Entre 2002 y 2019 el Cesar bajó 10.2 puntos porcentuales su pobreza monetaria, a razón de -1.06 % promedio anual. Si esta tendencia se mantiene, para alcanzar la tasa de 20.4 el Cesar necesitaría 88 años (22 periodos de gobierno).
En el 2020, el Cesar celebró sus 53 años como ente departamental y es necesario evaluar su accionar público y privado desde la mirada de algunos indicadores básicos representativos de lo económico y lo social en comparación con algún departamento líder o testigo, y frente al país, como también la comparación de su capital. Es la única forma de saber cómo estamos y si vale la pena celebrar.
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En los primeros años de su creación, el Cesar tuvo una dirigencia cívica y político-económica que le imprimió bríos, entusiasmo y empoderamiento que contagiaban; se acuñó el concepto de “departamento piloto” y así lo creíamos. Para esas calendas, el sector agropecuario era dinámico y gran generador de empleo, y por años fue nuestra insignia. Valledupar llegó a ser la capital algodonera de Colombia, amén de un gran productor de arroz; antes de la fiebre del algodón, nuestro hato ganadero era de los más grandes del país, faro de nuestra economía; más, la fiebre algodonera que inundó de pesticidas y maquinaria pesada nuestro campo y ambiente, alteró nuestra lógica económica que se ralentizó, sobreviniendo una profunda crisis pese a que se decía que el algodón era el oro blanco.
En la década de 1970 comenzó la caída de los precios del algodón y en la siguiente ya se sentía el estancamiento de la economía, amén del daño ecológico que este cultivo produjo en todo el Cesar sin haber producido el valor agregado esperado a la riqueza tradicional. Hoy, el desierto está presente en la mitad de su territorio.
Desde 1995 comienza la ilusión por el carbón como tabla de salvación pero, contrariamente, las condiciones de vida empiezan a decaer porque las regalías, pese a su abundancia, no han producido el impacto esperado, al menos, así lo dicen los indicadores. Sus resultados han sido efímeros, como ganarse una lotería que ilusionó a propios y extraños; gentes de otras regiones llegaron al Cesar, en especial a Valledupar, diluyendo la vallenatía, forzando el crecimiento demográfico y encareciendo la calidad en la prestación de los servicios públicos. Y ahora, como dijo Escalona, ¿para dónde irá a ganarse la vida el ‘Tite’ Socarrás?
Las instituciones, así como los seres vivos, también tienen su patología, síntomas (indicadores) y tratamientos. La planificación consiste en detectar esas manifestaciones, gestionar y asignar los recursos necesarios mínimos. Un buen gobernante debe definir qué sectores de su región o localidad son estratégicos y cuales prioritarios, y determinar cuánto cuesta bajar o subir un punto porcentual en cada uno de estos.
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El objetivo de este trabajo es mostrar cómo nos ha ido cómo departamento en materia social y económica. Por cuestiones de espacio solo tomaremos los indicadores más sensibles. En lo económico analizaremos el PIB y la pobreza monetaria. En lo social incluiremos las tasas de mortalidad infantil, la materna y la de desnutrición de la niñez. Con conocer estos tres sabemos cuál es la calidad de vida de un país, región o localidad. Pero, además, los resultados los mostraremos por periodos de gobierno para diferenciar el desempeño de cada uno de estos, tanto a nivel departamental como de Valledupar. La metodología consiste en comparar cómo cada mandatario encontró los indicadores referidos y cómo los dejó.
Lo primero es medir el comportamiento de la economía a través del PIB. Si bien este indicador no da cuentas de la calidad de vida de un pueblo porque esta riqueza podría estar concentrada en pocas manos, sí podría hablarnos de un potencial de desarrollo. El PIB podría depender, fundamentalmente, de cuatro factores: 1) el saber, lo primero; 2) la capacidad emprendedora del sector privado y de su gente; 3) las políticas gubernamentales, y 4) las condiciones naturales del lugar. El PIB, en términos claros, nos dice qué tan rico es un país, región o localidad, pero no su gente.
Los datos disponibles dicen que la media del PIB real del Cesar, entre 1985 y 1990, época previa a la minería, representó el 2.53 % del país, y entre 1991 y 1998 el 2.74 %. Esta distribución y comportamiento porcentual entre 2005 y 2019 (preliminar), a precios constantes de 2015, se muestra en la gráfica N°1. Ahí se concluye que el peso de la economía del Cesar ha tenido un comportamiento vegetativo y de resignación, esto es, no se han presentado cambios significativos de ruptura.
