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Columnista - 6 septiembre, 2013

En defensa de Silvestre

No necesito la extensión que empleó en su columna de Soho el señor Alberto Salcedo Ramos para agraviar, ofender, calumniar, juzgar, condenar y llevar a la hoguera al más grande de los ídolos que tiene en la actualidad nuestra música Vallenata, Silvestre Francisco Dangond Corrales.

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Por Jorge Naín Ruiz

No necesito la extensión  que empleó en su columna de Soho el señor Alberto Salcedo Ramos para  agraviar, ofender, calumniar, juzgar, condenar y llevar a la hoguera al más grande de los ídolos que tiene en la actualidad nuestra música Vallenata,  Silvestre Francisco Dangond  Corrales.
 
Esta columna también se pudo llamar ¿A quién le hace el mandado Salcedo? pues para nadie es un secreto que alguien que adquiere la fama y el poder al que ha llegado Silvestre, se gana enemigos gratuitos; yo particularmente no creo que la envidia, el odio y rencor que expele el cronista hacia el artista le haya nacido de la noche a la mañana, ni que sea una animadversión personal; pienso más bien que le hace un favor a alguien.
 
Lo que sí sé es que Silvestre no es ni seña del monstruo que Salcedo trata de mostrar en su diatriba; las verdades a medias suelen convertirse en mentiras completas, porque uno de los argumentos estúpidos empleados por el columnista es que la palabra Silvestre significa según la RAE “inculto, agreste y rústico” pero también pudo decir que Silvestre significa “Criado naturalmente” y esta última acepción no tiene nada de negativa.
 
Otro argumento baladí es que Silvestre parece un matón de cine, supongo que por las fotografías de su último CD. Solo bastaría observar carátulas de trabajos musicales de cualquier género en el mundo para concluir que esta no es sino una herramienta empleada publicitaria e históricamente para vender un producto, que unas veces da resultado y otras no.
 
El reconocido periodista, lastimosamente costeño, al iniciar su ofensivo escrito manifiesta que “forzado por el compromiso de escribir esta diatriba”, lo cual me reafirma la tesis de que le está haciendo el mandado a alguien; averigüe Vargas por quién fue “forzado” o con quién es el “compromiso”; lo cierto es que el sujeto se despacha no solo contra Silvestre, sino contra todos los colombianos al expresar “¿Cómo fue que este ser de modales tan repulsivos se convirtió en un fenómeno de masas? Sencillo: pareciéndose al país que lo endiosa.”, que no es otra cosa que reafirmar lo dicho por el expresidente Darío Echandía “Este es un País de cafres” y me pregunto ¿Será que ahí está incluida su madre?
 
El más imbécil de los argumentos es el de que las letras de sus canciones son violentas porque en la Difunta se dice que “para mí, está muerta y enterrada”.

Según este bárbaro, tendrán las autoridades que iniciarle un proceso por homicidio a Romualdo Brito para averiguar a quien fue la que mató. Mejor dicho, como dice la canción, “que tristeza, que jartera”.

Además de eso, me extraña que un hombre tan versado en la materia de nuestro idioma ignore que las figuras literarias son parte fundamental del buen escribir y hablar. 

 

Columnista
6 septiembre, 2013

En defensa de Silvestre

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

No necesito la extensión que empleó en su columna de Soho el señor Alberto Salcedo Ramos para agraviar, ofender, calumniar, juzgar, condenar y llevar a la hoguera al más grande de los ídolos que tiene en la actualidad nuestra música Vallenata, Silvestre Francisco Dangond Corrales.


Por Jorge Naín Ruiz

No necesito la extensión  que empleó en su columna de Soho el señor Alberto Salcedo Ramos para  agraviar, ofender, calumniar, juzgar, condenar y llevar a la hoguera al más grande de los ídolos que tiene en la actualidad nuestra música Vallenata,  Silvestre Francisco Dangond  Corrales.
 
Esta columna también se pudo llamar ¿A quién le hace el mandado Salcedo? pues para nadie es un secreto que alguien que adquiere la fama y el poder al que ha llegado Silvestre, se gana enemigos gratuitos; yo particularmente no creo que la envidia, el odio y rencor que expele el cronista hacia el artista le haya nacido de la noche a la mañana, ni que sea una animadversión personal; pienso más bien que le hace un favor a alguien.
 
Lo que sí sé es que Silvestre no es ni seña del monstruo que Salcedo trata de mostrar en su diatriba; las verdades a medias suelen convertirse en mentiras completas, porque uno de los argumentos estúpidos empleados por el columnista es que la palabra Silvestre significa según la RAE “inculto, agreste y rústico” pero también pudo decir que Silvestre significa “Criado naturalmente” y esta última acepción no tiene nada de negativa.
 
Otro argumento baladí es que Silvestre parece un matón de cine, supongo que por las fotografías de su último CD. Solo bastaría observar carátulas de trabajos musicales de cualquier género en el mundo para concluir que esta no es sino una herramienta empleada publicitaria e históricamente para vender un producto, que unas veces da resultado y otras no.
 
El reconocido periodista, lastimosamente costeño, al iniciar su ofensivo escrito manifiesta que “forzado por el compromiso de escribir esta diatriba”, lo cual me reafirma la tesis de que le está haciendo el mandado a alguien; averigüe Vargas por quién fue “forzado” o con quién es el “compromiso”; lo cierto es que el sujeto se despacha no solo contra Silvestre, sino contra todos los colombianos al expresar “¿Cómo fue que este ser de modales tan repulsivos se convirtió en un fenómeno de masas? Sencillo: pareciéndose al país que lo endiosa.”, que no es otra cosa que reafirmar lo dicho por el expresidente Darío Echandía “Este es un País de cafres” y me pregunto ¿Será que ahí está incluida su madre?
 
El más imbécil de los argumentos es el de que las letras de sus canciones son violentas porque en la Difunta se dice que “para mí, está muerta y enterrada”.

Según este bárbaro, tendrán las autoridades que iniciarle un proceso por homicidio a Romualdo Brito para averiguar a quien fue la que mató. Mejor dicho, como dice la canción, “que tristeza, que jartera”.

Además de eso, me extraña que un hombre tan versado en la materia de nuestro idioma ignore que las figuras literarias son parte fundamental del buen escribir y hablar.