Después de la crisis del 2015, y cuando la cadena de valor del sector se encontraba resentida por el impacto que causó la reducción de precios, debido al incremento en la producción proveniente de yacimientos no convencionales, y la frágil estabilidad económica global, debemos afrontar una nueva crisis de precios del crudo, apuntalada por el […]
Después de la crisis del 2015, y cuando la cadena de
valor del sector se encontraba resentida por el impacto que causó la reducción
de precios, debido al incremento en la producción proveniente de yacimientos no
convencionales, y la frágil estabilidad económica global, debemos afrontar una
nueva crisis de precios del crudo, apuntalada por el Covid-19, que ha
desacelerado la actividad económica a niveles casi críticos.
A esto se suma la falta de acuerdo entre Arabia
y Rusia, para mantener cuotas de recorte en la producción, lo que genera una
guerra que pretende medir cuál es el límite de estas naciones a soportar
precios bajos, apostándole a ventas de grandes volúmenes, y la disminución de
la demanda por el acuartelamiento de casi un 80 % de la población mundial, con
todas las consecuencias sobre el consumo. Lo que lleva a la situación de
precios que hoy tenemos, muy volátil y sensible a eventos tan mediáticos como
el trino de una autoridad que hable en favor o en contra de la oferta-demanda.
De extenderse el aislamiento y con ella la
anormalidad del sistema productivo, podrían darse condiciones tan críticas del
consumo, que la capacidad de almacenamiento del crudo se cope y se llegue a
precios aún más bajos. El mundo tiene un exceso de oferta sin precedentes, en
un momento en que el consumo mundial de petróleo ha bajado 4 % en el primer
trimestre de 2020, y puede caer entre 10 y 25 % en los próximos meses, según
diferentes analistas internacionales.
Las economías de los países productores, que
dependen en gran medida de este renglón como el caso de Colombia, se verán muy afectadas.
Para nuestro caso los impactos incluyen la disminución de la renta petrolera en
hasta 15.8 billones, discriminados en el cese de dividendos por parte de
Ecopetrol, aumento del déficit de cuenta corriente, menos regalías e ingresos
por impuestos y disminución de inversión extrajera. Un hueco fiscal que
sentiremos todos los colombianos.
Esta situación de precios bajos afecta
directamente la actividad de la industria petrolera, la cual debería mantener
los actuales niveles de producción, para garantizar ingresos necesarios para
atender la emergencia humanitaria. Mantener la producción por el orden de
850 mil barriles se podría dar, mientras no se requieran operaciones de
mantenimiento o reparación de pozos que hagan antieconómica la actividad, por
esto la supervisión operacional estricta en campo es clave.
Otras acciones para la optimización de costos,
podrían considerase en la reducción de la calidad del crudo de venta y agua de
disposición a límites aceptables para bajar costos de procesamiento, minimizar
tarifas en el transporte del crudo por oleoductos y carrotanques, la variación
de tarifas de servicios especializados amarrada a precios del crudo, la
optimización de equipos de trabajo para las operaciones y reubicación del
personal en nuevos frentes.
Nuestro llamado es a que toda la cadena de valor
del sector incluyendo gobierno, compañías operadoras, de servicios, fuerza
laboral y comunidades se apoyen solidariamente para mitigar el impacto que esta
crisis puede causar, el cual es mucho más severo en los eslabones más débiles
de esta cadena, como lo son las pequeñas empresas y los colaboradores de la
industria.
Después de la crisis del 2015, y cuando la cadena de valor del sector se encontraba resentida por el impacto que causó la reducción de precios, debido al incremento en la producción proveniente de yacimientos no convencionales, y la frágil estabilidad económica global, debemos afrontar una nueva crisis de precios del crudo, apuntalada por el […]
Después de la crisis del 2015, y cuando la cadena de
valor del sector se encontraba resentida por el impacto que causó la reducción
de precios, debido al incremento en la producción proveniente de yacimientos no
convencionales, y la frágil estabilidad económica global, debemos afrontar una
nueva crisis de precios del crudo, apuntalada por el Covid-19, que ha
desacelerado la actividad económica a niveles casi críticos.
A esto se suma la falta de acuerdo entre Arabia
y Rusia, para mantener cuotas de recorte en la producción, lo que genera una
guerra que pretende medir cuál es el límite de estas naciones a soportar
precios bajos, apostándole a ventas de grandes volúmenes, y la disminución de
la demanda por el acuartelamiento de casi un 80 % de la población mundial, con
todas las consecuencias sobre el consumo. Lo que lleva a la situación de
precios que hoy tenemos, muy volátil y sensible a eventos tan mediáticos como
el trino de una autoridad que hable en favor o en contra de la oferta-demanda.
De extenderse el aislamiento y con ella la
anormalidad del sistema productivo, podrían darse condiciones tan críticas del
consumo, que la capacidad de almacenamiento del crudo se cope y se llegue a
precios aún más bajos. El mundo tiene un exceso de oferta sin precedentes, en
un momento en que el consumo mundial de petróleo ha bajado 4 % en el primer
trimestre de 2020, y puede caer entre 10 y 25 % en los próximos meses, según
diferentes analistas internacionales.
Las economías de los países productores, que
dependen en gran medida de este renglón como el caso de Colombia, se verán muy afectadas.
Para nuestro caso los impactos incluyen la disminución de la renta petrolera en
hasta 15.8 billones, discriminados en el cese de dividendos por parte de
Ecopetrol, aumento del déficit de cuenta corriente, menos regalías e ingresos
por impuestos y disminución de inversión extrajera. Un hueco fiscal que
sentiremos todos los colombianos.
Esta situación de precios bajos afecta
directamente la actividad de la industria petrolera, la cual debería mantener
los actuales niveles de producción, para garantizar ingresos necesarios para
atender la emergencia humanitaria. Mantener la producción por el orden de
850 mil barriles se podría dar, mientras no se requieran operaciones de
mantenimiento o reparación de pozos que hagan antieconómica la actividad, por
esto la supervisión operacional estricta en campo es clave.
Otras acciones para la optimización de costos,
podrían considerase en la reducción de la calidad del crudo de venta y agua de
disposición a límites aceptables para bajar costos de procesamiento, minimizar
tarifas en el transporte del crudo por oleoductos y carrotanques, la variación
de tarifas de servicios especializados amarrada a precios del crudo, la
optimización de equipos de trabajo para las operaciones y reubicación del
personal en nuevos frentes.
Nuestro llamado es a que toda la cadena de valor
del sector incluyendo gobierno, compañías operadoras, de servicios, fuerza
laboral y comunidades se apoyen solidariamente para mitigar el impacto que esta
crisis puede causar, el cual es mucho más severo en los eslabones más débiles
de esta cadena, como lo son las pequeñas empresas y los colaboradores de la
industria.