Por Julio Oñate Martínez
Una vez que el acordeón desembarcó en los diferentes puertos del Caribe colombiano y en algunos fluviales sobre el río Magdalena, el comercio del instrumento en nuestro suelo ha tenido, desde entonces, una gran preponderancia por sus diferentes modelos y marcas de fabricación, ante una demanda que nunca ha dejado de crecer debido a que su sonido encantador, sus bonitos diseños y su bajo costo lo han hecho fácilmente asequible para la gente del pueblo.
El maestro Pacho Rada, nacido en 1907, señalaba que desde que comenzó a gatear ya manoseaba el acordeón de su padre y una vez cumplió sus 10 años el viejo le regaló un acordeoncito marca Koch alemán, de una hilera cuyo costo fue de 7 pesos, corría el año 1917. Esto nos da alguna idea de lo que pudieron valer los primeros instrumentos que llegaron por aquí posiblemente hacía 1855.
El inolvidable Emiliano Zuleta Baquero con mucha precisión recordaba en 1938 un acordeón de un teclado costaba doce pesos en Manaure donde el papá de Carlos Araque, personaje dedicado por años al comercio de estos aparatos.
El precio de los acordeones subía a un ritmo normal, pero el capítulo de la segunda guerra mundial propició una ruptura en la fabricación de estos ya que los países productores abandonaron su manufactura para darle prioridad a sus necesidades bélicas y con la consecuente escasez de instrumento su valor se disparó.
El mejor testimonio al respecto no los da ‘El Negro’ Alejandro Durán, cuando en 1948 compró su primer acordeón ya de dos hileras en cuarenta pesos. Él lo mantenía en una mochila colgado en el campamento de la hacienda “Las Cabezas” donde laboraba y para que no se lo necearan compuso un merengue donde advertía:
Le digo a mis amiguitos
Lo voy a decí en la prensa
No me le tienten los pitos
Vean que me costó cuarenta
En 1955 ‘Chema’ Martínez, el hermano del Pollo Vallenato, compró su primer acordeón ‘Guacamayo’ en el puerto fluvial El Banco en cincuenta y cinco pesos. A finales de esta década llegaron los Honner Tres Coronas de tres hileras, que se compraban a ochocientos pesos y ya en 1960 subieron a mil doscientos.
Cuando Emilianito Zuleta se fue a estudiar a Tunja en 1962 se llevó un Tres Coronas que había adquirido en Villanueva donde Pedro Emilian, quien los traía desde Aruba. Le costó dos mil pesos, por ser a crédito.
En Fundación, Magdalena. En 1975, Genito Andrade le obsequió a Luis Enrique Martínez un acordeón que costó siete mil pesos y ya diez años más tarde el precio había subido hasta setenta mil. Fueron los años en que el precio aumentó vertiginosamente, por efecto de la bonanza marimbera, el boom de las agrupaciones vallenatas y los festivales de acordeón que generaron un masivo movimiento hacía el fuelle y así rápidamente el precio superó la barrera del millón de pesos.
Actualmente, el costo de los acordeones importados es de dos millones cuatrocientos mil pesos, el cual ha permanecido estable gracias a los que se producen en el país a un costo mucho menor por parte de nuestros brillantes artesanos entre los cuales vale la pena destacar a José Luis Sierra con sus revolucionarios modelos registrados con la marca Mileto. Sólo falta que en Colombia industrialicemos el acordeón y salgamos a conquistar el mundo.












