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Columnista - 5 octubre, 2017

Una solidaridad cierta y perdurable

El desinterés de reclamar el derecho a la planificación también es una falta de solidaridad. Ya se cumplen quince años de penurias por decisiones mal tomadas por nuestros dirigentes y por eso, a propósito, saco a relucir aquello que el finado José Manuel Orozco Gámez, primo inolvidable y amado por siempre, escribió al respecto de […]

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El desinterés de reclamar el derecho a la planificación también es una falta de solidaridad. Ya se cumplen quince años de penurias por decisiones mal tomadas por nuestros dirigentes y por eso, a propósito, saco a relucir aquello que el finado José Manuel Orozco Gámez, primo inolvidable y amado por siempre, escribió al respecto de la solidaridad, mensaje que he resumido de la siguiente manera:

“No pretendo hacer un símil de tan lúcida concepción sobre la exclusión y desigualdad secular de nuestros pueblos con nuestra insolidaridad atávica, pues no creo tener la capacidad intelectual para ello.- Solo pretendo hacer unas reflexiones sobre lo que ha ocurrido en el seno de nuestra sociedad, la cual se ha visto sometida a las diversas formas de corrupción que no solo han desintegrado el tejido social de nuestros congéneres, sino que han sido determinantes para que se consolide una progresiva indiferencia sobre la natural solidaridad que deben construir los pueblos que pretenden emerger de su actual nivel de pobreza, validando su vigencia con la identificación y búsqueda comunitaria de las soluciones que atiendan sus necesidades colectivas y destierren de entre nosotros el fenómeno egoísta del individualismo.-

El novelista polaco Joseph Conrad en una de sus concepciones dice: “No hay Dios en los países en donde los hombres no se ayudan a sí mismos”.- Pues bien, creo que en la actualidad estamos asistiendo impávidos a la reafirmación del gran fenómeno social de la insolidaridad, vista ella desde los distintos enfoques como se manifiestan nuestras gentes, que conciben su propio bienestar y desarrollo apartados de la obligación moral de ejecutar la verdadera solidaridad como un acto de responsabilidad social que integre y haga posible los sueños de los pueblos, a los cuales ya no les cabe dosis más de desesperanza, dado que hasta su concepción de Dios, de manera explicable y comprensible, se ha ido relegando al no entender el porqué de su abandono.

Bajo ese postulado, la solidaridad no es solo un acto de generosidad, porque nos quedaríamos en un marco meramente conceptual.- La verdadera solidaridad se concibe a partir del compromiso intimo e inaplazable de hacerse dueño y responsable de las cada vez más crecientes necesidades de la sociedad.- Juan Pablo II en su Solicitudo Rei Sociales Nº 38 de 1987 dice: “La solidaridad no es un sentimiento superficial por los males de las personas cercanas o lejanas.- Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, pues todos somos responsables de todos”. Esa muestra de desinterés y falta de compromiso subyace en la aberrante concepción intima, olvidándonos de la responsabilidad que nos obliga a mantener una real y solidaria coexistencia sobre el entendido que todos nos debemos así mismos, los unos, intentando tener un respaldo legítimo que valide nuestra presencia como dirigentes, y los otros, persiguiendo el derecho de tener vida propia que los impulse a la consolidación de una sociedad fraterna con claras y objetivas metas de desarrollo sostenible”.

Por Augusto Enrique Orozco Sánchez

 

Columnista
5 octubre, 2017

Una solidaridad cierta y perdurable

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El desinterés de reclamar el derecho a la planificación también es una falta de solidaridad. Ya se cumplen quince años de penurias por decisiones mal tomadas por nuestros dirigentes y por eso, a propósito, saco a relucir aquello que el finado José Manuel Orozco Gámez, primo inolvidable y amado por siempre, escribió al respecto de […]


El desinterés de reclamar el derecho a la planificación también es una falta de solidaridad. Ya se cumplen quince años de penurias por decisiones mal tomadas por nuestros dirigentes y por eso, a propósito, saco a relucir aquello que el finado José Manuel Orozco Gámez, primo inolvidable y amado por siempre, escribió al respecto de la solidaridad, mensaje que he resumido de la siguiente manera:

“No pretendo hacer un símil de tan lúcida concepción sobre la exclusión y desigualdad secular de nuestros pueblos con nuestra insolidaridad atávica, pues no creo tener la capacidad intelectual para ello.- Solo pretendo hacer unas reflexiones sobre lo que ha ocurrido en el seno de nuestra sociedad, la cual se ha visto sometida a las diversas formas de corrupción que no solo han desintegrado el tejido social de nuestros congéneres, sino que han sido determinantes para que se consolide una progresiva indiferencia sobre la natural solidaridad que deben construir los pueblos que pretenden emerger de su actual nivel de pobreza, validando su vigencia con la identificación y búsqueda comunitaria de las soluciones que atiendan sus necesidades colectivas y destierren de entre nosotros el fenómeno egoísta del individualismo.-

El novelista polaco Joseph Conrad en una de sus concepciones dice: “No hay Dios en los países en donde los hombres no se ayudan a sí mismos”.- Pues bien, creo que en la actualidad estamos asistiendo impávidos a la reafirmación del gran fenómeno social de la insolidaridad, vista ella desde los distintos enfoques como se manifiestan nuestras gentes, que conciben su propio bienestar y desarrollo apartados de la obligación moral de ejecutar la verdadera solidaridad como un acto de responsabilidad social que integre y haga posible los sueños de los pueblos, a los cuales ya no les cabe dosis más de desesperanza, dado que hasta su concepción de Dios, de manera explicable y comprensible, se ha ido relegando al no entender el porqué de su abandono.

Bajo ese postulado, la solidaridad no es solo un acto de generosidad, porque nos quedaríamos en un marco meramente conceptual.- La verdadera solidaridad se concibe a partir del compromiso intimo e inaplazable de hacerse dueño y responsable de las cada vez más crecientes necesidades de la sociedad.- Juan Pablo II en su Solicitudo Rei Sociales Nº 38 de 1987 dice: “La solidaridad no es un sentimiento superficial por los males de las personas cercanas o lejanas.- Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, pues todos somos responsables de todos”. Esa muestra de desinterés y falta de compromiso subyace en la aberrante concepción intima, olvidándonos de la responsabilidad que nos obliga a mantener una real y solidaria coexistencia sobre el entendido que todos nos debemos así mismos, los unos, intentando tener un respaldo legítimo que valide nuestra presencia como dirigentes, y los otros, persiguiendo el derecho de tener vida propia que los impulse a la consolidación de una sociedad fraterna con claras y objetivas metas de desarrollo sostenible”.

Por Augusto Enrique Orozco Sánchez