A la baja precipitación se suma una deuda histórica de las entidades públicas con los agricultores: un sistema de riego, lo cual ha impedido que aumente la competitividad del sector.
Producir arroz es una zona Caribe seco como el norte del Cesar y sur de La Guajira es un desafío gigante. Principalmente porque el arroz es uno de los cultivos que mayor cantidad de agua demanda, y esta es una zona de pocas precipitaciones y gran estrés hídrico.
Sin embargo, en ese trabajo están cientos de sembradores que encontraron en la planta de almacenamiento, secamiento y trilla de Fedearroz un punto estratégico para no sufrir los embates de uno de los mercados más complejos del sector agrícola.
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“Esta es una planta de almacenamiento como para 300 o 400 hectáreas, cuando solo contando la zona de Badillo y Valencia de Jesús hay más de 2.000 hectáreas. La solución es más almacenamiento, pero no bodega, sino silos con capacidad para 1.000 toneladas. Planeamos construir dos silos para añadir al menos 2.000 toneladas”, indicó el ingeniero Carlos Ríobueno.
Con dos ciclos al año, semestre A, la siembra va de marzo hasta julio, y semestre B, que va de julio a octubre, muchos arroceros del departamento almacenan temporalmente su producción hasta que mejoren los precios.
En el Cesar, según el último censo, existen más o menos 20.000 hectáreas de arroz sembradas, principalmente en los corregimientos de Valledupar, como Badillo, Valencia de Jesús, y en la zona sur: Aguachica, San Alberto y San Martín. En el centro del departamento aún hay cosechas, sin embargo, la minería les restó importancia.
Actualmente, el gremio de arroceros tiene como principal objetivo vender el producto con valor agregado, empacado con marcas locales o de Fedearroz. “La idea es que el comerciante no deje de ser dueño del arroz: que en la planta seque su arroz, lo procese y lo venda, en la presentación que ellos decidan. Cuando vendemos el arroz sin empacar otro es el que se gana el valor agregado. Esa plusvalía entraría a las arcas del agricultor si lo empaca. Más o menos crecería el ingreso en un 20 %”, señaló el ingeniero Carlos Ríobueno.
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“No es tanto afanarse por guardar, sino por alcanzar los canales de comercialización para nosotros tener salida. Una de las fortalezas de nosotros es la calidad de nuestro producto. Planteamos sacar arroz a las Islas Antillanas, que antes las surtía el gobierno venezolano. Se sabe que hay un espacio”, agregó por su lado Alma Castro, presidente del Comité Seccional Fedearroz Cesar-Guajira.
En ese sentido se ha hablado de que es factible sacar un arroz con denominación de origen porque el arroz vallenato “tiene calidad para competir en cualquier mercado”. Aplicarle denominación facilitaría la exportación.
En la mayoría, si no en todos los diálogos con los agricultores del departamento, aparece la queja interna por la falta de asociatividad, el individualismo a la hora de producir y vender, lo cual es un gran problema en el mercado del arroz por las condiciones que impone.
“No es lo mismo que se llegue con 100 toneladas al mercado, que salir con 2.000 toneladas de arroz, apoyado en una cooperativa, lo cual le da poder para negociar”, agregó el ingeniero Ríobueno. “El llamado a los agricultores es que se organicen, comercializar el arroz unidos, porque aumentando el volumen, aumenta el poder de negociación”, señaló por su lado Jairo Chimá, director ejecutivo de Fedearroz para la seccional Valledupar y Fundación, Magdalena.
“Si no se le da el valor agregado a lo que producimos, seguiremos siendo agricultores primitivos. Nosotros recién hablamos de la posibilidad de vender arroz paddy seco, ya en el interior del país llevan años. Queremos darle el valor agregado, porque si no siempre seremos los más débiles de la cadena”, sostuvo Alma Castro.
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A la baja precipitación se suma una deuda histórica de las entidades públicas con los agricultores: un sistema de riego, lo cual ha impedido que aumente la competitividad del sector. Por eso, al norte del departamento se aplica un riego de concesión (a veces cuestionado, sobre todo en verano), donde cada productor hace su concesión de los ríos ante Corpocesar.
Por eso los agricultores del departamento son tan frágiles ante las inclemencias del clima. Además que los ríos son de invierno: sin precipitación no corren al nivel necesario. “Tenemos que esperar que llueva para poder suministrar el riego. Si tuviéramos la represa Los Besotes pudiéramos sembrar muchas más áreas”, concluyó Chima.
POR: DEIVIS CARO/ EL PILÓN.
