“El patrimonio es aquel conjunto de productos, tangibles e intangibles, derivados de la actividad humana que da cuenta de la historia, experiencias y circunstancias de las sociedades, por lo que ayuda a generar sentido de pertenencia, cohesión y memoria. Es, a grandes rasgos, un hecho social que ha sido legitimado por expertos, pero también por […]
“El patrimonio es aquel conjunto de productos, tangibles e intangibles, derivados de la actividad humana que da cuenta de la historia, experiencias y circunstancias de las sociedades, por lo que ayuda a generar sentido de pertenencia, cohesión y memoria. Es, a grandes rasgos, un hecho social que ha sido legitimado por expertos, pero también por las comunidades que lo generan, para ser estudiado, conservado, inventariado y valorizado”. Una buena definición de la que no podemos precisar ahora su autor.
Es clara la función social del reconocimiento del patrimonio, especialmente el cultural inmaterial que nos convoca, así como una manifestación en la parranda vallenata, que integra y prioriza la integración de los diferentes clases, a conocidos y desconocidos, a nativos y foráneos, que integra el Caribe colombiano, especialmente el Magdalena Grande (Cesar, La Guajira y Magdalena), en la que se da el sincretismo de tres expresiones culturales, a través de los instrumentos primarios que lo conforman, como son el acordeón europeo, la caja africana y la guacharaca indígena.
Veamos lo que se lee en un aparte del Plan Especial de salvaguardia, PES, para la Música Vallenata Tradicional del Magdalena Grande: “Según el escritor Jaime Mejía Duque, la música vallenata tradicional ‘es producto del espontáneo goce de existir en fraterna comunidad, en donde prevalecen los valores primordiales para la convivencia pacífica’”. Queda claro que el patrimonio es una manifestación simbólica de la identidad cultural como generadora de armonía social; no hemos asimilado la importancia de transmitir a las nuevas generaciones lo que significa tener identidad cultural a partir de contestar las preguntas del quiénes somos y de dónde venimos para poder proyectar un futuro. Por eso es importante la Cátedra Vallenata, para ser implementada en colegios públicos y privados y aun en las universidades. La displicencia con que hemos recibido los vallenatos estos reconocimientos del Ministerio de Cultura y del orden internacional por parte de la Unesco, demuestra la falta de apropiación que se ha dado por parte de nuestros dirigentes públicos y privados.
Se confunde la inversión en obras civiles culturales, tendientes a la atractividad turística, con la implementación de los procesos que deben garantizar la salvaguardia de una manifestación cultural. El patrimonio no es un espectáculo, es una construcción social, que si bien puede ser utilizada para fortalecer un destino turístico, no debe eliminar sus valores sociales, por lo que, aunque sea paradójico, se debe proteger del impacto negativo del excesivo afán turístico y la comercialización. No entendemos por qué el señor gobernador, el alcalde, la misma Fundación del Festival y hasta el mismo Gobierno nacional han olvidado el llamado de salvaguardia a nuestra música ancestral. Si el Centro Cultural que promete Monsalvo, que anunció $4.000 millones para investigación de su contenido, se orienta a la implementación del PES, sería un primer buen paso.
“El patrimonio es aquel conjunto de productos, tangibles e intangibles, derivados de la actividad humana que da cuenta de la historia, experiencias y circunstancias de las sociedades, por lo que ayuda a generar sentido de pertenencia, cohesión y memoria. Es, a grandes rasgos, un hecho social que ha sido legitimado por expertos, pero también por […]
“El patrimonio es aquel conjunto de productos, tangibles e intangibles, derivados de la actividad humana que da cuenta de la historia, experiencias y circunstancias de las sociedades, por lo que ayuda a generar sentido de pertenencia, cohesión y memoria. Es, a grandes rasgos, un hecho social que ha sido legitimado por expertos, pero también por las comunidades que lo generan, para ser estudiado, conservado, inventariado y valorizado”. Una buena definición de la que no podemos precisar ahora su autor.
Es clara la función social del reconocimiento del patrimonio, especialmente el cultural inmaterial que nos convoca, así como una manifestación en la parranda vallenata, que integra y prioriza la integración de los diferentes clases, a conocidos y desconocidos, a nativos y foráneos, que integra el Caribe colombiano, especialmente el Magdalena Grande (Cesar, La Guajira y Magdalena), en la que se da el sincretismo de tres expresiones culturales, a través de los instrumentos primarios que lo conforman, como son el acordeón europeo, la caja africana y la guacharaca indígena.
Veamos lo que se lee en un aparte del Plan Especial de salvaguardia, PES, para la Música Vallenata Tradicional del Magdalena Grande: “Según el escritor Jaime Mejía Duque, la música vallenata tradicional ‘es producto del espontáneo goce de existir en fraterna comunidad, en donde prevalecen los valores primordiales para la convivencia pacífica’”. Queda claro que el patrimonio es una manifestación simbólica de la identidad cultural como generadora de armonía social; no hemos asimilado la importancia de transmitir a las nuevas generaciones lo que significa tener identidad cultural a partir de contestar las preguntas del quiénes somos y de dónde venimos para poder proyectar un futuro. Por eso es importante la Cátedra Vallenata, para ser implementada en colegios públicos y privados y aun en las universidades. La displicencia con que hemos recibido los vallenatos estos reconocimientos del Ministerio de Cultura y del orden internacional por parte de la Unesco, demuestra la falta de apropiación que se ha dado por parte de nuestros dirigentes públicos y privados.
Se confunde la inversión en obras civiles culturales, tendientes a la atractividad turística, con la implementación de los procesos que deben garantizar la salvaguardia de una manifestación cultural. El patrimonio no es un espectáculo, es una construcción social, que si bien puede ser utilizada para fortalecer un destino turístico, no debe eliminar sus valores sociales, por lo que, aunque sea paradójico, se debe proteger del impacto negativo del excesivo afán turístico y la comercialización. No entendemos por qué el señor gobernador, el alcalde, la misma Fundación del Festival y hasta el mismo Gobierno nacional han olvidado el llamado de salvaguardia a nuestra música ancestral. Si el Centro Cultural que promete Monsalvo, que anunció $4.000 millones para investigación de su contenido, se orienta a la implementación del PES, sería un primer buen paso.