Esta semana el mundo vallenato recibió una buena noticia. Por fin, la Real Academia de la Lengua Española le dio la bendición a la palabra Vallenato para incluirla en el lenguaje español. La periodista y escritora Mary daza hace un análisis sobre la connotación que tiene la inclusión de esta palabra en el diccionario de la RAE.
Cuando el fonsequero ‘Chema’ Gómez compuso la legendaria canción ‘Compae Chipuco’ y el doctor Alonso Fernández Oñate, ‘Yo soy vallenato’, estaban reafirmando la condición de los nacidos en esta tierra, sus características y alegría. “Soy vallenato de verdad, tengo las patas bien pintá… (dice Gómez y se refiere al vitíligo o carate, condición de la piel endémica del Valle que ha ido desapareciendo); y Fernández Oñate, en un aparte de su bella canción: “La sangre del indio en mis venas la llevo”, dice más adelante: “… en vez de llorar yo canto a la vida y al amor…”; ellos no pensaron que la palabra vallenato, que se usaba y se usa con propiedad, a contrapelo de los academistas, se iba a acoger como una más de las que conforman el universo de términos que tiene nuestro idioma.
Hay tantas teorías sobre el origen de la palabra, que no voy a entrar en ese mundo que no he estudiado a fondo, pero la más sonada es que se trata de una palabra compuesta: nato del valle, que se invierte para formar nacidos en el valle u originario del Valle. Tal vez la más coherente de las que anuncian los lingüistas vernáculos.
La Real Academia de la Lengua Española, que es la rectora vigilante de nuestro idioma y de las otras veintidós academias que funcionan en cada país de habla hispana, incluso hay una en Miami por la cantidad de hispanohablantes que habitan en los Estados Unidos, demora mucho en el estudio de los términos, vocablos o palabras, que va a anexar al diccionario; por ejemplo Chévere demoró diez años en estudio hasta cuando fue aceptado.
Vallenato tiene dos connotaciones: aire musical propio de la región Caribe colombiana, y desde hace tiempo de todo el país, y el gentilicio para los oriundos de la capital del departamento del Cesar; que los purista del idioma insisten en que debe ser valduparenses, no están errados y tiene mucho sentido porque abarca toda la expresión; originarios del Valle de Upar; además tiene elegancia; sin embargo, ser vallenato es más coloquial, va más acorde con nuestra forma sencilla de ver y sentir la vida.
Hay que aclarar que la palabra vallenato, todavía no está en el diccionario de la Lengua Española, solo existe ballenato, que todos sabemos se refiere al hijo de la ballena. Se ha anunciado que será oficialmente aceptada en el mes de diciembre, eso no quiere decir que pase de inmediato al diccionario, porque la Real Academia incluye las nuevas palabras, que han pasado por debates interesantes antes de ser aceptadas o rechazadas, en las nuevas ediciones del diccionario.
Se ha hecho una explosión de alegría alrededor de ese acontecimiento y lo han metido ya entre las celebraciones de los cincuenta años de creación del departamento del Cesar, todo el mundo es libre de celebrar lo que quiera y como quiera; en este caso es muy válido el entusiasmo, la alegría, porque es el bautizo de una palabra que nos es muy querida, una palabra del “…lenguaje grato de la tierra de Pedro Castro”, según el decir del Maestro Rafael Escalona.
Pero ya la palabra vallenato tenía su propia categoría, dada por el uso, por el afecto; las palabras toman vida y resplandecen por el uso constante, eso le ha pasado y le pasa a vallenato, como el pasillo y el bambuco que están en el diccionario, pero no el bunde que es como el himno del Tolima, no existe para la Academia.
No se hace claridad si en el diccionario aparecerá Vallenato: “género musical colombiano” y “referente a los nacidos en Valledupar ciudad colombiana”, lo más probable es que esto último no lo haya considerado la Academia, hay que esperar.
De todas maneras, con este logro, existe un claro llamado a tener más responsabilidad al crear y difundir la música vallenata; que las letras de los cantos digan algo coherente, tener un cedazo para filtrar lo que nos deje mal, lo que no es música nuestra, porque ahora todos se creen “compositores”; que los cantos tengan algo como los de antes, que eran poesía cantada. Por supuesto, la música evoluciona, pero no al extremo de perder su esencia, especialmente la música folclórica y el vallenato lo es en grado sumo.
Resguardar ese tesoro que se ha universalizado, que ha llevado mensajes de amor y esperanza por todo el mundo, que inspiró a un Nobel, el amado Gabo, a considerar y pregonar que su obra cumbre es un vallenato; que tiene una historia enraizada en el nacimiento de estos pueblos del Cesar y La Guajira, que se levantó de los atardeceres en ranchos y sueños campesinos, de las manos callosas de acordeoneros elementales, hasta alzarse a cumbres de encanto, que rodó hasta la región sabanera y logró que lo homenajearan en el altiplano con el Festival de Nobsa en Boyacá, y salió hasta el norte de México en Monterrey donde le rinden honores.
Sentir orgullo vallenato, tener talante vallenato, hacer un canto a la vida con acordeón, caja y guacharaca, para seguir siendo “vallenatos de los verdaderos,/ de muy pura cepa y de corazón/ la sangre del indio en mis venas la llevo/ con algo de negro y también de español/ soy por eso parrandero, enamorado y cantador/ ganadero, algodonero, gallero y agricultor/…en vez de llorar yo canto…”. Y recordar la hermosa frase: ‘En cualquier lugar donde se abre un acordeón canta un corazón vallenato”.
