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Columnista - 28 junio, 2022

Un pobre ex alcalde resentido

Tantas veces ocurrió esto, que el pueblo raso se acostumbró a que políticamente todo era igual y al proponérsele algo diferente, muchos cultivaron el terror al cambio. 

Boton Wpp

Algún día tendremos que contarle a nuestros hijos menores y nietos, que un diecinueve de junio Colombia tomó la decisión liberal de girar gubernamentalmente hacia la izquierda progresista, eligiendo al exguerrillero Gustavo Petro como presidente de la República; luego de vivir cíclicamente elecciones en las que se alternaban colores emblemáticos de partidos políticos, aparentemente diferentes, pero en el fondo con la misma orientación ideológica y el mismo juego de intereses personales.

Tantas veces ocurrió esto, que el pueblo raso se acostumbró a que políticamente todo era igual y al proponérsele algo diferente, muchos cultivaron el terror al cambio. 

Los dirigentes tradicionales sí saben que el próximo gobierno no va a ser el cataclismo ni la panacea, solo una fuente de las oportunidades que hasta ahora han negado, por su parte, el grueso de los electores adoctrinados por los anteriores, interiorizaron tal negación a una alternativa, que frente a esta realidad la cordura hace aguas y siguen en los comportamientos erráticos de siempre.

Antes de seguir, dejo constancia que fui declarado objetivo militar por las extintas Farc, sufrí asesinatos y secuestros de familiares y aliados políticos, siendo declarado víctima con ofrecimiento de asilo político por la República de Canadá, el cual decliné. 

Además, aclaro que en campaña jamás contaminé con temas políticos los grupos de WhatsApp creados para fines diferentes, porque considero una falta de respeto enviar contenidos personales y tendencias individuales, cuando el tema común a los miembros del grupo es otro.    

Lo digo porque en un espacio de estos, sin aún haber terminado de publicarse los resultados electorales y después de maldiciones, pataletas e imaginarios vetos políticos de un personaje que electoralmente no representa nada, desde un corazón secuestrado por el rencor y el odio salieron palabras en mi contra, en ofensivo cuestionamiento por haberle hecho campaña a Gustavo Petro. 

Exactamente me dijeron que yo era “un pobre ex 

alcalde resentido”, en una descarga de intolerancia a la contradicción. 

Si me dijo ‘pobre’ porque no he amasado fortuna económica, hasta puede tener razón, aunque le recuerdo que mi vocación política nunca ha sido con la intención de apropiarme de los recursos públicos. Como alcalde de La Paz, orgullosamente tomé la valiente decisión de iniciar un proceso de saneamiento financiero, al principio con las críticas y el desgaste político por no tener recursos para inversión, pero las entidades y hasta los alcaldes que me sucedieron aplauden lo oportuna de esta decisión. 

Hoy miro de frente y con la cabeza en alto a los habitantes de mi pueblo, con la tranquilidad del deber cumplido.  

Y en cuanto a resentido, tampoco me afecta porque es un término que se ha acuñado para señalar a aquel que reclama y no solo piensa en su bienestar, sino que, si bien es cierto todos no podemos ser iguales, al menos existan condiciones de dignidad para el desarrollo del ser humano, sin que nadie se aproveche, maltrate o humille al que económicamente sea más débil. 

Mi sueño es que el ordenamiento social no sea heredado, sino que lo determine la inteligencia, preparación académica, capacidad de trabajo y sensibilidad para entender que, si “no vive para servir, no sirve para vivir”.

Entonces no soy ni una cosa ni la otra, es cierto que materialmente solo tengo lo básico, pero lo más importante son las ganas de seguir trabajando para sacar a mi familia adelante, sin renunciar a mi concepción política. Solo he heredado algo de mi madre, quien en solitario me enseñó a admirar y exaltar los valores de las personas, soslayando lo menos favorable. 

Esto es lo que me da tranquilidad, mi lucha no es por cambiar el concepto de nadie, sino para consolidar la nueva era que comienza, en la que por fin haya respeto y todos podamos vivir sabroso. Fuerte abrazo.

