Esta semana, un gran compositor, columnista y estudioso de nuestra cultura, miembro de Sayco y conocido en Colombia como El Poeta de Villanueva, mi amigo y pariente Rosendo Romero Ospino, escribió una columna en este medio titulada ‘La anticultura de algunos festivales vallenatos’, columna a la que quiero coadyuvar en esta entrega.
Es verídico que los festivales vallenatos del Cesar y La Guajira han sido históricamente discriminatorios con nuestros compositores y también con nuestros juglares, quienes han llevado y mantenido el folclor en alto durante décadas y son, nada menos que, la savia de la música vallenata.
Desde hace buen tiempo, los festivales vallenatos del Magdalena, Córdoba, Sucre y Bolívar, incluso algunos del interior del país, como los de Nobsa (Boyacá) y Nocaima (Cundinamarca), les vienen haciendo homenajes y contratando a compositores y juglares vallenatos para realizar lo que han llamado encuentros o parrandas de compositores.
En estos eventos, resaltan al compositor, lo hacen sentir lo valioso que es para nuestra música y además le pagan honorarios que significan mucho para ellos. En nuestra región, algunos festivales esporádicamente hacen algo similar, pero no es una constante. En las pocas ocasiones que contratan a los compositores, las tarifas que les ofrecen no son significativas; son solo migajas en comparación con lo que pagan a jóvenes que, por hacerse virales con alguna locura en redes sociales, llaman la atención de los demás jóvenes.
¿Cuánta plata habrán pagado por presentaciones en vivo en El Paso, Cesar, a muchachos intérpretes como Haffit David, y cuánto se habrá ganado en toda su vida Nafer Durán Díaz o su hijo Luis Durán Escorcia en presentaciones en vivo en la cabecera municipal o en sus corregimientos? ¿Cuánto han pagado en Villanueva (La Guajira) a artistas como El Mono Zabaleta o el Churo Díaz y cuánto le han pagado en toda su historia a El Poeta de Villanueva, Rosendo Romero, o al compositor José Alberto “Beto” Murgas, por solo mencionar dos de nuestros juglares?
El adagio popular que afirma que nadie es profeta en su pueblo se aplica a raja tabla en estos casos. Los alcaldes y la misma gente de los pueblos no aprecian las riquezas culturales y el talento que tienen con sus personajes nativos que han hecho historia en la música, pero sí pagan millones a artistas de fama efímera.
Quisiera saber cuántos compositores reconocidos, nacidos o residentes en Fonseca, La Guajira, fueron contratados en la versión 51 del Festival del Retorno que acaba de finalizar. En Nocaima (Cundinamarca) le hicieron recientemente un homenaje y contrataron a la dinastía Romero, y estos juglares fueron el grupo principal que engalanó la 10.ª versión del Festival Panche de Acordeones.
En la cuarta versión del festival Un Canto al Río, que se realizó en Valledupar a orillas del río Guatapurí el pasado fin de semana, presentamos un pequeño encuentro de compositores con Mateo Torres y Sergio Moya Molina, alternando con Checha Blanco e Isaac Calvo. El público quedó feliz y a nosotros nos hubiera gustado haberles pagado una tarifa mayor, pero así es la vida: quienes tenemos ganas de resaltar a nuestros juglares no tenemos los recursos.
Colofón: Un éxito rotundo fue el conversatorio ‘Río Guatapurí, más allá de la línea negra’ realizado el viernes 29 de agosto en el auditorio principal de la Universidad Popular del Cesar, sede Hurtado. Ponentes como Tomas Darío Gutiérrez, Rodolfo Quintero Romero, los profesores Yim Rodríguez, José Mauricio Pérez y el mamo arhuaco Mey Jawin analizaron buena parte de los problemas de nuestra riqueza hídrica. Mas de cuatrocientas personas colmaron el auditorio y participaron de la iniciativa de Un Canto al Río.
Por: Jorge Naín Ruiz Ditta.












