Yo soy un convencido que los animales que son destinados a ser mascotas merecen un cuidado especial y, por supuesto, un trato digno, pero lo que estamos viendo hoy se está saliendo de control.
No podría estar en más acuerdo de lo agradable y a veces maravilloso que es contar con una mascota en casa, especialmente, cuando hay niños pequeños que se enloquecen de felicidad cuando un animalito llega al hogar; de hecho, llegan a encariñarse tanto que ha habido familias con crisis muy fuertes cuando por alguna razón la mascota fallece, desaparece o sufre alguna calamidad. En realidad, uno se encariña con los animalitos y los peluditos son los preferidos por los hogares.
Pero como todo ha evolucionado, algunas cosas para bien y otras no tanto, en lo que respecta a la tenencia de los peludos, pasamos del tradicional perro en el patio de la casa alimentado con las sobras de la comida del día, o el sancocho de carne y vísceras, la casa de madera en el patio donde vivía el perro, a toda una vida llena de lujos, sobrecuidados y una convivencia absoluta como un miembro más de la familia, con una alimentación estrictamente balanceada, visitas a la peluquería para que le corten el pelo, les arreglen las uñas y, en algunos casos, le cepillen los dientes. Ni hablar de los negocios que se están especializando en atenderlos psicológicamente, hacerles terapia antiestrés y, por supuesto, los encargados de diseñarles la ropa y festejarles el cumpleaños.
Yo soy un convencido que los animales que son destinados a ser mascotas merecen un cuidado especial y, por supuesto, un trato digno, pero lo que estamos viendo hoy se está saliendo de control. Y aclaro que respeto profundamente el privilegio de vivir en un país libre donde las personas tienen todo el derecho a elegir tener sus mascotas con una vida de lujos y llegando a los extremos que muchas veces se acercan a la ridiculez, reitero, con el debido respeto y mirando desde la óptica de los que seguimos viendo a los peluditos como lo que son, animales domesticados y siempre serán eso, animales; los demás no podemos cargar esa responsabilidad de convivencia con ellos.
El problema es cuando el que tiene su mascota bajo estas condiciones supraespeciales, con trato de humano y exageradamente mimados, quiere imponerlo a los demás. Entonces encontramos perros en todos lados: en los aviones, en los hoteles, en los restaurantes, en algunos centros comerciales, parques, cines, etc. etc., pero quizás lo más conflictivo se presenta en los conjuntos o edificios residenciales y se agrava cuando estas unidades son pequeñas, como en mi caso; entonces, encontrar heces regadas en todas las áreas no es que sea una experiencia agradable para nadie, porque además hay familias que tienen hasta dos perros en sus apartamentos y las condiciones de aseo de los animalitos no es que sean las mejores por lo que todo el piso termina oliendo a orines.
Hay otros que se van de viaje dejándolos encerrados por lo que los pobres animales ladran día y noche de hambre y sed y esta situación la deben soportar los vecinos de noche, de día y de madrugada. La verdad, una situación que termina afectando la convivencia misma entre vecinos, incluso ha habido casos donde ha terminado en tragedias porque el problema escala a casos de animalitos envenenados, enfrentamientos a golpes o el uso de armas de fuego; porque para ser honestos así como yo he tomado la decisión de no tener un perro en mi apartamento, precisamente, porque soy consciente de las limitaciones de espacio, hay una gran mayoría que hizo lo mismo por lo que las personas que sí los tienen son una minoría frente al total de habitantes de estas unidades residenciales. Ante esto, ¿es justo que esa minoría imponga como regla general convivir con ladridos, heces y pasillos oliendo a orines? En mi caso considero que no.
Insisto, todo mi respeto por aquellos que decidieron en vez de tener hijos adoptar perros, o en algunos casos los que mandan a sus padres al asilo y los hijos a la guardería y deciden vivir con los peludos, tengan en cuenta que no todos estamos dispuestos a compartir nuestro espacio personal con mascotas que por mucho que los bañes o los perfumes seguirán siendo animales y actuarán como tal. He dicho.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.
