COLUMNISTA

Todos somos poetas

Como muchos otros, puedo decir que no sé realmente qué es un poeta. Tratar de definirlo es, tal vez, aventurarse a quedarse corto o, al contrario, extenderse en algo que a veces es inexplicable, o que no se puede definir.

Todos somos poetas

Todos somos poetas

Por: Jairo

@el_pilon

canal de WhatsApp

Como muchos otros, puedo decir que no sé realmente qué es un poeta. Tratar de definirlo es, tal vez, aventurarse a quedarse corto o, al contrario, extenderse en algo que a veces es inexplicable, o que no se puede definir. Sin embargo, tengo muchas creencias sobre qué es ser poeta. Algunos nos encasillan (y lo expreso así porque soy poeta) como si perteneciéramos a un grupo con una ocupación bastante esotérica, cuyos frutos pueden ser difíciles de comprender.

Soy un convencido de que la poesía es la que nos elige, no al revés. Todos, alguna vez, sentimos la necesidad emocional y hasta orgánica de expresar poesía a nuestro estilo, aunque no haya rimas ni versos. La expresión del alma surge hasta en la más corta palabra cargada por un suspiro. Para algunos, resulta más fácil regurgitar palabras densas de significado, ricas en símbolos, que expresan cómo vemos la vida y la condición humana.

El poeta es aquel que alude a la metáfora constante de la existencia, ¿o por qué no?, de la nada también. No somos quienes soñamos y decimos ser: somos muchas veces agonía en silencio ante la calma de los otros, o la tristeza que sonríe con ironía a la alegría. Somos el ocaso cuando algunos se levantan y el amanecer cuando otros van a descansar. Podemos ser un océano cubriendo un desierto o un grano de arena que titila como estrella. Somos pasión constante de la ensoñación y despertar amargo ante el dolor. Valientes ante la muerte, cobardes ante el amor.   

Cada palabra que surge del alma tiene una fuerza implacable. Les damos vida, aunque no la vean otros. Cada palabra tiene su latido. Debe enlazarse con libertad, jamás ser encadenada, porque el poeta pretende que estas vuelen al vaivén de la emoción o la nostalgia. Muchas veces, cada palabra lanzada es producto de un estado anormal o demencial, capaz de describir ciertos estados del alma que poco tienen que ver con la cordura.

Un poeta no reconoce el tiempo. Atrae el pasado, sueña con paisajes sin formas, desconociendo las montañas, porque crea sus propios mundos, su vida y hasta su muerte. Vive casi siempre de la mano de Morfeo, el poderoso dios del sueño, a quien, como un niño, le insiste en soñar de forma permanente, abandonando muchas veces una realidad de la que anhela desaparecer.

Recuerdo que, en mi infancia, mis primeras intenciones de enamorarme estuvieron marcadas por los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, quien influyó para que me atreviera a expresar, con palabras prestadas, lo que sentía por aquellas niñas del colegio, a las que hoy sigo recordando, aunque nunca me correspondieron. Sin embargo, seguí amando la poesía y encontré oídos a mis palabras, ya propias, las que descubrí que habitaban en mí.

Todos, reitero, alguna vez hemos sentido la poesía dentro. Y como suelo decir: quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra. Todos somos poetas, queridos lectores. De una u otra forma expresamos lo que sentimos, y vale la pena reconocerlo. Eso permite inundar nuestros espacios vacíos, aunque sea por melancolías o tristezas, y algún que otro bálsamo que nos procure alegría.

Por: Jairo Mejía.

TE PUEDE INTERESAR