Casandro fue un rey de Macedonia, hace 2.300 años, hijo de Antipatro, general de mucha confianza de Alejandro Magno, quien no tuvo inconveniente en matar a Olimpia, la mamá del gran conquistador, encarcelar a Roxana, su viuda y a Alejandro IV su hijo después de derrotar al rey Poliperconte y llegar al poder mediante un golpe de estado.
Casandro fue un rey de Macedonia, hace 2.300 años, hijo de Antipatro, general de mucha confianza de Alejandro Magno, quien no tuvo inconveniente en matar a Olimpia, la mamá del gran conquistador, encarcelar a Roxana, su viuda y a Alejandro IV su hijo después de derrotar al rey Poliperconte y llegar al poder mediante un golpe de estado.
Casandro era cruel y ambicioso y no le temblaba la mano para firmar y ordenar ejecuciones o sentencias de muerte. Fué mucha la gente que mandó a pasar al papayo.
Ese fue el nombre que se le ocurrió al Libertador Simón Bolívar para llamar al “más digno de mis generales”, Francisco de Paula Santander, cuando sus diferencias políticas ideológicas, programáticas, sociales y de faldas se agudizaron. Atrás quedaron las buenas y estrechas relaciones donde a brazo partido, mano a mano, con lealtad y amor patrio libraron las grandes batallas para liberar a Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia del dominio español.
Ahí se confirma que cuando entre las relaciones de amistad, sociales o comerciales, interviene la actividad política, todo se acaba, la política destruye todos los nexos, es diabólica y pone a pelear al marido con la mujer, al padre con el hijo, a los hermanos, al tío con el sobrino y hasta los abuelos con los nietos y para qué hablar de los que fueron grandes amigos, cree uno, antes de meterse en política. Los jefes políticos no son amigos de nadie: el que está con ellos es bueno, los demás no sirven.
Mientras Bolivar vivió, la grandeza de nuestro héroe nacional estuvo opacada, siempre fue su subalterno, su segundo en el ejecutivo, el eterno vicepresidente que solo después de la muerte del Libertador fue presidente titular y se dio el lujo de hacerse elegir en el destierro a que lo sometió Bolivar cuando le cambió la pena de muerte por el exilio, por su participación, no probada, de los censurables hechos de la noche del 25 de septiembre de 1830, la horrible Noche septembrina, cuando un grupo de santanderistas atentaron contra la vida del genio de América.
Era Santander un gran militar, guapo en pinta y en el campo de batalla, parecido a Casandro en su decisión cruel para mandar a fusilar pero dotado de grandes conocimientos jurídicos sin duda fue el segundo hombre de la independencia, pero el primero de los colombianos, le seguía Urdaneta que fue presidente de facto y era venezolano y tal vez el más leal de todos al Libertador.
Bolívar pensó muchas veces, pero nunca lo hacía, de ahí no pasaba, en renunciar al poder y como única alternativa para reemplazarlo, tenía a Santander y así se lo dijo una vez: “Lo dejo a usted que es otro yo y quizás mejor que yo ” ,y fue él, Bolívar, quien lo distinguió con el honroso título de ‘El Hombre de las Leyes’ y él se autodenominó ‘El Hombre de las Tempestades’ otro título que dio a Sucre su consentido, creo que ‘El Hombre de La Paz’.
Murió Bolívar obsesionado con Casandro, el gran general Francisco de Paula Santander, enemigo acérrimo con quien compartió los días más grandes de la gloria que lo rodeó. Eso solo lo puede conseguir la pelea del poder en los laberintos de la política tenebrosa. Ya está bueno de pleitos, no imitemos a Bolívar y a Santander y busquemos a Sucre.
Por: José M Aponte M.
Casandro fue un rey de Macedonia, hace 2.300 años, hijo de Antipatro, general de mucha confianza de Alejandro Magno, quien no tuvo inconveniente en matar a Olimpia, la mamá del gran conquistador, encarcelar a Roxana, su viuda y a Alejandro IV su hijo después de derrotar al rey Poliperconte y llegar al poder mediante un golpe de estado.
Casandro fue un rey de Macedonia, hace 2.300 años, hijo de Antipatro, general de mucha confianza de Alejandro Magno, quien no tuvo inconveniente en matar a Olimpia, la mamá del gran conquistador, encarcelar a Roxana, su viuda y a Alejandro IV su hijo después de derrotar al rey Poliperconte y llegar al poder mediante un golpe de estado.
Casandro era cruel y ambicioso y no le temblaba la mano para firmar y ordenar ejecuciones o sentencias de muerte. Fué mucha la gente que mandó a pasar al papayo.
Ese fue el nombre que se le ocurrió al Libertador Simón Bolívar para llamar al “más digno de mis generales”, Francisco de Paula Santander, cuando sus diferencias políticas ideológicas, programáticas, sociales y de faldas se agudizaron. Atrás quedaron las buenas y estrechas relaciones donde a brazo partido, mano a mano, con lealtad y amor patrio libraron las grandes batallas para liberar a Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia del dominio español.
Ahí se confirma que cuando entre las relaciones de amistad, sociales o comerciales, interviene la actividad política, todo se acaba, la política destruye todos los nexos, es diabólica y pone a pelear al marido con la mujer, al padre con el hijo, a los hermanos, al tío con el sobrino y hasta los abuelos con los nietos y para qué hablar de los que fueron grandes amigos, cree uno, antes de meterse en política. Los jefes políticos no son amigos de nadie: el que está con ellos es bueno, los demás no sirven.
Mientras Bolivar vivió, la grandeza de nuestro héroe nacional estuvo opacada, siempre fue su subalterno, su segundo en el ejecutivo, el eterno vicepresidente que solo después de la muerte del Libertador fue presidente titular y se dio el lujo de hacerse elegir en el destierro a que lo sometió Bolivar cuando le cambió la pena de muerte por el exilio, por su participación, no probada, de los censurables hechos de la noche del 25 de septiembre de 1830, la horrible Noche septembrina, cuando un grupo de santanderistas atentaron contra la vida del genio de América.
Era Santander un gran militar, guapo en pinta y en el campo de batalla, parecido a Casandro en su decisión cruel para mandar a fusilar pero dotado de grandes conocimientos jurídicos sin duda fue el segundo hombre de la independencia, pero el primero de los colombianos, le seguía Urdaneta que fue presidente de facto y era venezolano y tal vez el más leal de todos al Libertador.
Bolívar pensó muchas veces, pero nunca lo hacía, de ahí no pasaba, en renunciar al poder y como única alternativa para reemplazarlo, tenía a Santander y así se lo dijo una vez: “Lo dejo a usted que es otro yo y quizás mejor que yo ” ,y fue él, Bolívar, quien lo distinguió con el honroso título de ‘El Hombre de las Leyes’ y él se autodenominó ‘El Hombre de las Tempestades’ otro título que dio a Sucre su consentido, creo que ‘El Hombre de La Paz’.
Murió Bolívar obsesionado con Casandro, el gran general Francisco de Paula Santander, enemigo acérrimo con quien compartió los días más grandes de la gloria que lo rodeó. Eso solo lo puede conseguir la pelea del poder en los laberintos de la política tenebrosa. Ya está bueno de pleitos, no imitemos a Bolívar y a Santander y busquemos a Sucre.
Por: José M Aponte M.