le pregunté y me dijo: “La Dina Luz se fue”, entonces yo empecé a decirle que un amor se reemplazaba con otro amor como me lo había enseñado él, levantó la cabeza y tenía una pistola en las piernas. Yo se la quité, traje una botella de whisky sin abrir y le brindé un trago, me dijo: “aja mijito, en vez de brindarle yo un trago y le dije que sí, que a veces era buen brindarle un trago al padrino”, relata Carrillo.
“La relación de nosotros fue muy bonita”, remata el compositor, quien cree que para proteger el legado de Escalona Martínez el Plan Especial de Salvaguarda debe abordar el pasado de la música vallenata con más vigor que el presente, porque hay una nueva generación haciendo su labor pero hay una parte primitiva que hay que investigar. Para esto propone que así como con Escalona se haga una selección de autores, compositores e intérpretes a fin de que se pueda llevar toda esa historia a los colegios haciendo uso de una pedagogía que no resulte desgastante “ni cansona” para las nuevas generaciones.
Por último, declara sobre Rafael Escalona Martínez: “Es un animal mitológico que aguanta cualquier bien o mal querencia que haya sobre él, es mi visión final sobre Escalona”, de quien resalta: “Tiene una obra exquisita, escuchas a Jaime Molina y creo que el cierre está bien logrado, es la máxima obra”.
Y así como Carrillo, Rodolfo Quintero, presidente de la Fundación Filarmónica del Cesar, también señala de Rafael Escalona su importancia y relevancia en el ámbito local y nacional. De él expresa que fue el hombre más importante en el siglo 20 en la región del Cesar y La Guajira ya que, a su modo de ver, nadie aportó tanto a nuestra región como Escalona y lo interesante de esto se encuentra precisamente en que no solo lo hizo como compositor, artista y promotor del folclor sino que además era un político, un hombre de una gran capacidad para las relaciones públicas, facultades que puso más allá del servicio de su propia imagen y obra al servicio de esta región.
Muestra de esto es que influyó en eventos muy importantes como la creación del departamento del Cesar, la creación del Festival Vallenato, “todo lo que hizo en relaciones públicas con la clase política y los presidentes de Colombia en donde siempre lo hizo en su calidad de compositor vallenato”, manifiesta Quintero.
En este sentido rememora que fue Escalona el primero que llevó la música al palacio de San Carlos como se llamaba en esa época la casa de los presidentes estando en el cargo Guillermo Valencia, además que sostuvo una amistad con Alfonso López Michelsen así como con Belisario Betancourt y muchos otros presidentes buscando colaborar con la región.
“Escalona fue tan buen compositor como conversador, yo diría que de pronto fue hasta mejor conversador que compositor y ya eso es decir bastante porque Escalona fue el que le dio presencia nacional a la música vallenata”, describe Quintero. Para este docente, algo que engrandece al compositor es que parte de lo que logró lo hizo primero por ser “un buen poeta, un poeta inspirado, un poeta castizo, un compositor que en una región donde los compositores eran campesinos, muchos de ellos analfabetas, él se dedica a componer antecedido por Tobías Enrique Pumarejo, pero también se nutre de mucha música compuesta por grandes acordeoneros y esa música se apropia de ella y le agrega letras bellísimas”.
Así como el compositor Carrillo, Rodolfo Quintero invita a que con el homenaje del recuerdo a Escalona también se recuerde a aquellos músicos que aportaron su talento para engrandecer sus canciones. Al tiempo reitera que lo importante es identificar qué representó Escalona en la música vallenata en el siglo XX y de esa manera enaltece el hecho de que el maestro hiciera una ruptura con lo que venía componiéndose, con las canciones que se hacían entonces y con el estilo de las mismas.
Para esto, analiza Quintero, Escalona lo que hizo fue reflejar su nivel cultural en las canciones, motivo por el cual sus letras tenían versos mejor construidos e interpretó ese mundo de transición entre lo rural y lo urbano, entre lo provinciano y lo nacional, entre lo nacional y lo internacional, lo cual tuvo una honda repercusión a tal punto de que sus canciones trascendieron el mundo provincial y se han vuelto universales en la mayoría de los casos.
