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Columnista - 14 junio, 2021

Una pareja amante de la cultura

El profesor y pintor Germán Piedrahita era una lámpara encendida para la cultura, la vida y la amistad. Era nativo de Ibagué, y en sus años de juventud vivió en Cali donde conoce a Silvia Betancourt, escritora y poeta. Unidos en matrimonio, los caminos y las ilusiones los trajeron a Valledupar (1984), este lugar sagrado, […]

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El profesor y pintor Germán Piedrahita era una lámpara encendida para la cultura, la vida y la amistad. Era nativo de Ibagué, y en sus años de juventud vivió en Cali donde conoce a Silvia Betancourt, escritora y poeta. Unidos en matrimonio, los caminos y las ilusiones los trajeron a Valledupar (1984), este lugar sagrado, cercano a la Sierra Nevada donde posa el espíritu de Serankua, la magia tutelar de un río que bendice la poesía del canto y las leyendas impregnadas de la fascinación del paisaje.    

Aquí fueron reconocidos como asiduos habitantes de la Escuela de la Noche, donde bajo la lucidez de la luz los ojos recorren miles de kilómetros de palabras para ahondar los senderos de la historia, la literatura y las diversas expresiones del arte. Era una pareja de amantes de las cosas del espíritu, del periodismo, la poesía, el teatro, la música y la radio. En las exposiciones, recitales poéticos o musicales, presentaciones de libros, obras de teatros y conferencias, siempre eran los primeros en llegar. Las páginas de EL PILÓN fueron tribuna para sus opiniones. 

En Germán Piedrahita convergían muchas virtudes. Empiezo por resaltar la grandeza de su sencillez y su formación humanista. Ejerció la docencia en el colegio La Sagrada Familia, la Universidad del Atlántico en convenio con el Centro de Investigaciones Docentes del Cesar (CEID) y de la Universidad San Buenaventura, y fue rector del colegio Manuela Beltrán de Valledupar. Fue, además, director de la Oficina de Cultura de Valledupar, durante la administración del alcalde Rubén Carvajal Riveira (2008-2009). 

Como los buenos educadores, nunca dejó de ser estudiante.  Jamás hizo alarde de sus conocimientos artísticos y pedagógicos; pero cuando se le requería, ahí estaba con el rigor de la puntualidad y la disposición responsable para disertar sobre diversos temas. Por espacio de diez años cautivó una amplia audiencia selecta en su programa dominical ‘Los grandes clásicos de la música’, por la emisora Radio Guatapurí. Su columna semanal en el diario EL PILÓN era una de las preferidas de los lectores. En los concursos de cuento del departamento del Cesar obtuvo premios y varias menciones de honor.  

Silvia, la querida ‘Yastao’, poseedora de una belleza interior y exterior, amó esta tierra que le abrió sus brazos y vio nacer y crecer a su hija Ángela. Su sensibilidad por la estética de la vida le permitía valorar la poética de los cantos que enaltecen la dignidad de la mujer, por eso admiraba las canciones de Gustavo Gutiérrez. En sus columnas solía cuestionar que si los alcaldes de los municipios mineros hubiesen invertido honestamente los dineros de regalías en educación, saneamiento básico y salud, la calidad de vida y la calidad educativa en el Cesar serían mejores. 

Silvia pensaba vivir siempre en Valledupar, pero la muerte de su compañero Germán (14/06/2012) le cambió sus planes, le tocó retornar a Medellín, la ciudad de sus mocedades; para allá se marchó con su hija, a compartir con sus familiares y a buscar otras oportunidades, pero la abrazó la muerte (24/07/2016). Valledupar aún recuerda a esta pareja amante de la cultura.

Columnista
14 junio, 2021

Una pareja amante de la cultura

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

El profesor y pintor Germán Piedrahita era una lámpara encendida para la cultura, la vida y la amistad. Era nativo de Ibagué, y en sus años de juventud vivió en Cali donde conoce a Silvia Betancourt, escritora y poeta. Unidos en matrimonio, los caminos y las ilusiones los trajeron a Valledupar (1984), este lugar sagrado, […]


El profesor y pintor Germán Piedrahita era una lámpara encendida para la cultura, la vida y la amistad. Era nativo de Ibagué, y en sus años de juventud vivió en Cali donde conoce a Silvia Betancourt, escritora y poeta. Unidos en matrimonio, los caminos y las ilusiones los trajeron a Valledupar (1984), este lugar sagrado, cercano a la Sierra Nevada donde posa el espíritu de Serankua, la magia tutelar de un río que bendice la poesía del canto y las leyendas impregnadas de la fascinación del paisaje.    

Aquí fueron reconocidos como asiduos habitantes de la Escuela de la Noche, donde bajo la lucidez de la luz los ojos recorren miles de kilómetros de palabras para ahondar los senderos de la historia, la literatura y las diversas expresiones del arte. Era una pareja de amantes de las cosas del espíritu, del periodismo, la poesía, el teatro, la música y la radio. En las exposiciones, recitales poéticos o musicales, presentaciones de libros, obras de teatros y conferencias, siempre eran los primeros en llegar. Las páginas de EL PILÓN fueron tribuna para sus opiniones. 

En Germán Piedrahita convergían muchas virtudes. Empiezo por resaltar la grandeza de su sencillez y su formación humanista. Ejerció la docencia en el colegio La Sagrada Familia, la Universidad del Atlántico en convenio con el Centro de Investigaciones Docentes del Cesar (CEID) y de la Universidad San Buenaventura, y fue rector del colegio Manuela Beltrán de Valledupar. Fue, además, director de la Oficina de Cultura de Valledupar, durante la administración del alcalde Rubén Carvajal Riveira (2008-2009). 

Como los buenos educadores, nunca dejó de ser estudiante.  Jamás hizo alarde de sus conocimientos artísticos y pedagógicos; pero cuando se le requería, ahí estaba con el rigor de la puntualidad y la disposición responsable para disertar sobre diversos temas. Por espacio de diez años cautivó una amplia audiencia selecta en su programa dominical ‘Los grandes clásicos de la música’, por la emisora Radio Guatapurí. Su columna semanal en el diario EL PILÓN era una de las preferidas de los lectores. En los concursos de cuento del departamento del Cesar obtuvo premios y varias menciones de honor.  

Silvia, la querida ‘Yastao’, poseedora de una belleza interior y exterior, amó esta tierra que le abrió sus brazos y vio nacer y crecer a su hija Ángela. Su sensibilidad por la estética de la vida le permitía valorar la poética de los cantos que enaltecen la dignidad de la mujer, por eso admiraba las canciones de Gustavo Gutiérrez. En sus columnas solía cuestionar que si los alcaldes de los municipios mineros hubiesen invertido honestamente los dineros de regalías en educación, saneamiento básico y salud, la calidad de vida y la calidad educativa en el Cesar serían mejores. 

Silvia pensaba vivir siempre en Valledupar, pero la muerte de su compañero Germán (14/06/2012) le cambió sus planes, le tocó retornar a Medellín, la ciudad de sus mocedades; para allá se marchó con su hija, a compartir con sus familiares y a buscar otras oportunidades, pero la abrazó la muerte (24/07/2016). Valledupar aún recuerda a esta pareja amante de la cultura.