En los malos gobiernos es una buena salida, y por medio de sofismas de distracción se encarna el deseo de tergiversación de los sucesos del momento, que, cuando están fuera de las leyes y de las normas de la sociedad por la incompetencia del sistema o del gobierno en sí, entonces se disfraza el ambiente con temas que son tan peligrosos para la soberanía nacional, por ejemplo, como la búsqueda caprichosa de guerras entre países vecinos y hermanados, que permitan voltear la opinión pública hacia estos perversos dirigentes que viven haciendo de las suyas por el placer del odio y la corrupción que les embarga, y donde suelen buscar parejas para que bailen al son de ellos.
Cuando una persona encuentra su nivel de incompetencia debe retirarse de la actividad en función, si verdaderamente busca el equilibrio social para su entorno; y si tiene, o le queda algún poco de sentido común y vergüenza, debe ubicarse en lo que es o haya sido cuando el medio que le rodea es superior a él.
Un sofisma de distracción es una mentira vestida de lógica, en la que el argumentador desvía la atención del tema central hacia un asunto secundario o irrelevante, con el fin de confundir o persuadir sin responder realmente a la cuestión planteada. Su objetivo no es la verdad, sino ganar la discusión o evitar un análisis crítico. Cambiar de tema, exagerar detalles irrelevantes o introducir emociones patrióticas que distraen del razonamiento es lo usual.
Desde el punto de vista filosófico, este recurso se vincula con la manipulación del discurso; con la apariencia, el tema de la verdad se desplaza del diálogo para distorsionar cualquier argumento válido. También manipula la razón, afectando la libertad del juicio.
Este recurso es peligroso en el debate público, pues oculta problemas reales bajo discusiones bizantinas. En suma, el sofisma de distracción es un abuso de la retórica, una técnica eficaz para persuadir, pero intelectualmente deshonesta y humanamente impropia para alcanzar la verdad.
El que trata de enredar un asunto es porque le tiene miedo a la realidad y le toca retomar de la astucia el sabor del engaño, y aparentar, como siempre, de sabiduría, donde no hay sino torpezas por la carencia de la razón. Confundir es igual que dividir para evitar la oposición, y los temas insignificantes los vuelven prioritarios con la retórica del populismo. Estos líderes tienen mucho que predicar, pero poco que practicar; y así convierten las palabras en un arte para la falacia y la mentira emocional, despertando sentimientos encontrados aún en los espíritus más sanos, donde la ignorancia casi siempre se doblega ante el entusiasmo de la fingida oratoria.
¡Lo falso es lo común y el engaño la farsa! Son los traidores en la comedia de su invento revolucionario, de la subversión y del caos, que, aun no sabiendo manejar las armas por su propia cobardía, eso sí, son especiales para dirigir la discordia, cambiando sus desgracias y fechorías para maltratar a la sociedad en que viven con supuestas rebeliones de la inventiva.
En el campo de los malos gobiernos, el sofisma de distracción es utilizado para ocultar no solo la incompetencia del gobernante de turno y su séquito, sino los actos de corrupción a que hubiere lugar y estén a las puertas de ser descubiertos ante la opinión pública, como también todo tipo de crisis internas fruto de desmanes arbitrarios, mundanos, insolutos y repetitivos, propios de los enemigos de la humanidad, como los gobiernos comunistas de tendencias extremistas, que empobrecen cada día más y más a los pueblos, llevándolos a la esclavitud completa y al sometimiento absoluto. Y ellos, los autócratas, se mueven como reyes con aureolas de venganzas bajo su nivel de incompetencia e indignidad, que, con sofismas de distracción, tratan de desvirtuar la realidad, donde la violencia a través de las guerras es el último recurso para seguir, que hará tanto daño cuanto mayor sea el poder de la incompetencia.
Por: Fausto Cotes N.











