De todas las lejanías, abril acorta las distancias. El fervor del Festival Vallenato une a Valledupar con muchos lugares de Colombia y de otros países. Los amantes de la música vallenata que habitan en lejanos lugares y los habitantes de la ciudad y de regiones vecinas, se sienten atraídos por el cordón placentario de los […]
De todas las lejanías, abril acorta las distancias. El fervor del Festival Vallenato une a Valledupar con muchos lugares de Colombia y de otros países. Los amantes de la música vallenata que habitan en lejanos lugares y los habitantes de la ciudad y de regiones vecinas, se sienten atraídos por el cordón placentario de los juglares, matriz convergente del canto.
Las voces de los ancestros llaman a sus descendientes a la tierra nativa. Valledupar es estancia de versos y acordeones, aquí siempre la música es el mandato de armonía espiritual, es el imperio sonoro de los cronistas. El nombre de Valledupar encierra magia, música, nostalgia, abrazo y fraternidad. Es una tierra de amor, por eso quien viene buscando amor con amor aquí se queda, y se arrulla en la poesía para volverse cantor. Uno de esos atrapados por la fascinación de los cantos es el periodista barranquillero Andrés Salcedo González, quien trabajó unos años en Radio Guatapurí y al ausentarse, nos regaló esta hermosa canción: Valledupar edénico lugar/ que brilla bajo el cielo de la tierra mía/ el corazón no puede soportar/ el profundo pesar que da tu lejanía…
Valledupar es un edén musical. En el viento se siente un romance de cantos y versos. El paisaje siempre es motivo de inspiración, porque la primavera tiene todos los colores y los ríos desfilan en una sinfonía de nostalgias. El poeta Nicolás Maestre bautizó el Guatapurí como el rey del Valle. Octavio Daza personifica al Badillo como testigo de sus amoríos y Rafael Escalona eleva el río Cesar a la categoría de “casa en el aire”, y desafía el furor de la creciente para ver al otro lado a su amada. En la memoria musical, el Cesar se hizo inmortal. La historia juzgará a ese alcalde de Valledupar que decidió verter en él las aguas residuales para envenenar su cauce.
El espíritu estético del vallenato es la música y la poesía. Hay trovadores que regalan versos para que la guitarra tenga melodía y la luna, sempiterna musa, prodigue ilusiones engalanadas de canto y poesía. Valledupar es un templo de parrandas y acordeones; desde hace cincuenta años, cuando se creó el Festival vallenato, la sonoridad del nombre de nuestra amada tierra tiene sentido profundo y se conoce en el mundo por el canto popular.
Todos en Valledupar nos preparamos para la gran fiesta de la cultura popular, homenaje a la tradición musical. Festival 50, cuarta versión rey de reyes. Conversatorios y foros en los colegios y en auditorios culturales. Este año presento los videos de cuatro de mis canciones, que pueden visitar en youtube: ‘Décimas a Diomedes’, que canta Marina Quintero. ‘Oye viejo, Oye papá’, canta Juan José Atiesta. ‘Marian gola querida’, canta Jimmy Murgas. ‘Valledupar tierra de amor’, la música es de Luis Carlos ‘El Papi’ Daza, que también es el intérprete.
El docente y escritor Donaldo Mendoza, a propósito de mis canciones, hace este comentario: “José Atuesta Mindiola, aparte de ser un versátil hacedor de décimas, reconocido más allá de la frontera nacional, es ángel guardián del folclor y la cultura de la región. Comprende bien las variantes evolutivas de la música del Valle, y derrama tinta en periódicos y otros medios para mantener viva la memoria del vallenato raizal, tan caro a García Márquez, amén de fuente nutricia de su obra narrativa. En ese empeño, Atuesta completa el círculo de su obra de escritor con la de compositor. Presenta cuatro composiciones suyas, afines en su temática: historias de vida, de lugares, de paisajes y ambientes; por algo el papá grande de Atuesta es Rafael Escalona, patriarca bíblico de esta música que hoy es emblema nacional de identidad cultural”.
