“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. San Mateo 6:21. El texto nos exhorta a no hacernos tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino hacernos tesoros en el cielo, donde no sufriremos esos embates. Inferimos que Jesús se está refiriendo a […]
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. San Mateo 6:21.
El texto nos exhorta a no hacernos tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino hacernos tesoros en el cielo, donde no sufriremos esos embates. Inferimos que Jesús se está refiriendo a los bienes materiales que acumulamos en la tierra y que se convierten en nuestros tesoros más preciados. Hay también bienes inmateriales a los que Jesús les llama tesoros en el cielo.
Los tesoros en la tierra, las cosas materiales, se caracterizan porque se corrompen; lo que no se come la polilla, el comején o las termitas, el moho y óxido lo destruyen. El cuidado y la administración de los tesoros en la tierra producen cierto afán y ansiedad, por el tema de la seguridad y el deseo de guardar y proteger su valor. Es apenas lógico preocuparse por las pertenencias, pero, mientras más se acumula y se tiene, más codicia se despierta en otros, de ahí que los ladrones quieran entrar y robar.
Por otro lado tenemos a los tesoros en el cielo. Estos están fuera del alcance de los ladrones, seguros y protegidos contra las invasiones de las polillas y la obra destructora del moho y el óxido. Por eso San Pablo nos recuerda ejercitarnos para la piedad, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.
Amado amigo lector: ¿Qué atesoras en tu corazón? Si pudiéramos asomarnos al pozo de nuestros corazones, cual, si fuera un lago cristalino, ¿qué imagen veríamos en el fondo? Tal vez veríamos imágenes de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. O, por lo contrario, veríamos imágenes de autos nuevos, cabañas turísticas, yates en el muelle y puestos altos en la cima empresarial.
De ninguna manera estoy en contra del esfuerzo personal, el escalamiento social y el legítimo deseo de superación; pero sí creo que el logro personal está determinado por la persona o cosa a quien uno sirve. Las cualidades del amo a quien se sirve y en quien se cree y se confía ejercen una fuerte influencia en la manera de pensar y actuar ante la vida.
La persona que sirve al Dios Eterno, Rey del universo, goza de salud moral y una bondad sencilla sin afectaciones. Pero si se pretende hacer tesoros en la tierra y al mismo tiempo sembrar para hacer tesoros en el cielo, no habrá paz, ni propósito, ni armonía. Jesús dijo que ninguno podía servir a dos señores, porque odiaría al uno y amaría al otro, o estimaría al uno y menospreciaría al otro. ¡No podemos servir a Dios y a las riquezas! ¡Seremos dominados por el amo al cual nos rendimos!
Disfrutemos de los bienes materiales y de los tesoros en la tierra que tengamos, pero rindamos nuestro corazón al Dios omnipotente, para que la razón de nuestra existencia esté anclada en los cielos, buscando el reino de Dios y su justicia. Así, Dios promete que todas estas cosas os serán añadidas.
Un abrazo fraterno en Cristo.
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. San Mateo 6:21. El texto nos exhorta a no hacernos tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino hacernos tesoros en el cielo, donde no sufriremos esos embates. Inferimos que Jesús se está refiriendo a […]
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. San Mateo 6:21.
El texto nos exhorta a no hacernos tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino hacernos tesoros en el cielo, donde no sufriremos esos embates. Inferimos que Jesús se está refiriendo a los bienes materiales que acumulamos en la tierra y que se convierten en nuestros tesoros más preciados. Hay también bienes inmateriales a los que Jesús les llama tesoros en el cielo.
Los tesoros en la tierra, las cosas materiales, se caracterizan porque se corrompen; lo que no se come la polilla, el comején o las termitas, el moho y óxido lo destruyen. El cuidado y la administración de los tesoros en la tierra producen cierto afán y ansiedad, por el tema de la seguridad y el deseo de guardar y proteger su valor. Es apenas lógico preocuparse por las pertenencias, pero, mientras más se acumula y se tiene, más codicia se despierta en otros, de ahí que los ladrones quieran entrar y robar.
Por otro lado tenemos a los tesoros en el cielo. Estos están fuera del alcance de los ladrones, seguros y protegidos contra las invasiones de las polillas y la obra destructora del moho y el óxido. Por eso San Pablo nos recuerda ejercitarnos para la piedad, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.
Amado amigo lector: ¿Qué atesoras en tu corazón? Si pudiéramos asomarnos al pozo de nuestros corazones, cual, si fuera un lago cristalino, ¿qué imagen veríamos en el fondo? Tal vez veríamos imágenes de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. O, por lo contrario, veríamos imágenes de autos nuevos, cabañas turísticas, yates en el muelle y puestos altos en la cima empresarial.
De ninguna manera estoy en contra del esfuerzo personal, el escalamiento social y el legítimo deseo de superación; pero sí creo que el logro personal está determinado por la persona o cosa a quien uno sirve. Las cualidades del amo a quien se sirve y en quien se cree y se confía ejercen una fuerte influencia en la manera de pensar y actuar ante la vida.
La persona que sirve al Dios Eterno, Rey del universo, goza de salud moral y una bondad sencilla sin afectaciones. Pero si se pretende hacer tesoros en la tierra y al mismo tiempo sembrar para hacer tesoros en el cielo, no habrá paz, ni propósito, ni armonía. Jesús dijo que ninguno podía servir a dos señores, porque odiaría al uno y amaría al otro, o estimaría al uno y menospreciaría al otro. ¡No podemos servir a Dios y a las riquezas! ¡Seremos dominados por el amo al cual nos rendimos!
Disfrutemos de los bienes materiales y de los tesoros en la tierra que tengamos, pero rindamos nuestro corazón al Dios omnipotente, para que la razón de nuestra existencia esté anclada en los cielos, buscando el reino de Dios y su justicia. Así, Dios promete que todas estas cosas os serán añadidas.
Un abrazo fraterno en Cristo.