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Editorial - 2 mayo, 2010

Un triste día del trabajo

Se conmemoró ayer en Colombia, como en el resto del mundo, el día internacional del trabajo, pero la verdad es que había poco que celebrar y sí muchos reclamos por parte de los trabajadores y reflexiones para los encargados de planear y diseñar las políticas económicas. La crisis económica que afectó al mundo en los […]

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Se conmemoró ayer en Colombia, como en el resto del mundo, el día internacional del trabajo, pero la verdad es que había poco que celebrar y sí muchos reclamos por parte de los trabajadores y reflexiones para los encargados de planear y diseñar las políticas económicas.
La crisis económica que afectó al mundo en los últimos dos años generó un gran impacto en la generación de empleo, en todo el mundo; situación que demostró uno de los grandes riesgos del proceso de globalización y es la gran capacidad de contagio que tiene el sistema económico, es decir cuando una crisis ocurre en un país esta afecta de una u otra manera a muchos otros países.
En la actualidad, son altos los índices de desempleo en Estados Unidos, por encima de dos dígitos, cuando lo normal era que estuviera por debajo del temido diez por ciento de la población económicamente activa; igual situación vive Europa y ni se diga de la gran mayoría de los países de América Latina.
Colombia no fue ajena a la crisis y el país afronta hoy una alta tasa de desempleo abierto, superior al trece por ciento, a pesar del crecimiento económico registrado durante la mayoría de los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.  Son más de tres millones de personas las afectadas por este flagelo que tiene altas consecuencias sociales y hasta sicológicas, como lo hemos afirmado de manera reiterada en estas páginas.
El país ha sufrido un deterioro considerable en la calidad del empleo; a pesar de la reforma laboral determinada por el gobierno que está por terminar, que desmontó el pago de horas extras, dominicales y festivos, con el supuesto que el cambio en las normas generaría un aumento de puestos de trabajo, atrayendo a muchos inversionistas a hablar nuevas plazas. No fue tal.
Los modelos económicos inspirados en las teorías neoliberales buscaron una mayor eficiencia de las economías nacionales, pero esa mayor eficiencia se tenía que lograr mediante la reducción de costos, particularmente de los laborales. El paradigma era China y otros países del Asia, que se desarrollaron con una fuerte expansión de su oferta exportable fundamentada en la abundante mano de obra barata que tienen.
Pues ese camino fue la senda seguida por todos los países en vía de desarrollo, que bajo la orientación del Banco Mundial y el famoso consenso de Washington, estimuló la reducción del tamaño del Estado y replanteó el papel de este en la economía, para darle mayor participación y protagonismo al sector privado.
La tozuda realidad ha demostrado que se ha perdido mucho en la calidad del empleo, que los mercados laborales se han deteriorado en contra de los trabajadores, claro y que ha llegado la hora de revisar el modelo económico para volver a poner la generación de empleo como el principal objetivo del mismo, en lugar de la competitividad del sector exportador. Inclusive, en algunos países, y Colombia debe hacerlo, se debe volver a mirar a la construcción, el sector agropecuario y las pequeñas y medianas empresas, el turismo y los servicios, como sectores a los cuales habrá que estimular para generar nuevamente empleo masivo.
El deterioro es mayor en los casos de los jóvenes, para conseguir su primer empleo, y también en el de las mujeres, que ha pesar de desempeñar igual trabajo que los hombres reciben una menor remuneración.
Estos temas del desempleo, la informalidad, la calidad del empleo y sus consecuencias deberían ser centrales en la actual campaña presidencial que ya entra en su recta final a la primera vuelta. De todas formas, gane quien gane y cualquier que sea el sucesor del Presidente Álvaro Uribe Vélez, el nuevo gobierno tendrá que cambiar el modelo de desarrollo del país para volver a mirar este objetivo de la política económica, la generación de empleo o fuentes de ingresos para esos tres millones de colombianos que hoy padecen el flagelo del desempleo.