“Estamos esperando que surja el Rafael Escalona del siglo XXI en la música vallenata, es decir, un compositor que teniendo un gran talento poético y literario sea capaz de interpretar ya no el mundo rural o semirrural que interpretó Escalona, sino el mundo urbano que es muy diferente al que le tocó vivir al maestro”, manifiesta Quintero.
Para finalizar sostiene que este mundo urbano y moderno necesita un lenguaje para expresarse que contenga riqueza literaria, versos modernos, figuras y metáforas diferentes a las que utilizó Rafael Escalona, pero intentando que vuelva a ocurrir lo que sucedió en el siglo XX a raíz del protagonismo de Escalona en la música vallenata.
“Hay que buscar que ahora surja de nuevo el compositor del siglo XXI que necesita la música vallenata más allá de la cursilería romántica que se tiene hoy en día y más de esas composiciones sin narrativa, sin literatura”, agrega.
Por su parte, para Efraín ‘El Mono’ Quintero, pintor, arquitecto y compositor, la figura del creador de versos como los de ‘La casa en el aire’, ‘La vieja Sara’, ‘El testamento’, entre muchas otras, hace falta a los compositores, al folclor, a la cultura vallenata, por su capacidad, por su enjundia y por la forma como encaró la música vallenata.
“Indiscutiblemente el maestro Escalona fue el gran creador del realismo mágico mucho antes que Gabo porque en sus reuniones en La Cueva en Barranquilla les permitió a ellos conocer a un personaje que los trajo al corazón de Macondo como fue Valledupar. Aquí Gabo conoció lo que hizo en 350 páginas en ‘Cien años de soledad’ y que él mismo reconoció que era un vallenato”, dice ‘El Mono’. Él guarda un profundo recuerdo sobre todo porque tuvo la oportunidad de convivir con el maestro durante los últimos años, llevándolo a muchas partes aquí en la provincia como La Paz, San Diego, Urumita, Manaure, San Juan del Cesar y Patillal donde, como indica ‘El Mono’, prácticamente se despidió de sus amigos.
Sobre anécdotas al lado de Escalona, trae a colación una en la que estaba pintando un cuadro de unas rosas y tenía unos girasoles y el maestro llegó. “Me quitó el cuadro de rosas y me puso los girasoles y empezó él a pintar como si fuera Jaime Molina pero le dio un poco de rabia porque veía que el color amarillo de los girasoles no le salía y entre whiskys y pintura resolvió ponerse guapo y se fue. Al otro día regresó y cuando tocaron la puerta encontré un girasol, al cabo rato apareció, ya yo había puesto el girasol en un jarrón, entonces se presentó él y me dijo que lo hiciera como Molina porque como me dijo ‘tú eres el sucesor de él y tú vas a pintar el girasol’ y así fue, y pintamos el girasol que él le puso la ventana. Es una anécdota bellísima y así nació esa canción”, narra ‘El Mono’.
Para este artista la mejor manera de conservar el legado del hijo más ilustre de Patillal es dando a conocer su obra, en la que, como argumenta, Escalona logró condensar lo narrativo, lo costumbrista, cantando una cantidad de momentos históricos, políticos, sociales, económicos de la región que le dieron esa importancia, a través del estudio y la investigación de la misma, de tal manera que queda impregnada en las personas y sean el camino para llegar a las nuevas generaciones que están necesitando dicha información “porque si hay alguien que no sabe nada de nada son las nuevas generaciones”.
Del entorno que él mismo ayudó a crear, como lo es la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata, miembros como Eduardo ‘El Mono’ Montero, amigo y compañero en esa entidad de uno de sus hijos, Pachín Escalona, también se encuentran semblanzas del maestro. “Lo recuerdo por su grandeza como creador del Festival de la Leyenda Vallenata junto a López y Consuelo, gran compositor, crecí cantando sus canciones y embajador de nosotros los Vallenatos por todo el mundo”, declara.
