Siempre he considerado que las marchas sociales son importantes siempre y cuando su finalidad sea lograr un gran impacto ante la opinión pública y al mismo tiempo, se pueda conseguir su objetivo.
Por Alberto Herazo Palmera
Siempre he considerado que las marchas sociales son importantes siempre y cuando su finalidad sea lograr un gran impacto ante la opinión pública y al mismo tiempo, se pueda conseguir su objetivo.
En lo que sí no estoy de acuerdo es en los bloqueos o paros violentos que terminen en actos de vandalismo. Bien hace nuestro Presidente en no aceptar las presiones, a través de vías de hecho.
Mucho se ha dicho y analizado sobre la conveniencia y utilidad de las marchas sociales. Hay quienes opinan que muchas de estas marchas aglutinan la repugnancia que genera la violencia indiscriminada.
Para un observador con independencia, las marchas ciudadanas enmarcan innumerables sentimientos contra la anormalidad cotidiana, que ha sentado orondamente sus reales en nuestro país.
Se marcha también para que, en síntesis, se acabe el injusto y macabro alter –ego de los grupos que consideran tener el dominio por el terror y, de contera, constituirse en jueces y verdugos de la gran masa inerme de ciudadanos que estoicamente lo hemos venido soportando.
Se marcha para que el inmenso aparato constitucional extienda la necesidad inmediata de autopurificarse. Se marcha para que el grupo de jóvenes que terminan su preparación académica tengan una oportunidad para demostrar sus capacidades y realizar sus sueños.
Se marcha en contra de los abogados deshonestos que abundan en Valledupar, para que el profesor enseñe. Se marcha para que el Ejército y la Policía vigilen, defiendan y nos den seguridad. Se marcha para que el arquitecto e ingeniero construya con honradez y técnica, para que algunos funcionarios no soliciten el 10% o el 20%, se marcha en contra de la inseguridad, por un mejor servicio de energía eléctrica y finalmente, para que el comerciante no altere sus precios.
En fin, sería innumerable el listado del clamor ciudadano que se expresan en las marchas, pero que puede resumirse en la frase de dos pensadores: Fernando Savater, al afirmar que el predominio de la fuerza debe de estar en manos del Estado para reprimir, represar o evitar las anomalías sociales; y la del maestro Echandía, al término de la noche aciagas de la violencia, para que en Colombia se pueda volver a pensar de noche.
Como es mi costumbre, manejaré otros temitas, por ejemplo: el POT tiene muchos enemigos, hay mucho gato encerrado, investiguen bien y verán que sale a relucir el factor interés o el factor dinero. Si usted, amigo lector, está interesado que haya seguridad en la ciudad, le sugiero a la Policía una alianza con la comunidad y la seguridad privada.
Sería bueno que la Policía dé a conocer la ubicación de los cuadrantes y que dichos cuadrantes rindan cuenta a la comunidad. ¿Quién arreglará ese desorden de las motos? Ojalá que la Secretaría de Tránsito termine por educar a estos maleducador y comiencen a poner sanciones severas a esa indisciplina y desorden.
Siempre he considerado que las marchas sociales son importantes siempre y cuando su finalidad sea lograr un gran impacto ante la opinión pública y al mismo tiempo, se pueda conseguir su objetivo.
Por Alberto Herazo Palmera
Siempre he considerado que las marchas sociales son importantes siempre y cuando su finalidad sea lograr un gran impacto ante la opinión pública y al mismo tiempo, se pueda conseguir su objetivo.
En lo que sí no estoy de acuerdo es en los bloqueos o paros violentos que terminen en actos de vandalismo. Bien hace nuestro Presidente en no aceptar las presiones, a través de vías de hecho.
Mucho se ha dicho y analizado sobre la conveniencia y utilidad de las marchas sociales. Hay quienes opinan que muchas de estas marchas aglutinan la repugnancia que genera la violencia indiscriminada.
Para un observador con independencia, las marchas ciudadanas enmarcan innumerables sentimientos contra la anormalidad cotidiana, que ha sentado orondamente sus reales en nuestro país.
Se marcha también para que, en síntesis, se acabe el injusto y macabro alter –ego de los grupos que consideran tener el dominio por el terror y, de contera, constituirse en jueces y verdugos de la gran masa inerme de ciudadanos que estoicamente lo hemos venido soportando.
Se marcha para que el inmenso aparato constitucional extienda la necesidad inmediata de autopurificarse. Se marcha para que el grupo de jóvenes que terminan su preparación académica tengan una oportunidad para demostrar sus capacidades y realizar sus sueños.
Se marcha en contra de los abogados deshonestos que abundan en Valledupar, para que el profesor enseñe. Se marcha para que el Ejército y la Policía vigilen, defiendan y nos den seguridad. Se marcha para que el arquitecto e ingeniero construya con honradez y técnica, para que algunos funcionarios no soliciten el 10% o el 20%, se marcha en contra de la inseguridad, por un mejor servicio de energía eléctrica y finalmente, para que el comerciante no altere sus precios.
En fin, sería innumerable el listado del clamor ciudadano que se expresan en las marchas, pero que puede resumirse en la frase de dos pensadores: Fernando Savater, al afirmar que el predominio de la fuerza debe de estar en manos del Estado para reprimir, represar o evitar las anomalías sociales; y la del maestro Echandía, al término de la noche aciagas de la violencia, para que en Colombia se pueda volver a pensar de noche.
Como es mi costumbre, manejaré otros temitas, por ejemplo: el POT tiene muchos enemigos, hay mucho gato encerrado, investiguen bien y verán que sale a relucir el factor interés o el factor dinero. Si usted, amigo lector, está interesado que haya seguridad en la ciudad, le sugiero a la Policía una alianza con la comunidad y la seguridad privada.
Sería bueno que la Policía dé a conocer la ubicación de los cuadrantes y que dichos cuadrantes rindan cuenta a la comunidad. ¿Quién arreglará ese desorden de las motos? Ojalá que la Secretaría de Tránsito termine por educar a estos maleducador y comiencen a poner sanciones severas a esa indisciplina y desorden.