El desfile de piloneras hay que pensarlo más en grande, el pueblo así lo está pidiendo.
‘A quién se le canta aquí, a quién se le dan las gracias, a los que vienen de afuera o a los dueños de la casa’, de esta manera los versos del pilón comienzan a brindarse y se esparcen en el aire como aroma natural, y generan en hombres y mujeres ese deseo incontrolable de bailar y de cantar.
Luego de esta versión 56 en la que se le rindió un especial homenaje a Luis Enrique Martínez, y en la que los visitantes y locales le dieron un nivel de marca mayor a este evento, es necesario hacer un pequeño balance y darnos un espacio para hablar del desfile de piloneras.
Hay que darle el reconocimiento a quienes han creído en este evento cultural; desde ‘La Cacica’ Consuelo Araujo Noguera, quien creyó en la iniciativa de ‘La Polla’ Monsalvo y en los personajes que conocían la historia de este hermoso baile y decidieron ponerlo en un sitial de honor hasta convertirlo en la llave de la puerta grande que abre el corazón del Festival de la Leyenda Vallenata, para que entren incluso aquellos escépticos que ven y resaltan más las cosas malas que las buenas. Para todos hay un lugar especial en este escenario cultural.
Agradecer hoy, a la fundación por mantener el desfile, a María Mercedes Molina Araujo, por preservar ese arraigo cultural, a Rodolfo Campo Soto, quien coordina y se esfuerza por sacar adelante este evento, a sus coequiperos, acompañantes de lujo; y a los jurados que se entregan con verdadera pasión a tan tesonera labor.
El desfile de piloneras no es una gran parada, ni una batalla de flores, en estos encuentros folclóricos multiculturales, convergen expresiones artísticas diversas y desde esa óptica se observa, se vive y se disfruta. Un carnaval.
Este desfile, la tradición del pilón, tiene un arraigo cultural diferente y como tal debe ser manejado, con el atuendo especial que identifica la idiosincrasia de la mujer vallenata, el hombre que se esfuerza por ser galante y demuestra además la fuerza del campesino trabajador.
Todo esto debe conservarse, la tradición debe permanecer, pero hay un llamado especial a la comodidad de quienes hacen que el desfile sea importante: la gente, que viene a disfrutarlo desde afuera y los que esperan cada año para acompañar, bailar y ser un alentador del desfile.
Se requiere de un espacio más cómodo, para las comparsas y para el público, hay que pensar en palcos que permitan que niños, jóvenes y ancianos sean espectadores de primer orden y disfruten del espectáculo cómodamente sentados.
El desfile se debe al público y pensar en el público espectador debe ser una prioridad para los que organizan; sin atentar contra la expresión cultural, avanzar en darle la importancia que este magno evento tiene.
Se requiere una logística adecuada; los palcos no son para privatizar el desfile, hay que buscar rutas de organización y que las empresas privadas y del estado financien entre sus consumidores para que asistan.
Los silleros están cobrando entre diez mil y quince mil pesos por silla, esto a mi modo de ver es costoso, ellos trabajan de manera lineal y es desordenado; el espacio para los palcos es de 24 metros por 7 metros de fondo y caben 500 personas gozando de la comodidad merecida.
El desfile de piloneras hay que pensarlo más en grande, el pueblo así lo está pidiendo. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara
El desfile de piloneras hay que pensarlo más en grande, el pueblo así lo está pidiendo.
‘A quién se le canta aquí, a quién se le dan las gracias, a los que vienen de afuera o a los dueños de la casa’, de esta manera los versos del pilón comienzan a brindarse y se esparcen en el aire como aroma natural, y generan en hombres y mujeres ese deseo incontrolable de bailar y de cantar.
Luego de esta versión 56 en la que se le rindió un especial homenaje a Luis Enrique Martínez, y en la que los visitantes y locales le dieron un nivel de marca mayor a este evento, es necesario hacer un pequeño balance y darnos un espacio para hablar del desfile de piloneras.
Hay que darle el reconocimiento a quienes han creído en este evento cultural; desde ‘La Cacica’ Consuelo Araujo Noguera, quien creyó en la iniciativa de ‘La Polla’ Monsalvo y en los personajes que conocían la historia de este hermoso baile y decidieron ponerlo en un sitial de honor hasta convertirlo en la llave de la puerta grande que abre el corazón del Festival de la Leyenda Vallenata, para que entren incluso aquellos escépticos que ven y resaltan más las cosas malas que las buenas. Para todos hay un lugar especial en este escenario cultural.
Agradecer hoy, a la fundación por mantener el desfile, a María Mercedes Molina Araujo, por preservar ese arraigo cultural, a Rodolfo Campo Soto, quien coordina y se esfuerza por sacar adelante este evento, a sus coequiperos, acompañantes de lujo; y a los jurados que se entregan con verdadera pasión a tan tesonera labor.
El desfile de piloneras no es una gran parada, ni una batalla de flores, en estos encuentros folclóricos multiculturales, convergen expresiones artísticas diversas y desde esa óptica se observa, se vive y se disfruta. Un carnaval.
Este desfile, la tradición del pilón, tiene un arraigo cultural diferente y como tal debe ser manejado, con el atuendo especial que identifica la idiosincrasia de la mujer vallenata, el hombre que se esfuerza por ser galante y demuestra además la fuerza del campesino trabajador.
Todo esto debe conservarse, la tradición debe permanecer, pero hay un llamado especial a la comodidad de quienes hacen que el desfile sea importante: la gente, que viene a disfrutarlo desde afuera y los que esperan cada año para acompañar, bailar y ser un alentador del desfile.
Se requiere de un espacio más cómodo, para las comparsas y para el público, hay que pensar en palcos que permitan que niños, jóvenes y ancianos sean espectadores de primer orden y disfruten del espectáculo cómodamente sentados.
El desfile se debe al público y pensar en el público espectador debe ser una prioridad para los que organizan; sin atentar contra la expresión cultural, avanzar en darle la importancia que este magno evento tiene.
Se requiere una logística adecuada; los palcos no son para privatizar el desfile, hay que buscar rutas de organización y que las empresas privadas y del estado financien entre sus consumidores para que asistan.
Los silleros están cobrando entre diez mil y quince mil pesos por silla, esto a mi modo de ver es costoso, ellos trabajan de manera lineal y es desordenado; el espacio para los palcos es de 24 metros por 7 metros de fondo y caben 500 personas gozando de la comodidad merecida.
El desfile de piloneras hay que pensarlo más en grande, el pueblo así lo está pidiendo. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara