Cada día, en Colombia se cometen más de dos feminicidios. Así lo demuestra el Boletín Mensual Vivas Nos Queremos del Observatorio de Feminicidios Colombia, el cual expone que hasta el 30 de septiembre del 2025 en nuestro país se han cometido 621 feminicidios. Esta aterradora cifra es el reflejo de un Estado y una sociedad que todavía no garantizan a las mujeres el derecho más básico: el de vivir. Por eso cada 25 de noviembre alzamos la voz para exigir que se nos permita ejercerlo.
Esta fecha nació de la sangre, del coraje y de la memoria. El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, conocidas como Las Mariposas, fueron asesinadas por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. Su crimen fue rebelarse, alzar la voz frente a un régimen que quería silenciarlas. Su muerte, sin embargo, se convirtió en símbolo. En 1999, la ONU reconoció oficialmente esta fecha como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en homenaje a todas las que, como ellas, se atrevieron a desafiar el miedo.
Más de seis décadas después, seguimos invocando su nombre porque las violencias no han cesado, solo han cambiado de rostro. Hoy las mujeres enfrentamos agresiones que atraviesan nuestros cuerpos, los hogares, las calles, las redes y las instituciones. Violencias que se sostienen en sistemas de poder que tratan de controlar nuestras decisiones, nuestras voces y nuestros territorios.
En el departamento del Cesar, las denuncias por violencia de género aumentaron considerablemente en nuestro departamento, alcanzando la cifra de 1.200 por el delito de violencia de género en el año 2024, y 40 por feminicidios durante el 2023 y 2024. En lo corrido del 2025 se ha confirmado un caso de feminicidio y existen 22 casos de presuntos feminicidios (SIEDCO – Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo de la Policía Nacional de Colombia). Más que una estadística, estas cifras representan vidas, voces y dolores que exigen acción real.
Aunque el feminicidio es la forma más visible y atroz de violencia contra la mujer, existen también las violencias silenciosas: la desigualdad económica, la carga desmedida del cuidado, la exclusión política, la revictimización institucional, el acoso cotidiano, el racismo y la misoginia presente en discursos públicos. Cada una de estas violencias alimenta un entramado que normaliza el daño y posterga la justicia.
En los municipios rurales del Cesar, las mujeres enfrentan el abandono estatal y la falta de rutas efectivas para denunciar. En las zonas urbanas predominan la precarización laboral, la indiferencia de las autoridades y la revictimización institucional. Las lideresas sociales y defensoras de derechos humanos continúan siendo objeto de amenazas y estigmatización, y muchas víctimas esperan una justicia que se dilata o nunca llega.
Por eso este 25N no es un día de conmemoración pasiva. Es un día para recordar que la lucha de las Mariposas sigue viva en cada mujer que exige respeto, en cada colectivo que acompaña y en cada comunidad que decide no callar. Contra todas las violencias, reafirmamos nuestra fuerza y nuestra voz: Nos queremos vivas, libres y sin miedo.
Por: La Creciente Colectivo Feminista.
