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Columnista - 25 julio, 2013

De Copetrán a Laos

Por José Manuel Aponte.  En la década del 60 al 70 cuando uno salía en la madrugada de las casetas Brasilia amenizada por Alfredo Gutiérrez, Tropicana con La Billos o Matecaña con Pacho Galán, sí el bolsillo lo permitía iba al Terminal de Copetrán o Brasilia, sitios feos y sucios a meterse un mondongo calientico; […]

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Por José Manuel Aponte. 

En la década del 60 al 70 cuando uno salía en la madrugada de las casetas Brasilia amenizada por Alfredo Gutiérrez, Tropicana con La Billos o Matecaña con Pacho Galán, sí el bolsillo lo permitía iba al Terminal de Copetrán o Brasilia, sitios feos y sucios a meterse un mondongo calientico; sí estaba con la novia se llegaba a La Española de Paco en 5 Esquinas a comerse una deliciosa y delgadita carne asada o de no a las Llaneras, en donde había un picante que nadie a podido superar. Después de que esos establecimientos estuvieran cerrados había que acostarse con filo.

Después llegó un buen amigo, creo que huilense, Toño Castro y fundó Valle 13, ubicado en la 17 que antes era 13, al frente del Hotel Londres, en donde el menú y la presentación eran buenos y elegantes, allí sí que fui, acompañado de Mercy, Hilva, mi comadre Sofía Cotes y Cilia Valle con Diomar Barbosa, Gonzalo Meza y Uldarico Serrano; al poco tiempo desapareció, pero Toño también nos dejó La Librería Departamental, que está ahí y hace parte de la historia vallenata moderna.

Enrique Manuel Orozco Martínez, fundó el elegante y famoso Restaurante Ova Ova, y me intrigó el nombre y pensé que era un apóstrofe del apellido Ovalle, pero no, sencillamente me dijo Enrique significaba Orozco Vasconcellos, el apellido de Margoth, para esa época su señora, ese era un elegante repito sitio donde el buen vino, el queso azul y de otros colores, finos mariscos y exóticos peces reinaban y cuyo principal consumidor era Kike, para quien la yuca con queso o la malanga también con queso pero rayao no es comida.

Ahora apareció LAOS y también pensé en un acrónimo, pero no pude armarlo por ninguna parte y al indagar encontré que es el nombre de un pequeño país comunista, que no tiene mar, vecino de la China que tiene el encanto y el embrujo del lejano Oriente.

El propósito de su fundador y propietario es que nos volvamos Laosianos y acudamos al elegante, ese sí elegante y exclusivo, fuera de serie Restaurante-Bar a deleitarnos comiendo un rico Khao Niau, que no es otra cosa que un arroz volao, un Lap, un Lap cin, Lap Pa o Lap Kung (carne, pescado, langostino y camarones respectivamente) o un Ping Kai (pollo asao), con aromas diferentes, embrujadores y afrodisíacos, acompañado con un Khau Sankañaa (arroz de coco) o Khan Niau (arroz de fríjol cabecita negra) con un Mak Kuai (plátano asao), todo esto aderezado con el esplendor y misterio oriental con sus espumosas bebidas y fino whisky.

Todavía no me he deleitado con sus platos, ni he sentido el rigor de sus precios, pero me dicen que son deliciosos los primeros y moderados los segundos y que se puede repetir la ida, pero lo que sí sé, es que Toño Maya, su propietario, echó el resto, le puso plana a los vallenatos e hizo un establecimiento que Ventian, capital de Laos, o Pakse segunda ciudad, no lo tienen ni por el carajo y sí no lo creen, vayan y vean para ver si digo mentiras o me quedé corto.
 

Columnista
25 julio, 2013

De Copetrán a Laos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Por José Manuel Aponte.  En la década del 60 al 70 cuando uno salía en la madrugada de las casetas Brasilia amenizada por Alfredo Gutiérrez, Tropicana con La Billos o Matecaña con Pacho Galán, sí el bolsillo lo permitía iba al Terminal de Copetrán o Brasilia, sitios feos y sucios a meterse un mondongo calientico; […]


Por José Manuel Aponte. 

En la década del 60 al 70 cuando uno salía en la madrugada de las casetas Brasilia amenizada por Alfredo Gutiérrez, Tropicana con La Billos o Matecaña con Pacho Galán, sí el bolsillo lo permitía iba al Terminal de Copetrán o Brasilia, sitios feos y sucios a meterse un mondongo calientico; sí estaba con la novia se llegaba a La Española de Paco en 5 Esquinas a comerse una deliciosa y delgadita carne asada o de no a las Llaneras, en donde había un picante que nadie a podido superar. Después de que esos establecimientos estuvieran cerrados había que acostarse con filo.

Después llegó un buen amigo, creo que huilense, Toño Castro y fundó Valle 13, ubicado en la 17 que antes era 13, al frente del Hotel Londres, en donde el menú y la presentación eran buenos y elegantes, allí sí que fui, acompañado de Mercy, Hilva, mi comadre Sofía Cotes y Cilia Valle con Diomar Barbosa, Gonzalo Meza y Uldarico Serrano; al poco tiempo desapareció, pero Toño también nos dejó La Librería Departamental, que está ahí y hace parte de la historia vallenata moderna.

Enrique Manuel Orozco Martínez, fundó el elegante y famoso Restaurante Ova Ova, y me intrigó el nombre y pensé que era un apóstrofe del apellido Ovalle, pero no, sencillamente me dijo Enrique significaba Orozco Vasconcellos, el apellido de Margoth, para esa época su señora, ese era un elegante repito sitio donde el buen vino, el queso azul y de otros colores, finos mariscos y exóticos peces reinaban y cuyo principal consumidor era Kike, para quien la yuca con queso o la malanga también con queso pero rayao no es comida.

Ahora apareció LAOS y también pensé en un acrónimo, pero no pude armarlo por ninguna parte y al indagar encontré que es el nombre de un pequeño país comunista, que no tiene mar, vecino de la China que tiene el encanto y el embrujo del lejano Oriente.

El propósito de su fundador y propietario es que nos volvamos Laosianos y acudamos al elegante, ese sí elegante y exclusivo, fuera de serie Restaurante-Bar a deleitarnos comiendo un rico Khao Niau, que no es otra cosa que un arroz volao, un Lap, un Lap cin, Lap Pa o Lap Kung (carne, pescado, langostino y camarones respectivamente) o un Ping Kai (pollo asao), con aromas diferentes, embrujadores y afrodisíacos, acompañado con un Khau Sankañaa (arroz de coco) o Khan Niau (arroz de fríjol cabecita negra) con un Mak Kuai (plátano asao), todo esto aderezado con el esplendor y misterio oriental con sus espumosas bebidas y fino whisky.

Todavía no me he deleitado con sus platos, ni he sentido el rigor de sus precios, pero me dicen que son deliciosos los primeros y moderados los segundos y que se puede repetir la ida, pero lo que sí sé, es que Toño Maya, su propietario, echó el resto, le puso plana a los vallenatos e hizo un establecimiento que Ventian, capital de Laos, o Pakse segunda ciudad, no lo tienen ni por el carajo y sí no lo creen, vayan y vean para ver si digo mentiras o me quedé corto.