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Crónica - 4 agosto, 2021

Vuelo literario en el Cesar, con alas de exportación

Hacer un recorrido por el departamento con los nombres de nuestros literatos criollos puede resultar un tanto contraproducente, pues nos exponemos a dejar por fuera a alguien y desde luego la idea no es herir susceptibilidades.

Nidio Quiroz, Esperanza Ramos, Heberth Parodi Pontón, José Atuesta, Martha Navarro Bentham y Wilfrido Rodríguez Orozco.
Nidio Quiroz, Esperanza Ramos, Heberth Parodi Pontón, José Atuesta, Martha Navarro Bentham y Wilfrido Rodríguez Orozco.

El departamento del Cesar se ha convertido en un contexto interesante en los procesos literarios, tanto que sus escritores brillan con luz propia en escenarios internacionales. 

Hoy quiero referirme no solo al proceso virtual global, que se puede medir  desde la posibilidad de hacer encuentros internacionales: ferias de libros y expositores literarios de trayectoria universal; encuentros de declamadores y poetas virtuales con participación de autores de todos los recovecos en diferentes latitudes: España, Italia, Francia, México, Argentina, Brasil, Chile, Perú, Uruguay, Venezuela y muchos países más que descubren y permiten evidenciar  la calidad de nuestros autores. 

Hacer un recorrido por el departamento con los nombres de nuestros literatos criollos puede resultar un tanto contraproducente, pues nos exponemos  a dejar por fuera a alguien y desde luego la idea no es herir susceptibilidades. 

Desde San Alberto hasta el más empinado cerro de Atánquez, Chemesquemena, en un rinconcito del resguardo indígena kankuamo, incluyendo cada municipio del departamento, nos encontramos con gratas sorpresas literarias que aderezan el sentir individual para producir cuentos, crónicas, poesía, narrativas especiales que endulzan de igual manera la oralidad de muchos exponentes de nuestra cultura vernácula; novelas, investigaciones de nuestro folclor y más elementos que generan calidad de gran nivel, local e internacional.

Y aquí hago un punto y aparte para dignificar la labor disciplinada y además  de alto nivel de un gran escritor vallenato, que a pulso y sin mirar para atrás se ha  labrado un camino de gloria, sin dejar de lado,  por supuesto, sudor y lágrimas  en esa labor a veces ingrata. Me refiero a  Wilfrido Rodríguez Orozco, conocido de manera muy familiar como ‘El Negro’. 

Lea también: Rafael Núñez Fontalvo, el don de la lectura

LITERATURA DE EXPORTACIÓN

Wilfrido Rodríguez Orozco es colombiano, vallenato para más señas,   nació  en el barrio San Vicente de la capital del Cesar a finales de la década del setenta  (1978). Ingeniero industrial, especialista en gerencia pública, magíster en economía social y magíster en desarrollo empresarial. Ha publicado las obras literarias: ‘Bajo la retórica del corazón’ (2002); ‘De verdades y fabulaciones’ (2006); ‘El tren de las pasiones colectivas’ (2012) y ‘Metamorfosis de las sombras’ (2018).

Ha obtenido reconocimientos internacionales con algunas de sus obras inéditas: ganador II premio Palíndromus de cuento  (Venezuela, 2021), con el cuento inédito  ‘La tienda’; segundo premio V Certamen Literario ‘Letras líricas de Santiago’ (Tenerife–España, 2021), entre otros.  

AMOR POR LA LITERATURA

“Hubo varias condiciones que favorecieron ese amor por la literatura, y que brindaron condiciones para desenvolverme en este ámbito; primero, ver un padre que leía con avidez diariamente, que amaba los libros, que escribía; mi padre es escritor, ha publicado varios libros de cuentos, varias novelas. Una  madre que me inculcó el amor por los libros, un amor por el estudio; no era usual que un niño a finales de los ochenta o un adolecente a principio de los noventa tuviera dentro de su habitación toda una biblioteca acondicionada, empotrada en su habitación; generalmente  los jóvenes tenían un escritorio o quienes alcanzaron a tener tempranamente un computador lo tenían, pero yo tenía toda una biblioteca en ele, en mi habitación; yo dormía entre libros. Esas condiciones me motivaron a mí también a enamorarme de la lectura y esa relación íntima con otros autores, con otras historias, con otras vidas que uno logra vivir paralelamente cuando lee, creo que de alguna manera fueron desarrollando una  necesidad de expresarme  o fueron desarrollando un vehículo  de expresión que yo sentí que era lo más útil para sublimar ciertas pulsiones de muerte en mi vida”.

LO PRIMERO QUE ESCRIBIÓ

“De las primeras cosas que escribí es precisamente algo que tiene que ver con la interpretación de los sueños; en esa época mi padre me hablaba mucho de esa obra de Sigmund Freud y yo tenía una animadversión, y aún la tengo, por la ratas; entre las primeras cosas que escribí está eso, un cuento en relación con las ratas;  yo tuve un episodio  traumático con las ratas  en mi casa a temprana edad y eso me marcó muchísimo. 

Y otro asunto sobre lo que escribí también  fue una historia detectivesca: ‘Las aventuras del investigador Eduardo Fursem’, recuerdo bien que se llamaba el cuento. Ambos escritos los conservo, por ahí están bastante amarillas esas hojas, a lápiz en letra cursiva, aun los conservo. Y algunos escritos relacionados con la pasión amorosa que se despertaba o que afloraba en la vida de un adolescente como es normal”.

No deje de leer: ¿Es obligatorio que los estudiantes asistan a los colegios de Valledupar?

LA LITERATURA EN EL CESAR

Muchos nombres hay que citar para exaltar esta grata dignificación de la literatura del Cesar, en esta modernidad que permite aflorar como aquellas rosas en un jardín bien cuidado. 

Ejemplo, en el sur en sintonía con el municipio central de esa región, Aguachica,  un trabajo de gestión cultural que se emplaza en los jóvenes de educación media y en estudiantes de la Universidad Popular del Cesar; encuentro de poetas nacionales e internacionales que orienta la excelsa escritora y poeta Esperanza  Ramos Yañez. 

En La Jagua de Ibirico, el profesor Heberth Parodi Pontón; en Curumaní  la poeta Cielo Azul Rodríguez; nos encontramos en Codazzi con Nidio Quiroz Valle y su fundación ‘Árboles azules’ dándole vida  al Festival Internacional de Poetas y encuentro de declamadores Clemencia Tarifa, y ganador del evento 11 del concurso nacional de cuento RCN.

En San Diego toda esa camada de grandes escritores que ha parido el Café literario Vargas Vila;  en Valledupar como embajadora de Chimichagua está Martha Navarro Bentham  con ‘Noches de Arte’; el poeta, decimero y compositor José Atuesta Mindiola,  y muchos otros grandes escritores que dignifican la calidad de la literatura en el Cesar. Hay que seguir trabajando. Sólo Eso.

Por: Eduardo Santos Ortega

Crónica
4 agosto, 2021

Vuelo literario en el Cesar, con alas de exportación

Hacer un recorrido por el departamento con los nombres de nuestros literatos criollos puede resultar un tanto contraproducente, pues nos exponemos a dejar por fuera a alguien y desde luego la idea no es herir susceptibilidades.


Nidio Quiroz, Esperanza Ramos, Heberth Parodi Pontón, José Atuesta, Martha Navarro Bentham y Wilfrido Rodríguez Orozco.
Nidio Quiroz, Esperanza Ramos, Heberth Parodi Pontón, José Atuesta, Martha Navarro Bentham y Wilfrido Rodríguez Orozco.

El departamento del Cesar se ha convertido en un contexto interesante en los procesos literarios, tanto que sus escritores brillan con luz propia en escenarios internacionales. 

Hoy quiero referirme no solo al proceso virtual global, que se puede medir  desde la posibilidad de hacer encuentros internacionales: ferias de libros y expositores literarios de trayectoria universal; encuentros de declamadores y poetas virtuales con participación de autores de todos los recovecos en diferentes latitudes: España, Italia, Francia, México, Argentina, Brasil, Chile, Perú, Uruguay, Venezuela y muchos países más que descubren y permiten evidenciar  la calidad de nuestros autores. 

Hacer un recorrido por el departamento con los nombres de nuestros literatos criollos puede resultar un tanto contraproducente, pues nos exponemos  a dejar por fuera a alguien y desde luego la idea no es herir susceptibilidades. 

Desde San Alberto hasta el más empinado cerro de Atánquez, Chemesquemena, en un rinconcito del resguardo indígena kankuamo, incluyendo cada municipio del departamento, nos encontramos con gratas sorpresas literarias que aderezan el sentir individual para producir cuentos, crónicas, poesía, narrativas especiales que endulzan de igual manera la oralidad de muchos exponentes de nuestra cultura vernácula; novelas, investigaciones de nuestro folclor y más elementos que generan calidad de gran nivel, local e internacional.

Y aquí hago un punto y aparte para dignificar la labor disciplinada y además  de alto nivel de un gran escritor vallenato, que a pulso y sin mirar para atrás se ha  labrado un camino de gloria, sin dejar de lado,  por supuesto, sudor y lágrimas  en esa labor a veces ingrata. Me refiero a  Wilfrido Rodríguez Orozco, conocido de manera muy familiar como ‘El Negro’. 

