Chepe era un cazador muy conocido en su pueblo natal por su gran habilidad para atrapar a las bestias o evadir potenciales peligros durante sus cazas nocturnas de jabalíes.
Chepe era un cazador muy conocido en su pueblo natal por su gran habilidad para atrapar a las bestias o evadir potenciales peligros durante sus cazas nocturnas de jabalíes.
Hace un tiempo, mientras se encontraba en una caza de jabalíes, una noche bastante especial, puesto que la penumbra consumía el espeso bosque, se dio cuenta que era tarde y sacó su lámpara para marcharse a su hogar de donde había salido desde muy temprano a cumplir la tarea de su destino diario.
Cuando se disponía a salir, escuchó un ruido y notó un movimiento entre los arbustos. Encendió la lámpara, apuntó hacia aquel lugar y vio salir entre la maleza a un jabalí de gran tamaño que se aterrorizó y huyó hasta confundirse entre la oscuridad que no dejaba percibir con exactitud a la bestia. El cazador emocionado porque jamás había visto un jabalí tan grande empezó a seguirlo, por más que lo persiguió no lo encontró, una leve decepción se apoderó de él, no lo creía, él mejor cazador de Michigan había dejado escapar la presa, ni un rastro de su pisada había quedado visible para seguir la búsqueda.
A su retorno a casa, sintió en su espalda un leve golpe que lo hizo voltear al instante; la silueta de un oso, con grandes ojos rojos como la sangre y unos cuernos retorcidos como los de una cabra apareció frente a él, como pudo sacó su arma y disparó, pero la bestia fue astuta, ágil y precisó el momento del disparo para escapar de su asesino. Chepe no podía creerlo, en menos de unas cuantas horas y delante de sus ojos se les escaparon sus dos grandes trofeos de la noche.
Mientras caminaba fue pensando cómo iba a darle esta noticia a sus padres, pensó tanto que no se dio cuenta de su llegada al portón que abría los dos lados de su vida: la primera, la salida a su rutina diaria y la segunda, su entrada a una vida llena de amor y admiración. Así que cuando su familia fue a recibirlo les contó lo ocurrido y su padre y hermano no daban crédito a sus palabras, así que decidieron regresar al bosque para buscar las bestias que debían estar heridas. Con escopetas y lámparas salieron, pero no lograron encontrar la bestia. Cansados y bastantes agotados deciden regresar; pero Chepe se niega, quiere seguir buscando hasta que amanezca.
Pasaron unos minutos para que el cazador encontrará la cueva donde el animal descansaba, estaba oscura, fría y emanaba un olor desagradable que inquietó a Chepe, quien con mucha cautela se dio al encuentro de su mejor regalo. Sólo bastó que él encendiera la luz para despertar al Jabalí, que de manera intempestiva se abalanzó sobre el cazador, quien no tuvo tiempo de jalar el gatillo y fue a parar al suelo hiriéndose con el arma al caer.
Su padre bastante inquieto por la tardanza de su hijo, fue a su encuentro. Reunió a sus trabajadores más fuertes y emprendieron el camino hasta encontrarlo y retornarlo a casa. Desde ese día, esta historia fue usada como una historia para enseñarles a los niños y a los jóvenes no entrarse a las profundidades del bosque y mucho menos meterse a las cuevas por el peligro que representan.
Por: JAIDER ENRIQUE PALLARES – Inst. Educ. Prudencia Daza
Chepe era un cazador muy conocido en su pueblo natal por su gran habilidad para atrapar a las bestias o evadir potenciales peligros durante sus cazas nocturnas de jabalíes.
Chepe era un cazador muy conocido en su pueblo natal por su gran habilidad para atrapar a las bestias o evadir potenciales peligros durante sus cazas nocturnas de jabalíes.
Hace un tiempo, mientras se encontraba en una caza de jabalíes, una noche bastante especial, puesto que la penumbra consumía el espeso bosque, se dio cuenta que era tarde y sacó su lámpara para marcharse a su hogar de donde había salido desde muy temprano a cumplir la tarea de su destino diario.
Cuando se disponía a salir, escuchó un ruido y notó un movimiento entre los arbustos. Encendió la lámpara, apuntó hacia aquel lugar y vio salir entre la maleza a un jabalí de gran tamaño que se aterrorizó y huyó hasta confundirse entre la oscuridad que no dejaba percibir con exactitud a la bestia. El cazador emocionado porque jamás había visto un jabalí tan grande empezó a seguirlo, por más que lo persiguió no lo encontró, una leve decepción se apoderó de él, no lo creía, él mejor cazador de Michigan había dejado escapar la presa, ni un rastro de su pisada había quedado visible para seguir la búsqueda.
A su retorno a casa, sintió en su espalda un leve golpe que lo hizo voltear al instante; la silueta de un oso, con grandes ojos rojos como la sangre y unos cuernos retorcidos como los de una cabra apareció frente a él, como pudo sacó su arma y disparó, pero la bestia fue astuta, ágil y precisó el momento del disparo para escapar de su asesino. Chepe no podía creerlo, en menos de unas cuantas horas y delante de sus ojos se les escaparon sus dos grandes trofeos de la noche.
Mientras caminaba fue pensando cómo iba a darle esta noticia a sus padres, pensó tanto que no se dio cuenta de su llegada al portón que abría los dos lados de su vida: la primera, la salida a su rutina diaria y la segunda, su entrada a una vida llena de amor y admiración. Así que cuando su familia fue a recibirlo les contó lo ocurrido y su padre y hermano no daban crédito a sus palabras, así que decidieron regresar al bosque para buscar las bestias que debían estar heridas. Con escopetas y lámparas salieron, pero no lograron encontrar la bestia. Cansados y bastantes agotados deciden regresar; pero Chepe se niega, quiere seguir buscando hasta que amanezca.
Pasaron unos minutos para que el cazador encontrará la cueva donde el animal descansaba, estaba oscura, fría y emanaba un olor desagradable que inquietó a Chepe, quien con mucha cautela se dio al encuentro de su mejor regalo. Sólo bastó que él encendiera la luz para despertar al Jabalí, que de manera intempestiva se abalanzó sobre el cazador, quien no tuvo tiempo de jalar el gatillo y fue a parar al suelo hiriéndose con el arma al caer.
Su padre bastante inquieto por la tardanza de su hijo, fue a su encuentro. Reunió a sus trabajadores más fuertes y emprendieron el camino hasta encontrarlo y retornarlo a casa. Desde ese día, esta historia fue usada como una historia para enseñarles a los niños y a los jóvenes no entrarse a las profundidades del bosque y mucho menos meterse a las cuevas por el peligro que representan.
Por: JAIDER ENRIQUE PALLARES – Inst. Educ. Prudencia Daza