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Las promesas

“…Y haz según lo que has dicho.”  1 Crónicas 17:23b. Por: Valerio Mejía Araujo Cada promesa de la Biblia es un escrito de Dios. Bien podríamos llegar ante su presencia y reclamar cada promesa con esta razonable súplica: “Haz según lo que has dicho”. Nuestro Padre celestial no puede faltar a sus palabras dadas a […]

Las promesas

Las promesas

Por: Valerio

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“…Y haz según lo que has dicho.”  1 Crónicas 17:23b.

Por: Valerio Mejía Araujo

Cada promesa de la Biblia es un escrito de Dios. Bien podríamos llegar ante su presencia y reclamar cada promesa con esta razonable súplica: “Haz según lo que has dicho”. Nuestro Padre celestial no puede faltar a sus palabras dadas a sus hijos quienes dependen de su verdad. El alegato más sobresaliente que podríamos presentar delante de Dios es: “Recuerda tu palabra, en la cual me has hecho confiar”.
¿Acaso Dios no guardará su palabra? ¿Por qué la daría si no estuviese dispuesto a cumplirla? Dios nos ha dado su palabra y nos ha hecho confiar en ella. ¿Frustraría Dios la esperanza que ha engendrado en nosotros?.
La fidelidad eterna de Dios es lo que hace a una promesa de la Biblia “magnífica y preciosa”. Con mucha frecuencia las promesas humanas son indignas. El incumplimiento de muchas promesas ha quebrantado muchos corazones. Pero desde la eternidad pasada, Dios jamás ha dejado de cumplir una sola promesa que haya hecho a sus hijos.
Es muy triste para un cristiano permanecer a las puertas de las promesas, especialmente durante las terribles noches de la aflicción o la necesidad, sin atreverse a pedir, buscar o llamar, cuando debería entrar valientemente en busca de su cumplimiento.
Con mucha frecuencia pedimos cosas que no están absolutamente prometidas. Por lo tanto, hasta que no hemos perseverado por algún tiempo no estamos seguros de sí nuestras peticiones están en los planes de Dios o no.  Hay otras ocasiones, afortunadamente son la gran mayoría de veces, cuando estamos convencidos por completo de que lo que pedimos está en conformidad con la palabra de Dios. Entonces, por medio de las Escrituras, nos sentimos motivados a clamar por alguna promesa, con la firme convicción de que nos pertenece. En tales ocasiones, es cuando podemos decir con esa fe certera, que espera y que confía: ¡Haz como has dicho!.
Difícilmente podemos manifestar una actitud de mayor seguridad y dependencia, como cuando colocamos el dedo sobre alguna promesa de la Palabra Divina y la reclamamos como nuestra. O como cuando, escribimos o copiamos una promesa y la pegamos sobre nuestra cama o escritorio a manera de pendón alzado como recordación de que Dios es un cumplidor de promesas.
Con las promesas, no tenemos necesidad de impacientarnos, de disputar ni luchar; simplemente debemos presentar nuestro pedido basado y sustentado en ella; señalamos la promesa y pedimos su cumplimiento. Sin dudas ni temores con respecto a su cumplimiento. Como cuando presentamos un cheque para ser cobrado en la ventanilla del banco.
Abraham, el patriarca; nuestro padre en la fe, recibió la promesa por la gracia mediante la fe. Creyó en esperanza contra esperanza para alcanzar el cumplimiento de la promesa. No dudó por incredulidad de las promesas de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era poderoso para hacer todo lo que había prometido. Por esa razón, su fe le fue contada por justicia.
Cuando Israel ocupa la tierra que Dios había jurado dar a sus padres, y toman posesión de ella y la habitan, no faltó ni una sola de las palabras de todas las buenas promesas que Dios había hecho a la casa de Israel. ¡Todo se cumplió!
Dios llamó a Samuel, le mostró su revelación y lo escogió como su siervo, siendo aún joven; pero cuando Samuel crecía, y Dios estaba con él, no dejó sin cumplir ninguna de sus palabras. Ahí estuvo la fortaleza de Samuel, en la fidelidad de Dios.
Caros amigos: Creo que en este tiempo de Cuaresma, donde recibimos un llamado para la reflexión, preparación, arrepentimiento y conversión; debemos retornar a su palabra para comprender e interiorizar las promesas maravillosas que Dios ha prometido para nosotros.
Si alguna vez, Dios ha hablado a tu corazón y tienes una promesa de su parte, ¡reclámala hoy! ¡No te tardes más!
Oremos para que cada promesa en la que hemos creído se cumpla en nuestro tiempo y podamos disfrutar de las maravillas de su gracia.
Te mando un abrazo y mi fuerte intercesión para que disfrutes el cumplimiento de todas sus promesas.

valeriomejia@etb.net.co

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