MI COLUMNA
Por Mary Daza Orozco
Al escuchar la marcha nupcial a muchos de los concurrentes a una boda se le cuajan los ojos de lágrimas, sí, todavía en esta época la emoción sigue vigente, y la pareja se jura amor eterno. El olor a cirios blancos y el Ave María todavía se escuchan, a veces en voces importadas, otras, en los coros de la iglesia; siguen vigentes.
Una pareja moderna se va a vivir junta, sin parafernalias, es lo más sano, según muchas opiniones, se hacen llamar novios aunque tengan varios hijos.
Una pareja de novios no pasea por los parques ni por las calles tomados de la mano, no, eso pasó de moda. El romanticismo moderno, si es que lo hay, no contempla esas manifestaciones ni arrumacos.
La mayoría de los que han vivido una unión (ya no se usa noviazgo) tienen historias tristes de maltratos y ofensas, a pesar del juramento eterno, del olor a cirios encendidos, de lo ‘blanca y radiante de la novia’; o a pesar de la desafiante actitud de vivir juntos y libres. Es la violencia de género que ha vivido soterrada por años, pero que un día se cansó de estar escondida guardando apariencias, mujeres recluidas en sus aposentos hasta cuando se les quitaban los verdugones de los ojos o de cualquier parte del cuerpo, y salió a la luz pública con todo su ardor y muerte, tanto que su repudio es universal, pero su accionar va en aumento. En diciembre de 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer definió esa clase de violencia, en su artículo 1º como:
«A los efectos de esta declaración, por Violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada».
En 1995 en la Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Pekín, (Beijín) se señaló que:
«La violencia contra la mujer impide el logro de los objetivos de la igualdad de desarrollo y Paz, que viola y menoscaba el disfrute de los deberes y derechos fundamentales”.
Colombia no es el único país que registra casos de mujeres violentadas, el fenómeno es mundial, en España se registran por lo menos dos casos de uxoricidio por mes. Pero lo golpes, los ojos morados, las palabras sórdidas, y altisonantes, las violaciones aun de parte del esposo, son de acontecer diario, sólo basta buscar en la Web o en la prensa de ayer para ver el horror, el ensañamiento contra la mujer; y lo que no se publica en la prensa es más doloroso, esa violencia en gestos, en desprecios, en palabrotas, en gritos, en fin, hasta las miradas maltratan.
Valledupar comenta estos hechos con asombro, los medios se hacen cargo, se caricaturiza al agresor, lo hacen con más vigor cuando el agresor es alguien importante y se ignora a la víctima de las barriadas, y las voces de protestas de las mujeres se acallan, sus denuncias duermen empolvadas en los despachos de los que imparten justicia, así es todo el tiempo, así es en todo el mundo. Siempre así, el caso va en aumento. ¿Cuál será el remedio para tamaño problema? Uff, difícil respuesta para una simple columnista, si no han podido centenares de asociaciones existentes en pro del bienestar de la mujer…, todo eso es triste, es otra de las manifestaciones de una sociedad enferma desde hace mucho tiempo.
También hay centenares de mujeres violentas, hogares disfuncionales, pero ese es otro tema; ahora he querido traer el maltrato a la mujer a colación a raíz de comentarios nutridos en esta ciudad por un suceso de violencia de género, he querido hacer un recordatorio de la mujer, en este mes, en el que se ensalza su más grade triunfo, logro, realización, como se llame: la maternidad, ese título o condición bastaría para rodearla de respeto.











