El 14 de marzo de 2010 es un día histórico y presente en la memoria de la región Caribe, no lo olvidamos ni dejaremos de reclamar lo que 2,5 millones de ciudadanos de esta zona del país gritamos con fuerza y que finalmente el poder central no ha querido escuchar ni promover, se trata de […]
El 14 de marzo de 2010 es un día histórico y presente en la memoria de la región Caribe, no lo olvidamos ni dejaremos de reclamar lo que 2,5 millones de ciudadanos de esta zona del país gritamos con fuerza y que finalmente el poder central no ha querido escuchar ni promover, se trata de la autonomía de los territorios para construir condiciones que hagan posible la paz en Colombia.
Es un reclamo histórico por una razón de libertad política: la ciudadanía Caribe colombiana en forma masiva, independiente de su credo, concepción política, lengua, raza, preferencia sexual o cultural; salió en forma directa a depositar su voto a favor de la autonomía territorial de los departamentos de la región.
Hoy, 14 años después, la ciudadanía Caribe exige que su voto sea respetado y que cese la burla del centralismo político que todos los días, por intermedios de sus gobiernos, se inventan mecanismos que no hacen más que fortalecer el modelo centralista de la organización del poder nacional, en detrimento de la ciudadanía de los departamentos, distritos, municipios y comunidades indígenas.
Las voces de la autonomía territorial no emanan solamente de la ciudadanía de la región Caribe, otros territorios manifiestan su rechazo al modelo centralista que adopta decisiones que deben ser del resorte de la gente y las autoridades de las entidades descentralizadas territoriales.
Bien lo describe Jorge Zalamea en su bella poesía ‘El sueño de las escalinatas’: “¡Crece, crece la audiencia! Que vengan todas las gentes de sudor y de pena de Benares, y que me den todas ellas su venia para citar a los campesinos rebeldes…”.
La audiencia no dejará de crecer porque son voces humanas que desde la profundidad del espíritu exigen que su libertad de autogobierno sea declarada en la Carta Constitucional, y también nos dicen que la deuda de autonomía que tiene el Estado colombiano con la ciudadanía debe ser saldada.
Es inmensa la deuda porque se nos privó del derecho de autogobierno de nuestros asuntos y se nos despojó de los recursos económicos, medioambientales, instituciones y competencias legislativas, fiscales y tributarias para producir nuestra propia legalidad y, lo peor, se cercenó la soberanía que disfrutaban los Estados federales.
Fuimos soberanos para decidir sobre nuestros asuntos, fuimos mayores de edad y decidíamos con autonomía, entendida como lo dice sabiamente el filósofo Immanuel Kant, que la liberad es la manifestación de actuar guiados por nuestra razón. Éramos libres y en 1886 —sin nuestra participación y a nuestras espaldas— nos convirtieron en menores de edad, nos tratan como tal y, lo peor, nos quieren seguir tratando así.
No obstante, no tenemos alma de servidumbre, lo ratifica el Voto Caribe y nuestras conciencias y nos lo recuerdan Miguel de Cervantes Saavedra en ‘El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha’ al decir que: “La libertad, Sancho, es uno de los preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Nuestra lucha no cesa y decimos que para ser libres el modelo de organización del poder en el territorio tiene que ser de autonomía territorial.
Eduardo Verano de la Rosa
El 14 de marzo de 2010 es un día histórico y presente en la memoria de la región Caribe, no lo olvidamos ni dejaremos de reclamar lo que 2,5 millones de ciudadanos de esta zona del país gritamos con fuerza y que finalmente el poder central no ha querido escuchar ni promover, se trata de […]
El 14 de marzo de 2010 es un día histórico y presente en la memoria de la región Caribe, no lo olvidamos ni dejaremos de reclamar lo que 2,5 millones de ciudadanos de esta zona del país gritamos con fuerza y que finalmente el poder central no ha querido escuchar ni promover, se trata de la autonomía de los territorios para construir condiciones que hagan posible la paz en Colombia.
Es un reclamo histórico por una razón de libertad política: la ciudadanía Caribe colombiana en forma masiva, independiente de su credo, concepción política, lengua, raza, preferencia sexual o cultural; salió en forma directa a depositar su voto a favor de la autonomía territorial de los departamentos de la región.
Hoy, 14 años después, la ciudadanía Caribe exige que su voto sea respetado y que cese la burla del centralismo político que todos los días, por intermedios de sus gobiernos, se inventan mecanismos que no hacen más que fortalecer el modelo centralista de la organización del poder nacional, en detrimento de la ciudadanía de los departamentos, distritos, municipios y comunidades indígenas.
Las voces de la autonomía territorial no emanan solamente de la ciudadanía de la región Caribe, otros territorios manifiestan su rechazo al modelo centralista que adopta decisiones que deben ser del resorte de la gente y las autoridades de las entidades descentralizadas territoriales.
Bien lo describe Jorge Zalamea en su bella poesía ‘El sueño de las escalinatas’: “¡Crece, crece la audiencia! Que vengan todas las gentes de sudor y de pena de Benares, y que me den todas ellas su venia para citar a los campesinos rebeldes…”.
La audiencia no dejará de crecer porque son voces humanas que desde la profundidad del espíritu exigen que su libertad de autogobierno sea declarada en la Carta Constitucional, y también nos dicen que la deuda de autonomía que tiene el Estado colombiano con la ciudadanía debe ser saldada.
Es inmensa la deuda porque se nos privó del derecho de autogobierno de nuestros asuntos y se nos despojó de los recursos económicos, medioambientales, instituciones y competencias legislativas, fiscales y tributarias para producir nuestra propia legalidad y, lo peor, se cercenó la soberanía que disfrutaban los Estados federales.
Fuimos soberanos para decidir sobre nuestros asuntos, fuimos mayores de edad y decidíamos con autonomía, entendida como lo dice sabiamente el filósofo Immanuel Kant, que la liberad es la manifestación de actuar guiados por nuestra razón. Éramos libres y en 1886 —sin nuestra participación y a nuestras espaldas— nos convirtieron en menores de edad, nos tratan como tal y, lo peor, nos quieren seguir tratando así.
No obstante, no tenemos alma de servidumbre, lo ratifica el Voto Caribe y nuestras conciencias y nos lo recuerdan Miguel de Cervantes Saavedra en ‘El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha’ al decir que: “La libertad, Sancho, es uno de los preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Nuestra lucha no cesa y decimos que para ser libres el modelo de organización del poder en el territorio tiene que ser de autonomía territorial.
Eduardo Verano de la Rosa