Lea también: Rafael Núñez Fontalvo, el don de la lectura

LITERATURA DE EXPORTACIÓN

Wilfrido Rodríguez Orozco es colombiano, vallenato para más señas,   nació  en el barrio San Vicente de la capital del Cesar a finales de la década del setenta  (1978). Ingeniero industrial, especialista en gerencia pública, magíster en economía social y magíster en desarrollo empresarial. Ha publicado las obras literarias: ‘Bajo la retórica del corazón’ (2002); ‘De verdades y fabulaciones’ (2006); ‘El tren de las pasiones colectivas’ (2012) y ‘Metamorfosis de las sombras’ (2018).

Ha obtenido reconocimientos internacionales con algunas de sus obras inéditas: ganador II premio Palíndromus de cuento  (Venezuela, 2021), con el cuento inédito  ‘La tienda’; segundo premio V Certamen Literario ‘Letras líricas de Santiago’ (Tenerife–España, 2021), entre otros.  

AMOR POR LA LITERATURA

“Hubo varias condiciones que favorecieron ese amor por la literatura, y que brindaron condiciones para desenvolverme en este ámbito; primero, ver un padre que leía con avidez diariamente, que amaba los libros, que escribía; mi padre es escritor, ha publicado varios libros de cuentos, varias novelas. Una  madre que me inculcó el amor por los libros, un amor por el estudio; no era usual que un niño a finales de los ochenta o un adolecente a principio de los noventa tuviera dentro de su habitación toda una biblioteca acondicionada, empotrada en su habitación; generalmente  los jóvenes tenían un escritorio o quienes alcanzaron a tener tempranamente un computador lo tenían, pero yo tenía toda una biblioteca en ele, en mi habitación; yo dormía entre libros. Esas condiciones me motivaron a mí también a enamorarme de la lectura y esa relación íntima con otros autores, con otras historias, con otras vidas que uno logra vivir paralelamente cuando lee, creo que de alguna manera fueron desarrollando una  necesidad de expresarme  o fueron desarrollando un vehículo  de expresión que yo sentí que era lo más útil para sublimar ciertas pulsiones de muerte en mi vida”.

LO PRIMERO QUE ESCRIBIÓ

“De las primeras cosas que escribí es precisamente algo que tiene que ver con la interpretación de los sueños; en esa época mi padre me hablaba mucho de esa obra de Sigmund Freud y yo tenía una animadversión, y aún la tengo, por la ratas; entre las primeras cosas que escribí está eso, un cuento en relación con las ratas;  yo tuve un episodio  traumático con las ratas  en mi casa a temprana edad y eso me marcó muchísimo. 

Y otro asunto sobre lo que escribí también  fue una historia detectivesca: ‘Las aventuras del investigador Eduardo Fursem’, recuerdo bien que se llamaba el cuento. Ambos escritos los conservo, por ahí están bastante amarillas esas hojas, a lápiz en letra cursiva, aun los conservo. Y algunos escritos relacionados con la pasión amorosa que se despertaba o que afloraba en la vida de un adolescente como es normal”.

No deje de leer: ¿Es obligatorio que los estudiantes asistan a los colegios de Valledupar?

LA LITERATURA EN EL CESAR

Muchos nombres hay que citar para exaltar esta grata dignificación de la literatura del Cesar, en esta modernidad que permite aflorar como aquellas rosas en un jardín bien cuidado. 

Ejemplo, en el sur en sintonía con el municipio central de esa región, Aguachica,  un trabajo de gestión cultural que se emplaza en los jóvenes de educación media y en estudiantes de la Universidad Popular del Cesar; encuentro de poetas nacionales e internacionales que orienta la excelsa escritora y poeta Esperanza  Ramos Yañez. 

En La Jagua de Ibirico, el profesor Heberth Parodi Pontón; en Curumaní  la poeta Cielo Azul Rodríguez; nos encontramos en Codazzi con Nidio Quiroz Valle y su fundación ‘Árboles azules’ dándole vida  al Festival Internacional de Poetas y encuentro de declamadores Clemencia Tarifa, y ganador del evento 11 del concurso nacional de cuento RCN.

En San Diego toda esa camada de grandes escritores que ha parido el Café literario Vargas Vila;  en Valledupar como embajadora de Chimichagua está Martha Navarro Bentham  con ‘Noches de Arte’; el poeta, decimero y compositor José Atuesta Mindiola,  y muchos otros grandes escritores que dignifican la calidad de la literatura en el Cesar. Hay que seguir trabajando. Sólo Eso.

Por: Eduardo Santos Ortega