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Columnista - 15 septiembre, 2013

Ya nos acostumbramos

El columnista José Miguel Alzate se pregunta: “¿Nos estamos acostumbrando los colombianos a vivir con la violencia?” Mi respuesta es: ya nos acostumbramos. Él hace alusión a la más reciente novela de Fernando Soto Aparicio, ‘Agonía de una flor’, sobre una niña mutilada por una mina antipersona.

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Por Mary Daza Orozco

El columnista José Miguel Alzate se pregunta:   “¿Nos estamos acostumbrando los colombianos a vivir con la violencia?” Mi respuesta es: ya nos acostumbramos. Él hace alusión a la más reciente novela de Fernando Soto Aparicio, ‘Agonía de una flor’, sobre una niña mutilada por una mina antipersona.

Y sí, el problema en nuestro país, ante el larguísimo camino de muerte, de desgracia, de dolor, es el acostumbramiento que nos ha llevado a la más cruel indiferencia. Indiferencia ante los que todavía sufren, los que se vieron obligados a dejar sus tierras, desarraigo sin sentido, hasta los que con un luto de por vida lloran a seres de sus entrañas y de sus afectos que terminaron o lanzados a un río o  enterrados en parajes perdidos.

Nos acostumbramos tanto que ya se habla de postconflicto, cuando estamos en pleno conflicto, el que hayan aminorado los estallidos de bombas, los secuestros, y más, no quiere decir que se terminó todo y estemos comenzando a vivir la paz, si  la violencia está latente, la agresividad, el narcotráfico, el sonido retumbante de las botas de los armados no ha cesado, sólo que nos acostumbramos a todo eso.

Lo curioso es que la gente se escandaliza, protesta y se queja de que se escriba tanto sobre la violencia, de que se hagan series televisivas sobre los monstruos que han sido protagonistas del mal, de que se cuenten historias de dolor, pero no es posible por ahora ni por mucho tiempo dejar de tocar ese tema, es como si se pidiera que no se contaran más pasajes, ni si hicieran más películas sobre la Segunda Guerra Mundial, después de tantos años se sigue esculcando entre los escombros añosos del terror para que el mundo no olvide.

Acostumbrarse a la guerra, al conflicto, a la violencia, es lo más terrible que le puede pasar a un pueblo, a nosotros nos pasó, de ahí que sea importante que se escriba, se recuerde en los medios y en el cine la crudeza de lo que se ha vivido y se está viviendo, para podernos sacudir del acostumbramiento y no aceptar que todo ya pasó, para tratar de  que se agigante la impunidad en la justicia, la impunidad en los recuerdos, la impunidad en el alma.

Hay que escribir sin miedo, hay que recordarle a nuestro pueblo la historia cotidiana de desafueros que vive el país, no importa que los críticos se enfurezcan y argumenten que la literatura del país se volvió ‘violenciotemática’, lo importante es sacudirnos, contribuir con lo que podamos a repeler los actos violentos, a repetir el ya basta que tanto se ha gritado.

Y tampoco nos acostumbremos al miedo a denunciar, a escribir,  ya lo dijo el poeta y periodista Julio Daniel Chaparro, víctima joven e inocente de la violencia, como si presintiera su muerte: “Es mejor morir por algo a que te maten por nada”.

Columnista
15 septiembre, 2013

Ya nos acostumbramos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

El columnista José Miguel Alzate se pregunta: “¿Nos estamos acostumbrando los colombianos a vivir con la violencia?” Mi respuesta es: ya nos acostumbramos. Él hace alusión a la más reciente novela de Fernando Soto Aparicio, ‘Agonía de una flor’, sobre una niña mutilada por una mina antipersona.


Por Mary Daza Orozco

El columnista José Miguel Alzate se pregunta:   “¿Nos estamos acostumbrando los colombianos a vivir con la violencia?” Mi respuesta es: ya nos acostumbramos. Él hace alusión a la más reciente novela de Fernando Soto Aparicio, ‘Agonía de una flor’, sobre una niña mutilada por una mina antipersona.

Y sí, el problema en nuestro país, ante el larguísimo camino de muerte, de desgracia, de dolor, es el acostumbramiento que nos ha llevado a la más cruel indiferencia. Indiferencia ante los que todavía sufren, los que se vieron obligados a dejar sus tierras, desarraigo sin sentido, hasta los que con un luto de por vida lloran a seres de sus entrañas y de sus afectos que terminaron o lanzados a un río o  enterrados en parajes perdidos.

Nos acostumbramos tanto que ya se habla de postconflicto, cuando estamos en pleno conflicto, el que hayan aminorado los estallidos de bombas, los secuestros, y más, no quiere decir que se terminó todo y estemos comenzando a vivir la paz, si  la violencia está latente, la agresividad, el narcotráfico, el sonido retumbante de las botas de los armados no ha cesado, sólo que nos acostumbramos a todo eso.

Lo curioso es que la gente se escandaliza, protesta y se queja de que se escriba tanto sobre la violencia, de que se hagan series televisivas sobre los monstruos que han sido protagonistas del mal, de que se cuenten historias de dolor, pero no es posible por ahora ni por mucho tiempo dejar de tocar ese tema, es como si se pidiera que no se contaran más pasajes, ni si hicieran más películas sobre la Segunda Guerra Mundial, después de tantos años se sigue esculcando entre los escombros añosos del terror para que el mundo no olvide.

Acostumbrarse a la guerra, al conflicto, a la violencia, es lo más terrible que le puede pasar a un pueblo, a nosotros nos pasó, de ahí que sea importante que se escriba, se recuerde en los medios y en el cine la crudeza de lo que se ha vivido y se está viviendo, para podernos sacudir del acostumbramiento y no aceptar que todo ya pasó, para tratar de  que se agigante la impunidad en la justicia, la impunidad en los recuerdos, la impunidad en el alma.

Hay que escribir sin miedo, hay que recordarle a nuestro pueblo la historia cotidiana de desafueros que vive el país, no importa que los críticos se enfurezcan y argumenten que la literatura del país se volvió ‘violenciotemática’, lo importante es sacudirnos, contribuir con lo que podamos a repeler los actos violentos, a repetir el ya basta que tanto se ha gritado.

Y tampoco nos acostumbremos al miedo a denunciar, a escribir,  ya lo dijo el poeta y periodista Julio Daniel Chaparro, víctima joven e inocente de la violencia, como si presintiera su muerte: “Es mejor morir por algo a que te maten por nada”.