Por José Atuesta Mindiola
De todas las lejanías, abril acorta las distancias. El fervor del Festival Vallenato une a Valledupar con muchos lugares de Colombia y de otros países. Los amantes de la música vallenata que habitan en lejanos lugares y los habitantes de la ciudad y de regiones vecinas, se sienten atraídos por el cordón placentario de los […]
De todas las lejanías, abril acorta las distancias. El fervor del Festival Vallenato une a Valledupar con muchos lugares de Colombia y de otros países. Los amantes de la música vallenata que habitan en lejanos lugares y los habitantes de la ciudad y de regiones vecinas, se sienten atraídos por el cordón placentario de los juglares, matriz convergente del canto.
Las voces de los ancestros llaman a sus descendientes a la tierra nativa. Valledupar es estancia de versos y acordeones, aquí siempre la música es el mandato de armonía espiritual, es el imperio sonoro de los cronistas. El nombre de Valledupar encierra magia, música, nostalgia, abrazo y fraternidad. Es una tierra de amor, por eso quien viene buscando amor con amor aquí se queda, y se arrulla en la poesía para volverse cantor. Uno de esos atrapados por la fascinación de los cantos es el periodista barranquillero Andrés Salcedo González, quien trabajó unos años en Radio Guatapurí y al ausentarse, nos regaló esta hermosa canción: Valledupar edénico lugar/ que brilla bajo el cielo de la tierra mía/ el corazón no puede soportar/ el profundo pesar que da tu lejanía…
Valledupar es un edén musical. En el viento se siente un romance de cantos y versos. El paisaje siempre es motivo de inspiración, porque la primavera tiene todos los colores y los ríos desfilan en una sinfonía de nostalgias. El poeta Nicolás Maestre bautizó el Guatapurí como el rey del Valle. Octavio Daza personifica al Badillo como testigo de sus amoríos y Rafael Escalona eleva el río Cesar a la categoría de “casa en el aire”, y desafía el furor de la creciente para ver al otro lado a su amada. En la memoria musical, el Cesar se hizo inmortal. La historia juzgará a ese alcalde de Valledupar que decidió verter en él las aguas residuales para envenenar su cauce.
El espíritu estético del vallenato es la música y la poesía. Hay trovadores que regalan versos para que la guitarra tenga melodía y la luna, sempiterna musa, prodigue ilusiones engalanadas de canto y poesía. Valledupar es un templo de parrandas y acordeones; desde hace cincuenta años, cuando se creó el Festival vallenato, la sonoridad del nombre de nuestra amada tierra tiene sentido profundo y se conoce en el mundo por el canto popular.
Todos en Valledupar nos preparamos para la gran fiesta de la cultura popular, homenaje a la tradición musical. Festival 50, cuarta versión rey de reyes. Conversatorios y foros en los colegios y en auditorios culturales. Este año presento los videos de cuatro de mis canciones, que pueden visitar en youtube: ‘Décimas a Diomedes’, que canta Marina Quintero. ‘Oye viejo, Oye papá’, canta Juan José Atiesta. ‘Marian gola querida’, canta Jimmy Murgas. ‘Valledupar tierra de amor’, la música es de Luis Carlos ‘El Papi’ Daza, que también es el intérprete.
El docente y escritor Donaldo Mendoza, a propósito de mis canciones, hace este comentario: “José Atuesta Mindiola, aparte de ser un versátil hacedor de décimas, reconocido más allá de la frontera nacional, es ángel guardián del folclor y la cultura de la región. Comprende bien las variantes evolutivas de la música del Valle, y derrama tinta en periódicos y otros medios para mantener viva la memoria del vallenato raizal, tan caro a García Márquez, amén de fuente nutricia de su obra narrativa. En ese empeño, Atuesta completa el círculo de su obra de escritor con la de compositor. Presenta cuatro composiciones suyas, afines en su temática: historias de vida, de lugares, de paisajes y ambientes; por algo el papá grande de Atuesta es Rafael Escalona, patriarca bíblico de esta música que hoy es emblema nacional de identidad cultural”.
Por José Atuesta Mindiola