Yo soy un convencido que los animales que son destinados a ser mascotas merecen un cuidado especial y, por supuesto, un trato digno, pero lo que estamos viendo hoy se está saliendo de control.
No podría estar en más acuerdo de lo agradable y a veces maravilloso que es contar con una mascota en casa, especialmente, cuando hay niños pequeños que se enloquecen de felicidad cuando un animalito llega al hogar; de hecho, llegan a encariñarse tanto que ha habido familias con crisis muy fuertes cuando por alguna razón la mascota fallece, desaparece o sufre alguna calamidad. En realidad, uno se encariña con los animalitos y los peluditos son los preferidos por los hogares.
Pero como todo ha evolucionado, algunas cosas para bien y otras no tanto, en lo que respecta a la tenencia de los peludos, pasamos del tradicional perro en el patio de la casa alimentado con las sobras de la comida del día, o el sancocho de carne y vísceras, la casa de madera en el patio donde vivía el perro, a toda una vida llena de lujos, sobrecuidados y una convivencia absoluta como un miembro más de la familia, con una alimentación estrictamente balanceada, visitas a la peluquería para que le corten el pelo, les arreglen las uñas y, en algunos casos, le cepillen los dientes. Ni hablar de los negocios que se están especializando en atenderlos psicológicamente, hacerles terapia antiestrés y, por supuesto, los encargados de diseñarles la ropa y festejarles el cumpleaños.
Yo soy un convencido que los animales que son destinados a ser mascotas merecen un cuidado especial y, por supuesto, un trato digno, pero lo que estamos viendo hoy se está saliendo de control. Y aclaro que respeto profundamente el privilegio de vivir en un país libre donde las personas tienen todo el derecho a elegir tener sus mascotas con una vida de lujos y llegando a los extremos que muchas veces se acercan a la ridiculez, reitero, con el debido respeto y mirando desde la óptica de los que seguimos viendo a los peluditos como lo que son, animales domesticados y siempre serán eso, animales; los demás no podemos cargar esa responsabilidad de convivencia con ellos.
El problema es cuando el que tiene su mascota bajo estas condiciones supraespeciales, con trato de humano y exageradamente mimados, quiere imponerlo a los demás. Entonces encontramos perros en todos lados: en los aviones, en los hoteles, en los restaurantes, en algunos centros comerciales, parques, cines, etc. etc., pero quizás lo más conflictivo se presenta en los conjuntos o edificios residenciales y se agrava cuando estas unidades son pequeñas, como en mi caso; entonces, encontrar heces regadas en todas las áreas no es que sea una experiencia agradable para nadie, porque además hay familias que tienen hasta dos perros en sus apartamentos y las condiciones de aseo de los animalitos no es que sean las mejores por lo que todo el piso termina oliendo a orines.
Hay otros que se van de viaje dejándolos encerrados por lo que los pobres animales ladran día y noche de hambre y sed y esta situación la deben soportar los vecinos de noche, de día y de madrugada. La verdad, una situación que termina afectando la convivencia misma entre vecinos, incluso ha habido casos donde ha terminado en tragedias porque el problema escala a casos de animalitos envenenados, enfrentamientos a golpes o el uso de armas de fuego; porque para ser honestos así como yo he tomado la decisión de no tener un perro en mi apartamento, precisamente, porque soy consciente de las limitaciones de espacio, hay una gran mayoría que hizo lo mismo por lo que las personas que sí los tienen son una minoría frente al total de habitantes de estas unidades residenciales. Ante esto, ¿es justo que esa minoría imponga como regla general convivir con ladridos, heces y pasillos oliendo a orines? En mi caso considero que no.
Insisto, todo mi respeto por aquellos que decidieron en vez de tener hijos adoptar perros, o en algunos casos los que mandan a sus padres al asilo y los hijos a la guardería y deciden vivir con los peludos, tengan en cuenta que no todos estamos dispuestos a compartir nuestro espacio personal con mascotas que por mucho que los bañes o los perfumes seguirán siendo animales y actuarán como tal. He dicho.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.