Entre 2005 y 2019, el PIB del Cesar estuvo entre el 1.87 y el 2.01 % y posicionándose siempre su tamaño entre el 10° y el 12° puesto entre 23 secciones departamentales. Esto indica que el Cesar tiene con qué responder pero no ha sabido hacerlo, porque no ha tenido mucho saber, y quizás poca voluntad y civismo. ¿Quiénes han fallado? ¿Sus dirigentes? ¿Sus gobernantes? ¿Políticas nacionales?
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Pero, ¿cuáles son las ramas de las actividades económicas que han incidido con mayor fuerza en el PIB departamental? Son cuatro, en orden jerárquico: la minería, el comercio al por mayor, la ganadería y afines, y la industria, aunque la rama conocida como administración pública y defensa ha tenido mayor peso que la misma industria manufacturera, siendo una actividad del gobierno.
La primera observación sobre el comportamiento del PIB por ramas es que cuatro de ellas han representado, en promedio, más del 63 % de la actividad económica del Cesar y una de ellas, la minería, el 36.2 % del total (casi todos los huevos en la misma canasta). El segundo comentario es que mientras el PIB minero creció en el periodo, a una tasa media anual de 1.45 %, el sector primario decreció 3.87 % anual.
Por otro lado, la industria tuvo una caída promedia anual de 1.64 %. Por muchos años en el Cesar no se instala una nueva factoría y más bien, algunas de las que existían se fueron. También, el comercio al por mayor tuvo una caída de 0.54 % anual. (Los cálculos son míos). Esto indica que la minería no desencadena efectos transversales en otras ramas de la actividad económica. Esto explica por qué el Cesar registra una de las mayores cifras de desempleo del país. El comportamiento porcentual por ramas se muestra en la figura 2.
El comercio al por mayor aporta, en promedio, más del 13 % de las actividades económicas amén de ser unos de los mayores generadores de empleos en el Cesar y pese a tener una tasa negativa de crecimiento.
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Uno de los problemas del Cesar es su poca capacidad para generar empleo; existen unos estándares a nivel nacional que nos indican hacia dónde deberíamos orientar nuestra economía. Solo hay que mirar la relación existente entre el porcentaje del PIB de cada una de las ramas de la actividad económica y el respectivo porcentaje de empleo generado por ellas. Ejemplo, a nivel nacional, cada punto del PIB sector primario genera 2.76 puntos porcentuales de empleo, mientras que el 1 % del PIB minero solo aporta 0.09 % de empleo. Con esta información sabemos qué ramas debemos incentivar con miras a la generación de empleo. Con cifras del 2018, mostramos esta relación. Ver tabla 1. (Los cálculos son míos).
Del comportamiento redistributivo de las actividades económicas podemos saber cómo viven los pueblos involucrados. Una de las medidas es la tasa de pobreza monetaria que ocurre cuando un hogar no tiene la capacidad para atender sus necesidades básicas de vivienda, educación, salud y alimentación. Está en función de las políticas públicas y del accionar privado. Las tendencias para el Cesar y Valledupar y sus respectivos testigos se muestran en los gráficos 3 y 4. (En los años 2006 y 2007 el DANE no suministró cifras).
Para darnos una idea acerca del camino por recorrer, podemos calcular cuánto tiempo necesitaríamos para llegar a lo que en 2019 era Cundinamarca, con una pobreza monetaria de 20.4 %. Entre 2002 y 2019 el Cesar bajó 10.2 puntos porcentuales su pobreza monetaria, a razón de -1.06 % promedio anual (factor de descenso = 0.989464 anual). Si esta tendencia se mantiene (Cetéris Páribus), para alcanzar la tasa de 20.4, a partir de ahí, el Cesar necesitaría 88 años (22 periodos de gobierno), partiendo de una tasa de 51.7 % de pobreza monetaria.
Por su lado, Valledupar bajó su pobreza monetaria 14.5 puntos porcentuales en igual periodo, a razón de -2.07 % promedio anual (factor de descenso = 0.979671). Para tener la pobreza monetaria de Bogotá, de 12.6 %, correspondiente a 2019, manteniendo las mismas condiciones, Valledupar necesitaría 49 años (más de 12 periodos de gobierno).
El esfuerzo requerido es enorme y no se puede hacer solos; se debe coordinar con Planeación Nacional y el sector productivo, con los cuales se debe estimar una tasa de variación anual para reducir estos tiempos. Por ejemplo, si queremos reducir a 20 años esa meta para Valledupar, cada año deberíamos descender a una tasa de -5.2 %. ¿Cuánto vale ese esfuerzo adicional? Eso lo debe determinar el equipo económico del municipio y de la nación.
Por: Luis Napoleón de Armas.
