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Columnista - 30 mayo, 2023

Vicky Dávila y Laura Sarabia

La primera es una afamada periodista y directora de la Revista Semana. La segunda es la jefe de despacho presidencial en el gobierno del presidente Gustavo Petro, y ya vienen mencionándola como poderosa jefe de gabinete. Siempre quienes están en este cargo, por su cercanía con el presidente, proclaman una dimensión que no tienen, y obviamente abusan.

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La primera es una afamada periodista y directora de la Revista Semana. La segunda es la jefe de despacho presidencial en el gobierno del presidente Gustavo Petro, y ya vienen mencionándola como poderosa jefe de gabinete. Siempre quienes están en este cargo, por su cercanía con el presidente, proclaman una dimensión que no tienen, y obviamente abusan.

Vicky es una prepotente periodista. Igualmente se considera que tiene inusitada influencia en la opinión pública, obviamente con una legión de detractores y asimismo, de quienes la admiran. Laura empieza a verse también prepotente. Curiosamente así se revela en las fotos tomadas en Semana. Son dos rostros distintos, una más amable que la otra y ambas de baja estatura. La sangre les circula ahí mismo.

Nos imaginamos la mutua tensión de dos mujeres inútilmente soberbias en una entrevista. “No sé. Me siento como en un interrogatorio, en el cual soy la culpable y la señora es la inocente” dijo Laura. Y le riposta Vicky, “Usted sabe que estoy cumpliendo con mi obligación como periodista”. Qué risa.

Los perfiles de periodistas como Vicky se rehúsan a aceptar que las investigaciones penales o de otras áreas del derecho son sustancialmente distintas a las investigaciones periodísticas. Y desde luego, una entrevista o mejor, la formulación de preguntas impone técnicas diferentes, que la señora Dávila ni siquiera mínimamente conoce, porque sus preguntas son siempre sugestivas.

Tampoco Vicky sabe las técnicas de, por ejemplo, “el interrogatorio cruzado del testigo” y sonríe cuando a quien entrevista le saca la respuesta subjetiva que quiere para darle el título sonoro a una noticia alborotada. Mírense las dos fotos -con manos cruzadas de malas maneras- que proponen en Semana de Laura Sarabia y Marelvis Mesa, con el único propósito irónico de la divulgación del episodio. No hay objetividad.

Laura, como se cree infalible, le ofrece una entrevista a la habilidosa Vicky alrededor de un episodio enredado, pero no podía exponerse frente a una periodista contradictoria per se del gobierno de que hace parte, que se origina en la malquerencia de la periodista con el expresidente Juan Manuel Santos, quien respaldó al presidente Petro. Vicky intrínsecamente jamás perdona porque eso hace parte de su protervo ADN.

Si el episodio y la entrevista a Laura fuera fundamentalmente objetivo, el impacto de lo que se relata, aún en sede de investigaciones periodísticas, tuviera mejor estremecimiento alrededor de un acontecimiento ciertamente insólito. Laura sabe que la evidencia poligráfica no tiene valor probatorio en la legislación colombiana, sin embargo, permitió que se le hiciera a Marelvis, la niñera de su hijo.

En Colombia no se admite el polígrafo como medio de prueba, en síntesis, debido “al dramático proceso de instrumentalización a que se somete a la persona, de quien se extraen mediciones tomadas del monitoreo de las reacciones del sistema nervioso autónomo, para convertir al propio individuo en instrumento de corroboración de una verdad a la que debe llegar la administración de justicia con absoluto respeto por la dignidad humana”.

Los ́juristas ́ Vicky Davila ora Daniel Coronel, por ejemplo, no tienen minúscula idea de la persuasión racional para valoración de las pruebas, sin embargo, proponen apreciaciones intuitivas para pretender que se les dé credibilidad o verosimilitud a quienes entrevistan, conforme a sus propios intereses en la noticia, y en sus opiniones. Laura no ha debido enredarse en la forma de enfrentar un episodio doméstico, empero, solo es el reflejo del abuso del poder por quien aún no tiene trayectoria para estar en las alturas. Pura imprudencia.