Editorial
2 mayo, 2010

Un triste día del trabajo

Se conmemoró ayer en Colombia, como en el resto del mundo, el día internacional del trabajo, pero la verdad es que había poco que celebrar y sí muchos reclamos por parte de los trabajadores y reflexiones para los encargados de planear y diseñar las políticas económicas. La crisis económica que afectó al mundo en los […]


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Se conmemoró ayer en Colombia, como en el resto del mundo, el día internacional del trabajo, pero la verdad es que había poco que celebrar y sí muchos reclamos por parte de los trabajadores y reflexiones para los encargados de planear y diseñar las políticas económicas.
La crisis económica que afectó al mundo en los últimos dos años generó un gran impacto en la generación de empleo, en todo el mundo; situación que demostró uno de los grandes riesgos del proceso de globalización y es la gran capacidad de contagio que tiene el sistema económico, es decir cuando una crisis ocurre en un país esta afecta de una u otra manera a muchos otros países.
En la actualidad, son altos los índices de desempleo en Estados Unidos, por encima de dos dígitos, cuando lo normal era que estuviera por debajo del temido diez por ciento de la población económicamente activa; igual situación vive Europa y ni se diga de la gran mayoría de los países de América Latina.
Colombia no fue ajena a la crisis y el país afronta hoy una alta tasa de desempleo abierto, superior al trece por ciento, a pesar del crecimiento económico registrado durante la mayoría de los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.  Son más de tres millones de personas las afectadas por este flagelo que tiene altas consecuencias sociales y hasta sicológicas, como lo hemos afirmado de manera reiterada en estas páginas.
El país ha sufrido un deterioro considerable en la calidad del empleo; a pesar de la reforma laboral determinada por el gobierno que está por terminar, que desmontó el pago de horas extras, dominicales y festivos, con el supuesto que el cambio en las normas generaría un aumento de puestos de trabajo, atrayendo a muchos inversionistas a hablar nuevas plazas. No fue tal.
Los modelos económicos inspirados en las teorías neoliberales buscaron una mayor eficiencia de las economías nacionales, pero esa mayor eficiencia se tenía que lograr mediante la reducción de costos, particularmente de los laborales. El paradigma era China y otros países del Asia, que se desarrollaron con una fuerte expansión de su oferta exportable fundamentada en la abundante mano de obra barata que tienen.
Pues ese camino fue la senda seguida por todos los países en vía de desarrollo, que bajo la orientación del Banco Mundial y el famoso consenso de Washington, estimuló la reducción del tamaño del Estado y replanteó el papel de este en la economía, para darle mayor participación y protagonismo al sector privado.
La tozuda realidad ha demostrado que se ha perdido mucho en la calidad del empleo, que los mercados laborales se han deteriorado en contra de los trabajadores, claro y que ha llegado la hora de revisar el modelo económico para volver a poner la generación de empleo como el principal objetivo del mismo, en lugar de la competitividad del sector exportador. Inclusive, en algunos países, y Colombia debe hacerlo, se debe volver a mirar a la construcción, el sector agropecuario y las pequeñas y medianas empresas, el turismo y los servicios, como sectores a los cuales habrá que estimular para generar nuevamente empleo masivo.
El deterioro es mayor en los casos de los jóvenes, para conseguir su primer empleo, y también en el de las mujeres, que ha pesar de desempeñar igual trabajo que los hombres reciben una menor remuneración.
Estos temas del desempleo, la informalidad, la calidad del empleo y sus consecuencias deberían ser centrales en la actual campaña presidencial que ya entra en su recta final a la primera vuelta. De todas formas, gane quien gane y cualquier que sea el sucesor del Presidente Álvaro Uribe Vélez, el nuevo gobierno tendrá que cambiar el modelo de desarrollo del país para volver a mirar este objetivo de la política económica, la generación de empleo o fuentes de ingresos para esos tres millones de colombianos que hoy padecen el flagelo del desempleo.