Entre 2002 y 2019 el Cesar bajó 10.2 puntos porcentuales su pobreza monetaria, a razón de -1.06 % promedio anual. Si esta tendencia se mantiene, para alcanzar la tasa de 20.4 el Cesar necesitaría 88 años (22 periodos de gobierno).
En el 2020, el Cesar celebró sus 53 años como ente departamental y es necesario evaluar su accionar público y privado desde la mirada de algunos indicadores básicos representativos de lo económico y lo social en comparación con algún departamento líder o testigo, y frente al país, como también la comparación de su capital. Es la única forma de saber cómo estamos y si vale la pena celebrar.
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En los primeros años de su creación, el Cesar tuvo una dirigencia cívica y político-económica que le imprimió bríos, entusiasmo y empoderamiento que contagiaban; se acuñó el concepto de “departamento piloto” y así lo creíamos. Para esas calendas, el sector agropecuario era dinámico y gran generador de empleo, y por años fue nuestra insignia. Valledupar llegó a ser la capital algodonera de Colombia, amén de un gran productor de arroz; antes de la fiebre del algodón, nuestro hato ganadero era de los más grandes del país, faro de nuestra economía; más, la fiebre algodonera que inundó de pesticidas y maquinaria pesada nuestro campo y ambiente, alteró nuestra lógica económica que se ralentizó, sobreviniendo una profunda crisis pese a que se decía que el algodón era el oro blanco.
En la década de 1970 comenzó la caída de los precios del algodón y en la siguiente ya se sentía el estancamiento de la economía, amén del daño ecológico que este cultivo produjo en todo el Cesar sin haber producido el valor agregado esperado a la riqueza tradicional. Hoy, el desierto está presente en la mitad de su territorio.
Desde 1995 comienza la ilusión por el carbón como tabla de salvación pero, contrariamente, las condiciones de vida empiezan a decaer porque las regalías, pese a su abundancia, no han producido el impacto esperado, al menos, así lo dicen los indicadores. Sus resultados han sido efímeros, como ganarse una lotería que ilusionó a propios y extraños; gentes de otras regiones llegaron al Cesar, en especial a Valledupar, diluyendo la vallenatía, forzando el crecimiento demográfico y encareciendo la calidad en la prestación de los servicios públicos. Y ahora, como dijo Escalona, ¿para dónde irá a ganarse la vida el ‘Tite’ Socarrás?
Las instituciones, así como los seres vivos, también tienen su patología, síntomas (indicadores) y tratamientos. La planificación consiste en detectar esas manifestaciones, gestionar y asignar los recursos necesarios mínimos. Un buen gobernante debe definir qué sectores de su región o localidad son estratégicos y cuales prioritarios, y determinar cuánto cuesta bajar o subir un punto porcentual en cada uno de estos.
No deje de leer: ¿Cómo le fue a los constructores de Valledupar después del POT del 2015?
El objetivo de este trabajo es mostrar cómo nos ha ido cómo departamento en materia social y económica. Por cuestiones de espacio solo tomaremos los indicadores más sensibles. En lo económico analizaremos el PIB y la pobreza monetaria. En lo social incluiremos las tasas de mortalidad infantil, la materna y la de desnutrición de la niñez. Con conocer estos tres sabemos cuál es la calidad de vida de un país, región o localidad. Pero, además, los resultados los mostraremos por periodos de gobierno para diferenciar el desempeño de cada uno de estos, tanto a nivel departamental como de Valledupar. La metodología consiste en comparar cómo cada mandatario encontró los indicadores referidos y cómo los dejó.
Lo primero es medir el comportamiento de la economía a través del PIB. Si bien este indicador no da cuentas de la calidad de vida de un pueblo porque esta riqueza podría estar concentrada en pocas manos, sí podría hablarnos de un potencial de desarrollo. El PIB podría depender, fundamentalmente, de cuatro factores: 1) el saber, lo primero; 2) la capacidad emprendedora del sector privado y de su gente; 3) las políticas gubernamentales, y 4) las condiciones naturales del lugar. El PIB, en términos claros, nos dice qué tan rico es un país, región o localidad, pero no su gente.
Los datos disponibles dicen que la media del PIB real del Cesar, entre 1985 y 1990, época previa a la minería, representó el 2.53 % del país, y entre 1991 y 1998 el 2.74 %. Esta distribución y comportamiento porcentual entre 2005 y 2019 (preliminar), a precios constantes de 2015, se muestra en la gráfica N°1. Ahí se concluye que el peso de la economía del Cesar ha tenido un comportamiento vegetativo y de resignación, esto es, no se han presentado cambios significativos de ruptura.