Por Mary Daza Orozco
Esta semana el mundo vallenato recibió una buena noticia. Por fin, la Real Academia de la Lengua Española le dio la bendición a la palabra Vallenato para incluirla en el lenguaje español. La periodista y escritora Mary daza hace un análisis sobre la connotación que tiene la inclusión de esta palabra en el diccionario de la RAE.
Cuando el fonsequero ‘Chema’ Gómez compuso la legendaria canción ‘Compae Chipuco’ y el doctor Alonso Fernández Oñate, ‘Yo soy vallenato’, estaban reafirmando la condición de los nacidos en esta tierra, sus características y alegría. “Soy vallenato de verdad, tengo las patas bien pintá… (dice Gómez y se refiere al vitíligo o carate, condición de la piel endémica del Valle que ha ido desapareciendo); y Fernández Oñate, en un aparte de su bella canción: “La sangre del indio en mis venas la llevo”, dice más adelante: “… en vez de llorar yo canto a la vida y al amor…”; ellos no pensaron que la palabra vallenato, que se usaba y se usa con propiedad, a contrapelo de los academistas, se iba a acoger como una más de las que conforman el universo de términos que tiene nuestro idioma.
Hay tantas teorías sobre el origen de la palabra, que no voy a entrar en ese mundo que no he estudiado a fondo, pero la más sonada es que se trata de una palabra compuesta: nato del valle, que se invierte para formar nacidos en el valle u originario del Valle. Tal vez la más coherente de las que anuncian los lingüistas vernáculos.
La Real Academia de la Lengua Española, que es la rectora vigilante de nuestro idioma y de las otras veintidós academias que funcionan en cada país de habla hispana, incluso hay una en Miami por la cantidad de hispanohablantes que habitan en los Estados Unidos, demora mucho en el estudio de los términos, vocablos o palabras, que va a anexar al diccionario; por ejemplo Chévere demoró diez años en estudio hasta cuando fue aceptado.
Vallenato tiene dos connotaciones: aire musical propio de la región Caribe colombiana, y desde hace tiempo de todo el país, y el gentilicio para los oriundos de la capital del departamento del Cesar; que los purista del idioma insisten en que debe ser valduparenses, no están errados y tiene mucho sentido porque abarca toda la expresión; originarios del Valle de Upar; además tiene elegancia; sin embargo, ser vallenato es más coloquial, va más acorde con nuestra forma sencilla de ver y sentir la vida.
Hay que aclarar que la palabra vallenato, todavía no está en el diccionario de la Lengua Española, solo existe ballenato, que todos sabemos se refiere al hijo de la ballena. Se ha anunciado que será oficialmente aceptada en el mes de diciembre, eso no quiere decir que pase de inmediato al diccionario, porque la Real Academia incluye las nuevas palabras, que han pasado por debates interesantes antes de ser aceptadas o rechazadas, en las nuevas ediciones del diccionario.
Se ha hecho una explosión de alegría alrededor de ese acontecimiento y lo han metido ya entre las celebraciones de los cincuenta años de creación del departamento del Cesar, todo el mundo es libre de celebrar lo que quiera y como quiera; en este caso es muy válido el entusiasmo, la alegría, porque es el bautizo de una palabra que nos es muy querida, una palabra del “…lenguaje grato de la tierra de Pedro Castro”, según el decir del Maestro Rafael Escalona.
Pero ya la palabra vallenato tenía su propia categoría, dada por el uso, por el afecto; las palabras toman vida y resplandecen por el uso constante, eso le ha pasado y le pasa a vallenato, como el pasillo y el bambuco que están en el diccionario, pero no el bunde que es como el himno del Tolima, no existe para la Academia.
No se hace claridad si en el diccionario aparecerá Vallenato: “género musical colombiano” y “referente a los nacidos en Valledupar ciudad colombiana”, lo más probable es que esto último no lo haya considerado la Academia, hay que esperar.
De todas maneras, con este logro, existe un claro llamado a tener más responsabilidad al crear y difundir la música vallenata; que las letras de los cantos digan algo coherente, tener un cedazo para filtrar lo que nos deje mal, lo que no es música nuestra, porque ahora todos se creen “compositores”; que los cantos tengan algo como los de antes, que eran poesía cantada. Por supuesto, la música evoluciona, pero no al extremo de perder su esencia, especialmente la música folclórica y el vallenato lo es en grado sumo.
Resguardar ese tesoro que se ha universalizado, que ha llevado mensajes de amor y esperanza por todo el mundo, que inspiró a un Nobel, el amado Gabo, a considerar y pregonar que su obra cumbre es un vallenato; que tiene una historia enraizada en el nacimiento de estos pueblos del Cesar y La Guajira, que se levantó de los atardeceres en ranchos y sueños campesinos, de las manos callosas de acordeoneros elementales, hasta alzarse a cumbres de encanto, que rodó hasta la región sabanera y logró que lo homenajearan en el altiplano con el Festival de Nobsa en Boyacá, y salió hasta el norte de México en Monterrey donde le rinden honores.
Sentir orgullo vallenato, tener talante vallenato, hacer un canto a la vida con acordeón, caja y guacharaca, para seguir siendo “vallenatos de los verdaderos,/ de muy pura cepa y de corazón/ la sangre del indio en mis venas la llevo/ con algo de negro y también de español/ soy por eso parrandero, enamorado y cantador/ ganadero, algodonero, gallero y agricultor/…en vez de llorar yo canto…”. Y recordar la hermosa frase: ‘En cualquier lugar donde se abre un acordeón canta un corazón vallenato”.
Por Mary Daza Orozco