Columnista
28 junio, 2022

Un pobre ex alcalde resentido

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Tantas veces ocurrió esto, que el pueblo raso se acostumbró a que políticamente todo era igual y al proponérsele algo diferente, muchos cultivaron el terror al cambio. 


Algún día tendremos que contarle a nuestros hijos menores y nietos, que un diecinueve de junio Colombia tomó la decisión liberal de girar gubernamentalmente hacia la izquierda progresista, eligiendo al exguerrillero Gustavo Petro como presidente de la República; luego de vivir cíclicamente elecciones en las que se alternaban colores emblemáticos de partidos políticos, aparentemente diferentes, pero en el fondo con la misma orientación ideológica y el mismo juego de intereses personales.

Tantas veces ocurrió esto, que el pueblo raso se acostumbró a que políticamente todo era igual y al proponérsele algo diferente, muchos cultivaron el terror al cambio. 

Los dirigentes tradicionales sí saben que el próximo gobierno no va a ser el cataclismo ni la panacea, solo una fuente de las oportunidades que hasta ahora han negado, por su parte, el grueso de los electores adoctrinados por los anteriores, interiorizaron tal negación a una alternativa, que frente a esta realidad la cordura hace aguas y siguen en los comportamientos erráticos de siempre.

Antes de seguir, dejo constancia que fui declarado objetivo militar por las extintas Farc, sufrí asesinatos y secuestros de familiares y aliados políticos, siendo declarado víctima con ofrecimiento de asilo político por la República de Canadá, el cual decliné. 

Además, aclaro que en campaña jamás contaminé con temas políticos los grupos de WhatsApp creados para fines diferentes, porque considero una falta de respeto enviar contenidos personales y tendencias individuales, cuando el tema común a los miembros del grupo es otro.    

Lo digo porque en un espacio de estos, sin aún haber terminado de publicarse los resultados electorales y después de maldiciones, pataletas e imaginarios vetos políticos de un personaje que electoralmente no representa nada, desde un corazón secuestrado por el rencor y el odio salieron palabras en mi contra, en ofensivo cuestionamiento por haberle hecho campaña a Gustavo Petro. 

Exactamente me dijeron que yo era “un pobre ex 

alcalde resentido”, en una descarga de intolerancia a la contradicción. 

Si me dijo ‘pobre’ porque no he amasado fortuna económica, hasta puede tener razón, aunque le recuerdo que mi vocación política nunca ha sido con la intención de apropiarme de los recursos públicos. Como alcalde de La Paz, orgullosamente tomé la valiente decisión de iniciar un proceso de saneamiento financiero, al principio con las críticas y el desgaste político por no tener recursos para inversión, pero las entidades y hasta los alcaldes que me sucedieron aplauden lo oportuna de esta decisión. 

Hoy miro de frente y con la cabeza en alto a los habitantes de mi pueblo, con la tranquilidad del deber cumplido.  

Y en cuanto a resentido, tampoco me afecta porque es un término que se ha acuñado para señalar a aquel que reclama y no solo piensa en su bienestar, sino que, si bien es cierto todos no podemos ser iguales, al menos existan condiciones de dignidad para el desarrollo del ser humano, sin que nadie se aproveche, maltrate o humille al que económicamente sea más débil. 

Mi sueño es que el ordenamiento social no sea heredado, sino que lo determine la inteligencia, preparación académica, capacidad de trabajo y sensibilidad para entender que, si “no vive para servir, no sirve para vivir”.

Entonces no soy ni una cosa ni la otra, es cierto que materialmente solo tengo lo básico, pero lo más importante son las ganas de seguir trabajando para sacar a mi familia adelante, sin renunciar a mi concepción política. Solo he heredado algo de mi madre, quien en solitario me enseñó a admirar y exaltar los valores de las personas, soslayando lo menos favorable. 

Esto es lo que me da tranquilidad, mi lucha no es por cambiar el concepto de nadie, sino para consolidar la nueva era que comienza, en la que por fin haya respeto y todos podamos vivir sabroso. Fuerte abrazo.