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Columnista - 4 mayo, 2021

Una pausa para reflexionar

Colombia es un país de contrastes, nadie puede cuestionar esta premisa, un país de montañas y valles, de desiertos y selvas; dos océanos, ciénagas y ríos;  un hermoso escenario natural que no tiene nada que envidiarle a ningún lugar del mundo.  Nevados que  van en un ocaso acelerado, y desde esos montañosos picos medio nevados […]

Colombia es un país de contrastes, nadie puede cuestionar esta premisa, un país de montañas y valles, de desiertos y selvas; dos océanos, ciénagas y ríos;  un hermoso escenario natural que no tiene nada que envidiarle a ningún lugar del mundo. 

Nevados que  van en un ocaso acelerado, y desde esos montañosos picos medio nevados nacen ríos que surcan las montañas y se entregan luego a las riberas hasta llegar mansos a las entrañas del mar, en el Pacifico y en el Atlántico. 

En los vericuetos sociales, regados en toda la geografía nacional, tenemos población indígena, mestizos, afrodescendientes; azules y rojos y luego de un tiempo para acá una lluvia de colores que identifican partidos políticos de dudoso raigambre; ultraderecha y ultraizquierda, representados, creo, en las autodefensas y la guerrilla. 

Polarizados estamos por Uribe y por Petro,  que fungen como seudo salvadores; ya uno demostró lo que era y el otro no sabemos lo que es a ciencia cierta;  aunque unos se rasgan las vestiduras vertiendo todo su veneno aduciendo que el país es un desastre por culpa de él. 

Por un lado, un pueblo oprimido, llevando del bulto en un país de doble moral; por otro lado una clase oligarca  que no se desprende del poder y ni siquiera tiene intenciones de ceder un milímetro ante esa pretensión. ¿Y la corrupción qué? Hace rato dejó de ser  soterrada,   en su honor hoy se ondea una bandera cínica y descarada en los estamentos que deberían servir para salvaguardar a la clase menos favorecida. Es decir, las altas cortes, el Congreso, los entes de control, y los líderes que  de manera vertiginosa han perdido credibilidad ante el pueblo. 

La reforma tributaria en medio de esta crisis pandémica nos puso a cavilar, ¿somos de verdad conscientes del compromiso que como ciudadanos de criterio y pundonor nos asiste, de luchar por el país? ¿O la responsabilidad es de otros?  

Listo. A esta hora, es domingo en mi nota,  en la de ustedes es martes,  hay un parte de victoria, en los manifestantes, porque el presidente Duque determinó retirar el proyecto de reforma tributaria del congreso, ¿pero es solo eso?

Faltaría entonces desbancar a Carrasquilla y a Duque y a todos sus secuaces. El análisis es: ¿seguimos derrumbando estatuas? Loable tarea de los indígenas que nos pusieron a pensar que en 500 años hemos venerado a los que nos jodieron entonces  y seguimos haciéndole la venia y eligiendo hoy  a los que no se cansan de jodernos. 

Infortunadamente hubo muertos en las manifestaciones, vandalismo y actos desobligantes, pero también  jóvenes y comunidad valerosa demostrando que sí hay conciencia, a pesar de la pandemia. Ahora toca, jóvenes,  estrenar la cédula y a votar por alguien que sirva de verdad y darle muerte política a toda esa caterva de bandidos, corruptos que nos han llevado al caos. No es difícil, hay que elegir bien. Es cuestión de valor civil, revisen sus calidades.   Sólo Eso.  

Columnista
4 mayo, 2021

Una pausa para reflexionar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Colombia es un país de contrastes, nadie puede cuestionar esta premisa, un país de montañas y valles, de desiertos y selvas; dos océanos, ciénagas y ríos;  un hermoso escenario natural que no tiene nada que envidiarle a ningún lugar del mundo.  Nevados que  van en un ocaso acelerado, y desde esos montañosos picos medio nevados […]


Colombia es un país de contrastes, nadie puede cuestionar esta premisa, un país de montañas y valles, de desiertos y selvas; dos océanos, ciénagas y ríos;  un hermoso escenario natural que no tiene nada que envidiarle a ningún lugar del mundo. 

Nevados que  van en un ocaso acelerado, y desde esos montañosos picos medio nevados nacen ríos que surcan las montañas y se entregan luego a las riberas hasta llegar mansos a las entrañas del mar, en el Pacifico y en el Atlántico. 

En los vericuetos sociales, regados en toda la geografía nacional, tenemos población indígena, mestizos, afrodescendientes; azules y rojos y luego de un tiempo para acá una lluvia de colores que identifican partidos políticos de dudoso raigambre; ultraderecha y ultraizquierda, representados, creo, en las autodefensas y la guerrilla. 

Polarizados estamos por Uribe y por Petro,  que fungen como seudo salvadores; ya uno demostró lo que era y el otro no sabemos lo que es a ciencia cierta;  aunque unos se rasgan las vestiduras vertiendo todo su veneno aduciendo que el país es un desastre por culpa de él. 

Por un lado, un pueblo oprimido, llevando del bulto en un país de doble moral; por otro lado una clase oligarca  que no se desprende del poder y ni siquiera tiene intenciones de ceder un milímetro ante esa pretensión. ¿Y la corrupción qué? Hace rato dejó de ser  soterrada,   en su honor hoy se ondea una bandera cínica y descarada en los estamentos que deberían servir para salvaguardar a la clase menos favorecida. Es decir, las altas cortes, el Congreso, los entes de control, y los líderes que  de manera vertiginosa han perdido credibilidad ante el pueblo. 

La reforma tributaria en medio de esta crisis pandémica nos puso a cavilar, ¿somos de verdad conscientes del compromiso que como ciudadanos de criterio y pundonor nos asiste, de luchar por el país? ¿O la responsabilidad es de otros?  

Listo. A esta hora, es domingo en mi nota,  en la de ustedes es martes,  hay un parte de victoria, en los manifestantes, porque el presidente Duque determinó retirar el proyecto de reforma tributaria del congreso, ¿pero es solo eso?

Faltaría entonces desbancar a Carrasquilla y a Duque y a todos sus secuaces. El análisis es: ¿seguimos derrumbando estatuas? Loable tarea de los indígenas que nos pusieron a pensar que en 500 años hemos venerado a los que nos jodieron entonces  y seguimos haciéndole la venia y eligiendo hoy  a los que no se cansan de jodernos. 

Infortunadamente hubo muertos en las manifestaciones, vandalismo y actos desobligantes, pero también  jóvenes y comunidad valerosa demostrando que sí hay conciencia, a pesar de la pandemia. Ahora toca, jóvenes,  estrenar la cédula y a votar por alguien que sirva de verdad y darle muerte política a toda esa caterva de bandidos, corruptos que nos han llevado al caos. No es difícil, hay que elegir bien. Es cuestión de valor civil, revisen sus calidades.   Sólo Eso.