La poesía es uno de los motivos esenciales que dignifican y embellecen la existencia humana. La palabra iluminada es poesía, es música, es fiesta en el corazón y la memoria.
La poesía es uno de los motivos esenciales que dignifican y embellecen la existencia humana. La palabra iluminada es poesía, es música, es fiesta en el corazón y la memoria. El amor y el dolor son génesis de la poesía y el canto, y de todas las manifestaciones artísticas. La verdadera inspiración nace del asombro, un suceso o instante mágico que estremece el alma.
Rafael Escalona, en su calidad de poeta-cronista del vallenato, anduvo por diversos lugares de la provincia bebiendo de los ríos musicales y contemplando el esplendor de los paisajes para alimentar los motivos de sus canciones. Su competencia no era por la cantidad, esperaba que la inspiración llegara para empezar a silbar e hilvanar luego los versos. Lo que más legitima su obra musical es su testimonio fiel de la vida social, amorosa y anecdótica.
Escalona trajo al canto vallenato influencias de la poesía modernista y la vanguardia, una nueva estructura poética donde la melodía literaria es la matriz de la métrica. El verso ‘barco pirata bandido’, al decir del poeta Diomedes Daza, es un verso perfecto, nada le sobra, nada le falta. ‘El relámpago se ve/ como vela que se apaga’, es un símil de hondura poética que alcanza categoría de metáfora. ‘Solamente me queda el recuerdo de tu voz/ como el ave que canta en la selva y no se ve’. Bella imagen, sonora y fascinante. La mujer amada es una sonrisa del aire, a pesar de la lejanía corporal, siempre escucha su voz. En sus cantos se evidencia el enamorado que rinde culto a la divinidad femenina, y nunca animalizó a la mujer a llamarla hembra, como suelen hacer algunos compositores que le temen a la ternura.
La nostalgia también es liturgia de la amistad. ‘El pobre Miguel’ es una evocación al exilio voluntario de un amigo que se refugia en la montaña. Su admiración por los creadores de arte: Lorenzo Morales, el andariego que cambia de nido ni el cucarachero y deja las huellas antes de poner el pie; el profesor y guitarrista Poncho Cotes, un entrañable pedazo de su alma; el pintor Jaime Molina, su compinche de bohemia, muere, y lo llora cantando su máxima elegía. Su amigo de infancia, el patriarca Pedro Castro Monsalvo muere, y sobre su tumba pone una cruz de guitarras y acordeón.
El entorno familiar de Rafael Escalona era de lectores, buen sentido en el hablar y escuchar; siempre tuvo amigos profesores, pintores, declamadores, músicos, escritores y cantantes. Estas circunstancias fueron favorables para que su espíritu de poeta fuera prolífico y alcanzara la dimensión de maestro de la composición vallenata.
Razón tiene el escritor Ariel Castillo al afirmar: “Ninguna manifestación folclórica de nuestra rica geografía colombiana ha levantado más el alma de los pueblos que el vallenato, y Rafael Escalona encarna la avanzada de su universalidad”.
Por José Atuesta Mindiola
La poesía es uno de los motivos esenciales que dignifican y embellecen la existencia humana. La palabra iluminada es poesía, es música, es fiesta en el corazón y la memoria.
La poesía es uno de los motivos esenciales que dignifican y embellecen la existencia humana. La palabra iluminada es poesía, es música, es fiesta en el corazón y la memoria. El amor y el dolor son génesis de la poesía y el canto, y de todas las manifestaciones artísticas. La verdadera inspiración nace del asombro, un suceso o instante mágico que estremece el alma.
Rafael Escalona, en su calidad de poeta-cronista del vallenato, anduvo por diversos lugares de la provincia bebiendo de los ríos musicales y contemplando el esplendor de los paisajes para alimentar los motivos de sus canciones. Su competencia no era por la cantidad, esperaba que la inspiración llegara para empezar a silbar e hilvanar luego los versos. Lo que más legitima su obra musical es su testimonio fiel de la vida social, amorosa y anecdótica.
Escalona trajo al canto vallenato influencias de la poesía modernista y la vanguardia, una nueva estructura poética donde la melodía literaria es la matriz de la métrica. El verso ‘barco pirata bandido’, al decir del poeta Diomedes Daza, es un verso perfecto, nada le sobra, nada le falta. ‘El relámpago se ve/ como vela que se apaga’, es un símil de hondura poética que alcanza categoría de metáfora. ‘Solamente me queda el recuerdo de tu voz/ como el ave que canta en la selva y no se ve’. Bella imagen, sonora y fascinante. La mujer amada es una sonrisa del aire, a pesar de la lejanía corporal, siempre escucha su voz. En sus cantos se evidencia el enamorado que rinde culto a la divinidad femenina, y nunca animalizó a la mujer a llamarla hembra, como suelen hacer algunos compositores que le temen a la ternura.
La nostalgia también es liturgia de la amistad. ‘El pobre Miguel’ es una evocación al exilio voluntario de un amigo que se refugia en la montaña. Su admiración por los creadores de arte: Lorenzo Morales, el andariego que cambia de nido ni el cucarachero y deja las huellas antes de poner el pie; el profesor y guitarrista Poncho Cotes, un entrañable pedazo de su alma; el pintor Jaime Molina, su compinche de bohemia, muere, y lo llora cantando su máxima elegía. Su amigo de infancia, el patriarca Pedro Castro Monsalvo muere, y sobre su tumba pone una cruz de guitarras y acordeón.
El entorno familiar de Rafael Escalona era de lectores, buen sentido en el hablar y escuchar; siempre tuvo amigos profesores, pintores, declamadores, músicos, escritores y cantantes. Estas circunstancias fueron favorables para que su espíritu de poeta fuera prolífico y alcanzara la dimensión de maestro de la composición vallenata.
Razón tiene el escritor Ariel Castillo al afirmar: “Ninguna manifestación folclórica de nuestra rica geografía colombiana ha levantado más el alma de los pueblos que el vallenato, y Rafael Escalona encarna la avanzada de su universalidad”.
Por José Atuesta Mindiola