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A José Gregorio lo volví a ver una mañana en la habitación principal de la casa de las Mendoza Ramos.
El papa Francisco aprobó la canonización del beato venezolano desde el Hospital Policlínico Gemelli, generando júbilo entre los fieles del vecino del país y vallenatos que creen en el “médico de los pobres”.
José Gregorio brilló en todo lo que hizo durante su periplo vital con luz propia, contrario a lo que muchos podrían imaginar, nunca utilizaba el prestigio que bien ganado tuvo ni la fama que sigue teniendo Juancho para hacerse escuchar, hacerse respetar y ascender en su truncada trayectoria profesional, y su nombre nunca le quedó grande.