A su vez retiene en sus memorias la ocasión en que estuvo en una parranda privada en el apartamento de Escalona, en la capital del país, donde este último le entregó al cantante Iván Villazón sus últimas composiciones que, como expresa Montero, a la postre fueron grabadas una a una por Iván, ‘La mariposa del río Badillo’, ‘La Paloma San Basilio’ y ‘La nube rosada’. Igualmente convida a que las personas sigan escuchando sus canciones y que sea incluido en la historiografía de la música vallenata, la mencionada cátedra vallenata de los colegios.
Así como estas muchas serán las historias que hoy con más fuerzas afloren entre aquellos que tuvieron la oportunidad de compartir un momento en la vida del inolvidable maestro, mientras que aquellos que no lo conocieron intentan dilucidar su magia y el impacto que tuvo en un género que es hoy reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en Necesidad de Salvaguarda Urgente declarado por la Unesco, hecho en el que sin duda los versos de Escalona tuvieron una influyente resonancia.
Por: Daniela Rincones Julio/ELPILÓN
Tras una década de su fallecimiento se mantiene el legado de una de las figuras más representativas del folclor de esta región y quien históricamente vivirá a través del tiempo representado en cada una de las letras que compuso.
Hoy se cumplen 10 años desde aquel miércoles 13 de mayo en el que uno de los más grandes símbolos de la música vallenata, Rafael Escalona Martínez, partió de este mundo. Sin embargo, entre todos quedaron sus composiciones que han marcado tanto el pasado como el presente de los enamorados de este género, que han reconocido siempre en Escalona a uno de los autores de más trascendencia.
“Para mi Rafael Escalona Martínez es un revolucionario de la literatura vallenata porque le cambió el rostro a la canción vallenata, ante ese hecho lo bauticé el Cervantes del vallenato”, reconoce Félix Carrillo, también compositor vallenato y quien mantuvo una relación cercana con quien fuera además su padrino del que recuerda la oportunidad de compartir por alrededor de 30 años.
Aunque asegura que en algunos de sus temas hizo uso de muchas melodías de otros autores a los cuales les puso texto, un fenómeno que no fue de Escalona solamente, sino que también lo vivió Alejo Duran, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa y muchos otros.
Según Carrillo, la literatura de Escalona sirvió para dar pasos agigantados de cómo se mostraba el vallenato no solo para la provincia sino también a nivel nacional, algo que contribuyó precisamente a que se creara ese gran legado de dar a conocer en gran dimensión a la música vallenata.
“En el plano narrativo y descriptivo es insuperable. En la manera en cómo vendió la música vallenata era insuperable y como persona era insuperable”, sentencia Carrillo, quien además describe que el maestro Escalona era un hombre de rabietas y de ternura, al que tuvo la fortuna de ver llorar, de verlo sentirse por un amor que se fue, incluso lo vio hablando solo, contándose él mismo las historias de amigos que se acababan de ir. De la misma forma destaca que era un hombre al que le gustaban las luces, ser el centro de atención, también generoso y con el cual se podía encontrar lo más disímil.
Entre los diferentes episodios que recuerda al lado del maestro está la vez en que Escalona se separó de Dina Luz en la década del 90 y lo llamó borracho con una voz adolorida para que Carrillo fuera al apartamento de él en la carrera tercera con calle 19 en Bogotá. “Cuando llegué se puso a llorar como un niño, pensé que era una tragedia de su familia y le pregunté y me dijo: “La Dina Luz se fue”, entonces yo empecé a decirle que un amor se reemplazaba con otro amor como me lo había enseñado él, levantó la cabeza y tenía una pistola en las piernas. Yo se la quité, traje una botella de whisky sin abrir y le brindé un trago, me dijo: “aja mijito, en vez de brindarle yo un trago y le dije que sí, que a veces era buen brindarle un trago al padrino”, relata Carrillo.
“La relación de nosotros fue muy bonita”, remata el compositor, quien cree que para proteger el legado de Escalona Martínez el Plan Especial de Salvaguarda debe abordar el pasado de la música vallenata con más vigor que el presente, porque hay una nueva generación haciendo su labor pero hay una parte primitiva que hay que investigar. Para esto propone que así como con Escalona se haga una selección de autores, compositores e intérpretes a fin de que se pueda llevar toda esa historia a los colegios haciendo uso de una pedagogía que no resulte desgastante “ni cansona” para las nuevas generaciones.