Columnista
30 mayo, 2023

Vicky Dávila y Laura Sarabia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hugo Mendoza

La primera es una afamada periodista y directora de la Revista Semana. La segunda es la jefe de despacho presidencial en el gobierno del presidente Gustavo Petro, y ya vienen mencionándola como poderosa jefe de gabinete. Siempre quienes están en este cargo, por su cercanía con el presidente, proclaman una dimensión que no tienen, y obviamente abusan.


La primera es una afamada periodista y directora de la Revista Semana. La segunda es la jefe de despacho presidencial en el gobierno del presidente Gustavo Petro, y ya vienen mencionándola como poderosa jefe de gabinete. Siempre quienes están en este cargo, por su cercanía con el presidente, proclaman una dimensión que no tienen, y obviamente abusan.

Vicky es una prepotente periodista. Igualmente se considera que tiene inusitada influencia en la opinión pública, obviamente con una legión de detractores y asimismo, de quienes la admiran. Laura empieza a verse también prepotente. Curiosamente así se revela en las fotos tomadas en Semana. Son dos rostros distintos, una más amable que la otra y ambas de baja estatura. La sangre les circula ahí mismo.

Nos imaginamos la mutua tensión de dos mujeres inútilmente soberbias en una entrevista. “No sé. Me siento como en un interrogatorio, en el cual soy la culpable y la señora es la inocente” dijo Laura. Y le riposta Vicky, “Usted sabe que estoy cumpliendo con mi obligación como periodista”. Qué risa.

Los perfiles de periodistas como Vicky se rehúsan a aceptar que las investigaciones penales o de otras áreas del derecho son sustancialmente distintas a las investigaciones periodísticas. Y desde luego, una entrevista o mejor, la formulación de preguntas impone técnicas diferentes, que la señora Dávila ni siquiera mínimamente conoce, porque sus preguntas son siempre sugestivas.

Tampoco Vicky sabe las técnicas de, por ejemplo, “el interrogatorio cruzado del testigo” y sonríe cuando a quien entrevista le saca la respuesta subjetiva que quiere para darle el título sonoro a una noticia alborotada. Mírense las dos fotos -con manos cruzadas de malas maneras- que proponen en Semana de Laura Sarabia y Marelvis Mesa, con el único propósito irónico de la divulgación del episodio. No hay objetividad.

Laura, como se cree infalible, le ofrece una entrevista a la habilidosa Vicky alrededor de un episodio enredado, pero no podía exponerse frente a una periodista contradictoria per se del gobierno de que hace parte, que se origina en la malquerencia de la periodista con el expresidente Juan Manuel Santos, quien respaldó al presidente Petro. Vicky intrínsecamente jamás perdona porque eso hace parte de su protervo ADN.

Si el episodio y la entrevista a Laura fuera fundamentalmente objetivo, el impacto de lo que se relata, aún en sede de investigaciones periodísticas, tuviera mejor estremecimiento alrededor de un acontecimiento ciertamente insólito. Laura sabe que la evidencia poligráfica no tiene valor probatorio en la legislación colombiana, sin embargo, permitió que se le hiciera a Marelvis, la niñera de su hijo.

En Colombia no se admite el polígrafo como medio de prueba, en síntesis, debido “al dramático proceso de instrumentalización a que se somete a la persona, de quien se extraen mediciones tomadas del monitoreo de las reacciones del sistema nervioso autónomo, para convertir al propio individuo en instrumento de corroboración de una verdad a la que debe llegar la administración de justicia con absoluto respeto por la dignidad humana”.

Los ́juristas ́ Vicky Davila ora Daniel Coronel, por ejemplo, no tienen minúscula idea de la persuasión racional para valoración de las pruebas, sin embargo, proponen apreciaciones intuitivas para pretender que se les dé credibilidad o verosimilitud a quienes entrevistan, conforme a sus propios intereses en la noticia, y en sus opiniones. Laura no ha debido enredarse en la forma de enfrentar un episodio doméstico, empero, solo es el reflejo del abuso del poder por quien aún no tiene trayectoria para estar en las alturas. Pura imprudencia.