En su paseo por los extensos corredores del cielo, San Pedro iba presentando a Jacinto para que entablara amistad con sus nuevos amigos. Este, siempre inquieto, desde que vivía en la tierra, le preguntaba por personajes que se habían marchado de Valledupar hace mucho tiempo y que por supuesto él tenía rato de no verlos.
La doctora Yani, un poco escurridiza por la informalidad, aplazó las consultas para el día siguiente, citando por petición especial de su familia a don Chano, un viejo patriarca del partido liberal, quien en sus años mozos logró triplicar una importante fortuna convirtiéndose en el jefe de una numerosa familia quien lo apreciaba y quería.
Había mucho pánico, los pobladores creían que se trataba de una nave espacial.
Pivijay es cuna de mujeres bonitas y de atardeceres hermosos; el autor de esta historia nació en ese pueblo en una madrugada de un 13 de septiembre de 1944.
En acto académico definieron rendir homenaje a la reconocida jurista, docente universitaria y consejera de la sección quinta del honorable Consejo de Estado.
Al encontrar su pensión voló y voló en busca de algo que allá no hay: la calidez de un hogar, ello lo motivó a radicarse en Valledupar.
En mi análisis unas no nacieron en la capital del Cesar, pero por su arraigo son consideradas matronas vallenatas.
Andrés era amiguero y folclorista fue la antítesis en su familia. En el carácter fue polo opuesto de sus hermanos Armando y Paulina Becerra Morón, el primero sacerdote formado espiritualmente en el seminario de los curas Jesuitas y la segunda connotada religiosa, quien desde muy joven creció y se formó al lado de las hermanas tercianas capuchinas.
Ese fue el día de ‘Chano’, cuando entró en el interior del avión estaban esparcidos por todo el piso muchos fajos de billetes de dólares.