Por último, declara sobre Rafael Escalona Martínez: “Es un animal mitológico que aguanta cualquier bien o mal querencia que haya sobre él, es mi visión final sobre Escalona”, de quien resalta: “Tiene una obra exquisita, escuchas a Jaime Molina y creo que el cierre está bien logrado, es la máxima obra”.
Y así como Carrillo, Rodolfo Quintero, presidente de la Fundación Filarmónica del Cesar, también señala de Rafael Escalona su importancia y relevancia en el ámbito local y nacional. De él expresa que fue el hombre más importante en el siglo 20 en la región del Cesar y La Guajira ya que, a su modo de ver, nadie aportó tanto a nuestra región como Escalona y lo interesante de esto se encuentra precisamente en que no solo lo hizo como compositor, artista y promotor del folclor sino que además era un político, un hombre de una gran capacidad para las relaciones públicas, facultades que puso más allá del servicio de su propia imagen y obra al servicio de esta región.
Muestra de esto es que influyó en eventos muy importantes como la creación del departamento del Cesar, la creación del Festival Vallenato, “todo lo que hizo en relaciones públicas con la clase política y los presidentes de Colombia en donde siempre lo hizo en su calidad de compositor vallenato”, manifiesta Quintero.
En este sentido rememora que fue Escalona el primero que llevó la música al palacio de San Carlos como se llamaba en esa época la casa de los presidentes estando en el cargo Guillermo Valencia, además que sostuvo una amistad con Alfonso López Michelsen así como con Belisario Betancourt y muchos otros presidentes buscando colaborar con la región.
“Escalona fue tan buen compositor como conversador, yo diría que de pronto fue hasta mejor conversador que compositor y ya eso es decir bastante porque Escalona fue el que le dio presencia nacional a la música vallenata”, describe Quintero. Para este docente, algo que engrandece al compositor es que parte de lo que logró lo hizo primero por ser “un buen poeta, un poeta inspirado, un poeta castizo, un compositor que en una región donde los compositores eran campesinos, muchos de ellos analfabetas, él se dedica a componer antecedido por Tobías Enrique Pumarejo, pero también se nutre de mucha música compuesta por grandes acordeoneros y esa música se apropia de ella y le agrega letras bellísimas”.
Así como el compositor Carrillo, Rodolfo Quintero invita a que con el homenaje del recuerdo a Escalona también se recuerde a aquellos músicos que aportaron su talento para engrandecer sus canciones. Al tiempo reitera que lo importante es identificar qué representó Escalona en la música vallenata en el siglo XX y de esa manera enaltece el hecho de que el maestro hiciera una ruptura con lo que venía componiéndose, con las canciones que se hacían entonces y con el estilo de las mismas.
Para esto, analiza Quintero, Escalona lo que hizo fue reflejar su nivel cultural en las canciones, motivo por el cual sus letras tenían versos mejor construidos e interpretó ese mundo de transición entre lo rural y lo urbano, entre lo provinciano y lo nacional, entre lo nacional y lo internacional, lo cual tuvo una honda repercusión a tal punto de que sus canciones trascendieron el mundo provincial y se han vuelto universales en la mayoría de los casos.
“Estamos esperando que surja el Rafael Escalona del siglo XXI en la música vallenata, es decir, un compositor que teniendo un gran talento poético y literario sea capaz de interpretar ya no el mundo rural o semirrural que interpretó Escalona, sino el mundo urbano que es muy diferente al que le tocó vivir al maestro”, manifiesta Quintero.
Para finalizar sostiene que este mundo urbano y moderno necesita un lenguaje para expresarse que contenga riqueza literaria, versos modernos, figuras y metáforas diferentes a las que utilizó Rafael Escalona, pero intentando que vuelva a ocurrir lo que sucedió en el siglo XX a raíz del protagonismo de Escalona en la música vallenata.
“Hay que buscar que ahora surja de nuevo el compositor del siglo XXI que necesita la música vallenata más allá de la cursilería romántica que se tiene hoy en día y más de esas composiciones sin narrativa, sin literatura”, agrega.
