COLUMNISTA

¡Tú también eres corrupto! No te hagas el santo

“Un pueblo tiene los gobernantes que se merece” (Joseph de Maistre). Nos encanta rasgarnos las vestiduras por la corrupción en Colombia. Nos indignamos con los políticos ladrones, con los jueces vendidos, con los empresarios sin escrúpulos. Hacemos escándalo en redes sociales, exigimos justicia, marchamos, gritamos. Pero hay algo que no nos atrevemos a admitir: nosotros también somos corruptos.

¡Tú también eres corrupto! No te hagas el santo

¡Tú también eres corrupto! No te hagas el santo

canal de WhatsApp

Un pueblo tiene los gobernantes que se merece” (Joseph de Maistre). Nos encanta rasgarnos las vestiduras por la corrupción en Colombia. Nos indignamos con los políticos ladrones, con los jueces vendidos, con los empresarios sin escrúpulos. Hacemos escándalo en redes sociales, exigimos justicia, marchamos, gritamos. Pero hay algo que no nos atrevemos a admitir: nosotros también somos corruptos.

Cada vez que sobornamos a un policía, que nos colamos en una fila, que evadimos impuestos, que mentimos en un documento, estamos haciendo exactamente lo mismo que tanto criticamos. Tal vez no robemos millones desde un ministerio, pero somos parte del problema. La corrupción empieza en casa. Aquí la trampa se enseña desde pequeños. Nos jactamos de nuestra famosa “malicia indígena”, como si fuera algo admirable, como si ser un tramposo fuera un signo de inteligencia. Pero no nos engañemos: no es viveza, es corrupción.

Desde el colegio, aprendemos que hacer trampa en un examen es “ser avispao”. Que copiar y pegar un trabajo sin leerlo es “optimizar el tiempo”. Que conseguir un favor por debajo de la mesa es “saber moverse”. Así crecemos. Así nos convertimos en adultos que no ven problema en pagarle a alguien para que les haga la vuelta en un trámite o en pasar un billete para que no les pongan una multa. Y luego tenemos el descaro de exigir transparencia en el gobierno. Si justificamos la trampa en lo pequeño, ¿con qué moral exigimos que los de arriba sean íntegros? La corrupción que tanto despreciamos se gesta en el día a día, en cada acto de deshonestidad que normalizamos.

En la pirámide de la corrupción: todos somos cómplices. Nos gusta pensar que la corrupción está arriba, que son “los de arriba” los que roban y destruyen el país. Pero la verdad es que la base de esa pirámide la construimos nosotros, con nuestras pequeñas trampas diarias. Y mientras la base sea fuerte, la punta se mantendrá firme.

Si pagas para que te agilicen un trámite, ¿con qué cara te quejas de la burocracia?

Si haces trampa en la contabilidad, ¿cómo puedes indignarte con los grandes evasores fiscales?

Si compras un diploma falso o una licencia sin hacer el examen, ¿te sorprende que el país esté lleno de incompetentes?

Si te pasas el semáforo en rojo porque “no viene nadie”, ¿cómo criticas al que se roba el presupuesto de una vía?

La corrupción no empieza en el Congreso. Empieza en la casa, en la calle, en la oficina. Tú la alimentas todos los días.

Basta de hipocresía. Nos llenamos la boca con discursos de cambio, pero seguimos haciendo lo mismo. Queremos gobernantes honestos, pero nos cuesta seguir una simple norma de tránsito. Exigimos justicia, pero buscamos atajos cuando nos conviene. ¿De qué nos quejamos entonces? El problema de Colombia no es solo su clase política. Es su gente. Y hasta que no aceptemos nuestra responsabilidad, nada cambiará.

El cambio empieza por ti. No puedes cambiar un país entero de la noche a la mañana, pero sí puedes empezar por ti. Si quieres un país sin corrupción, sé un ciudadano íntegro. No busques atajos, no sobornes, no mientas. Porque como dijo Cicerón: “La corrupción es nuestra propia injusticia llevada a su máxima expresión”.

Si no eres parte de la solución, eres parte del problema. Un país sin corrupción no se construye desde el poder, sino desde la gente. Desde cada pequeño acto de integridad cotidiana. Deja de echarle la culpa solo a los políticos y mira en el espejo, te podría sorprender lo que veas.

¿Te incomoda lo que lees? Perfecto. Es hora de despertar. Déjame tu comentario en X en EL PILÓN y con gusto te responderé. Exigimos cambios, pero mejor empecemos por cambiar nosotros.

Por: Hernán José Restrepo Muñoz.

TE PUEDE INTERESAR