A la baja precipitación se suma una deuda histórica de las entidades públicas con los agricultores: un sistema de riego, lo cual ha impedido que aumente la competitividad del sector.
Producir arroz es una zona Caribe seco como el norte del Cesar y sur de La Guajira es un desafío gigante. Principalmente porque el arroz es uno de los cultivos que mayor cantidad de agua demanda, y esta es una zona de pocas precipitaciones y gran estrés hídrico.
Sin embargo, en ese trabajo están cientos de sembradores que encontraron en la planta de almacenamiento, secamiento y trilla de Fedearroz un punto estratégico para no sufrir los embates de uno de los mercados más complejos del sector agrícola.
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“Esta es una planta de almacenamiento como para 300 o 400 hectáreas, cuando solo contando la zona de Badillo y Valencia de Jesús hay más de 2.000 hectáreas. La solución es más almacenamiento, pero no bodega, sino silos con capacidad para 1.000 toneladas. Planeamos construir dos silos para añadir al menos 2.000 toneladas”, indicó el ingeniero Carlos Ríobueno.
Con dos ciclos al año, semestre A, la siembra va de marzo hasta julio, y semestre B, que va de julio a octubre, muchos arroceros del departamento almacenan temporalmente su producción hasta que mejoren los precios.
En el Cesar, según el último censo, existen más o menos 20.000 hectáreas de arroz sembradas, principalmente en los corregimientos de Valledupar, como Badillo, Valencia de Jesús, y en la zona sur: Aguachica, San Alberto y San Martín. En el centro del departamento aún hay cosechas, sin embargo, la minería les restó importancia.
Actualmente, el gremio de arroceros tiene como principal objetivo vender el producto con valor agregado, empacado con marcas locales o de Fedearroz. “La idea es que el comerciante no deje de ser dueño del arroz: que en la planta seque su arroz, lo procese y lo venda, en la presentación que ellos decidan. Cuando vendemos el arroz sin empacar otro es el que se gana el valor agregado. Esa plusvalía entraría a las arcas del agricultor si lo empaca. Más o menos crecería el ingreso en un 20 %”, señaló el ingeniero Carlos Ríobueno.
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“No es tanto afanarse por guardar, sino por alcanzar los canales de comercialización para nosotros tener salida. Una de las fortalezas de nosotros es la calidad de nuestro producto. Planteamos sacar arroz a las Islas Antillanas, que antes las surtía el gobierno venezolano. Se sabe que hay un espacio”, agregó por su lado Alma Castro, presidente del Comité Seccional Fedearroz Cesar-Guajira.
En ese sentido se ha hablado de que es factible sacar un arroz con denominación de origen porque el arroz vallenato “tiene calidad para competir en cualquier mercado”. Aplicarle denominación facilitaría la exportación.
En la mayoría, si no en todos los diálogos con los agricultores del departamento, aparece la queja interna por la falta de asociatividad, el individualismo a la hora de producir y vender, lo cual es un gran problema en el mercado del arroz por las condiciones que impone.
“No es lo mismo que se llegue con 100 toneladas al mercado, que salir con 2.000 toneladas de arroz, apoyado en una cooperativa, lo cual le da poder para negociar”, agregó el ingeniero Ríobueno. “El llamado a los agricultores es que se organicen, comercializar el arroz unidos, porque aumentando el volumen, aumenta el poder de negociación”, señaló por su lado Jairo Chimá, director ejecutivo de Fedearroz para la seccional Valledupar y Fundación, Magdalena.
“Si no se le da el valor agregado a lo que producimos, seguiremos siendo agricultores primitivos. Nosotros recién hablamos de la posibilidad de vender arroz paddy seco, ya en el interior del país llevan años. Queremos darle el valor agregado, porque si no siempre seremos los más débiles de la cadena”, sostuvo Alma Castro.
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A la baja precipitación se suma una deuda histórica de las entidades públicas con los agricultores: un sistema de riego, lo cual ha impedido que aumente la competitividad del sector. Por eso, al norte del departamento se aplica un riego de concesión (a veces cuestionado, sobre todo en verano), donde cada productor hace su concesión de los ríos ante Corpocesar.
Por eso los agricultores del departamento son tan frágiles ante las inclemencias del clima. Además que los ríos son de invierno: sin precipitación no corren al nivel necesario. “Tenemos que esperar que llueva para poder suministrar el riego. Si tuviéramos la represa Los Besotes pudiéramos sembrar muchas más áreas”, concluyó Chima.
POR: DEIVIS CARO/ EL PILÓN.