Por su parte, para Efraín ‘El Mono’ Quintero, pintor, arquitecto y compositor, la figura del creador de versos como los de ‘La casa en el aire’, ‘La vieja Sara’, ‘El testamento’, entre muchas otras, hace falta a los compositores, al folclor, a la cultura vallenata, por su capacidad, por su enjundia y por la forma como encaró la música vallenata.
“Indiscutiblemente el maestro Escalona fue el gran creador del realismo mágico mucho antes que Gabo porque en sus reuniones en La Cueva en Barranquilla les permitió a ellos conocer a un personaje que los trajo al corazón de Macondo como fue Valledupar. Aquí Gabo conoció lo que hizo en 350 páginas en ‘Cien años de soledad’ y que él mismo reconoció que era un vallenato”, dice ‘El Mono’. Él guarda un profundo recuerdo sobre todo porque tuvo la oportunidad de convivir con el maestro durante los últimos años, llevándolo a muchas partes aquí en la provincia como La Paz, San Diego, Urumita, Manaure, San Juan del Cesar y Patillal donde, como indica ‘El Mono’, prácticamente se despidió de sus amigos.
Sobre anécdotas al lado de Escalona, trae a colación una en la que estaba pintando un cuadro de unas rosas y tenía unos girasoles y el maestro llegó. “Me quitó el cuadro de rosas y me puso los girasoles y empezó él a pintar como si fuera Jaime Molina pero le dio un poco de rabia porque veía que el color amarillo de los girasoles no le salía y entre whiskys y pintura resolvió ponerse guapo y se fue. Al otro día regresó y cuando tocaron la puerta encontré un girasol, al cabo rato apareció, ya yo había puesto el girasol en un jarrón, entonces se presentó él y me dijo que lo hiciera como Molina porque como me dijo ‘tú eres el sucesor de él y tú vas a pintar el girasol’ y así fue, y pintamos el girasol que él le puso la ventana. Es una anécdota bellísima y así nació esa canción”, narra ‘El Mono’.
Para este artista la mejor manera de conservar el legado del hijo más ilustre de Patillal es dando a conocer su obra, en la que, como argumenta, Escalona logró condensar lo narrativo, lo costumbrista, cantando una cantidad de momentos históricos, políticos, sociales, económicos de la región que le dieron esa importancia, a través del estudio y la investigación de la misma, de tal manera que queda impregnada en las personas y sean el camino para llegar a las nuevas generaciones que están necesitando dicha información “porque si hay alguien que no sabe nada de nada son las nuevas generaciones”.
Del entorno que él mismo ayudó a crear, como lo es la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata, miembros como Eduardo ‘El Mono’ Montero, amigo y compañero en esa entidad de uno de sus hijos, Pachín Escalona, también se encuentran semblanzas del maestro. “Lo recuerdo por su grandeza como creador del Festival de la Leyenda Vallenata junto a López y Consuelo, gran compositor, crecí cantando sus canciones y embajador de nosotros los Vallenatos por todo el mundo”, declara.
A su vez retiene en sus memorias la ocasión en que estuvo en una parranda privada en el apartamento de Escalona, en la capital del país, donde este último le entregó al cantante Iván Villazón sus últimas composiciones que, como expresa Montero, a la postre fueron grabadas una a una por Iván, ‘La mariposa del río Badillo’, ‘La Paloma San Basilio’ y ‘La nube rosada’. Igualmente convida a que las personas sigan escuchando sus canciones y que sea incluido en la historiografía de la música vallenata, la mencionada cátedra vallenata de los colegios.
Así como estas muchas serán las historias que hoy con más fuerzas afloren entre aquellos que tuvieron la oportunidad de compartir un momento en la vida del inolvidable maestro, mientras que aquellos que no lo conocieron intentan dilucidar su magia y el impacto que tuvo en un género que es hoy reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en Necesidad de Salvaguarda Urgente declarado por la Unesco, hecho en el que sin duda los versos de Escalona tuvieron una influyente resonancia.
Por: Daniela Rincones Julio/ELPILÓN