Entre 2005 y 2019, el PIB del Cesar estuvo entre el 1.87 y el 2.01 % y posicionándose siempre su tamaño entre el 10° y el 12° puesto entre 23 secciones departamentales. Esto indica que el Cesar tiene con qué responder pero no ha sabido hacerlo, porque no ha tenido mucho saber, y quizás poca voluntad y civismo. ¿Quiénes han fallado? ¿Sus dirigentes? ¿Sus gobernantes? ¿Políticas nacionales?
Lea también: Secretaría de Gobierno de Valledupar inspeccionó el cerro Hurtado
Pero, ¿cuáles son las ramas de las actividades económicas que han incidido con mayor fuerza en el PIB departamental? Son cuatro, en orden jerárquico: la minería, el comercio al por mayor, la ganadería y afines, y la industria, aunque la rama conocida como administración pública y defensa ha tenido mayor peso que la misma industria manufacturera, siendo una actividad del gobierno.
La primera observación sobre el comportamiento del PIB por ramas es que cuatro de ellas han representado, en promedio, más del 63 % de la actividad económica del Cesar y una de ellas, la minería, el 36.2 % del total (casi todos los huevos en la misma canasta). El segundo comentario es que mientras el PIB minero creció en el periodo, a una tasa media anual de 1.45 %, el sector primario decreció 3.87 % anual.
Por otro lado, la industria tuvo una caída promedia anual de 1.64 %. Por muchos años en el Cesar no se instala una nueva factoría y más bien, algunas de las que existían se fueron. También, el comercio al por mayor tuvo una caída de 0.54 % anual. (Los cálculos son míos). Esto indica que la minería no desencadena efectos transversales en otras ramas de la actividad económica. Esto explica por qué el Cesar registra una de las mayores cifras de desempleo del país. El comportamiento porcentual por ramas se muestra en la figura 2.
El comercio al por mayor aporta, en promedio, más del 13 % de las actividades económicas amén de ser unos de los mayores generadores de empleos en el Cesar y pese a tener una tasa negativa de crecimiento.
No deje de leer: El consejo de Silvestre Dangond a Elder Dayán
Uno de los problemas del Cesar es su poca capacidad para generar empleo; existen unos estándares a nivel nacional que nos indican hacia dónde deberíamos orientar nuestra economía. Solo hay que mirar la relación existente entre el porcentaje del PIB de cada una de las ramas de la actividad económica y el respectivo porcentaje de empleo generado por ellas. Ejemplo, a nivel nacional, cada punto del PIB sector primario genera 2.76 puntos porcentuales de empleo, mientras que el 1 % del PIB minero solo aporta 0.09 % de empleo. Con esta información sabemos qué ramas debemos incentivar con miras a la generación de empleo. Con cifras del 2018, mostramos esta relación. Ver tabla 1. (Los cálculos son míos).
Del comportamiento redistributivo de las actividades económicas podemos saber cómo viven los pueblos involucrados. Una de las medidas es la tasa de pobreza monetaria que ocurre cuando un hogar no tiene la capacidad para atender sus necesidades básicas de vivienda, educación, salud y alimentación. Está en función de las políticas públicas y del accionar privado. Las tendencias para el Cesar y Valledupar y sus respectivos testigos se muestran en los gráficos 3 y 4. (En los años 2006 y 2007 el DANE no suministró cifras).
Para darnos una idea acerca del camino por recorrer, podemos calcular cuánto tiempo necesitaríamos para llegar a lo que en 2019 era Cundinamarca, con una pobreza monetaria de 20.4 %. Entre 2002 y 2019 el Cesar bajó 10.2 puntos porcentuales su pobreza monetaria, a razón de -1.06 % promedio anual (factor de descenso = 0.989464 anual). Si esta tendencia se mantiene (Cetéris Páribus), para alcanzar la tasa de 20.4, a partir de ahí, el Cesar necesitaría 88 años (22 periodos de gobierno), partiendo de una tasa de 51.7 % de pobreza monetaria.
Por su lado, Valledupar bajó su pobreza monetaria 14.5 puntos porcentuales en igual periodo, a razón de -2.07 % promedio anual (factor de descenso = 0.979671). Para tener la pobreza monetaria de Bogotá, de 12.6 %, correspondiente a 2019, manteniendo las mismas condiciones, Valledupar necesitaría 49 años (más de 12 periodos de gobierno).
El esfuerzo requerido es enorme y no se puede hacer solos; se debe coordinar con Planeación Nacional y el sector productivo, con los cuales se debe estimar una tasa de variación anual para reducir estos tiempos. Por ejemplo, si queremos reducir a 20 años esa meta para Valledupar, cada año deberíamos descender a una tasa de -5.2 %. ¿Cuánto vale ese esfuerzo adicional? Eso lo debe determinar el equipo económico del municipio y de la nación.
Por: Luis Napoleón de Armas.