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Columnista - 15 agosto, 2023

Sin Dios, ni leyes, ni familias.

Hay un hermoso proverbio “chino” que dice: “cuando los hermanos trabajan juntos las montañas se convierten en oro”. Debe ser por esto el progreso permanente de dicho país.

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Hay un hermoso proverbio “chino” que dice: “cuando los hermanos trabajan juntos las montañas se convierten en oro”. Debe ser por esto el progreso permanente de dicho país.

Dios no deja su afán de estar pendiente de sus criaturas y su redención, y a estas no les interesa las tareas extenuantes de aquel, quien cada día se desvela por evitar una catástrofe de su mundo, para lo cual no le bastó siete días para su creación  ya que lleva una eternidad en su proceso de formación, pues la perfección como último fin buscado, aún no la ha podido encontrar en esta expresión que llamó “hombre”, que cada día hace lo que le da la gana, pues se desatendió de la educación primaria o informal que desde el hogar impregnaban los padres como jefes de la familia, que otrora era sagrada y respetada como don ineludible para una sociedad con principios y con fines de educación y respeto para la conformación de seres  dignos.

Todo lo quieren echar a la nada de donde se vino por el simple capricho de un complejo de superioridad traducido en un machismo donde cada uno cree no tener la razón, sino la potestad y dominio sobre los demás, sin tener que ver con ese ser superior que nos dio la vida de lo maravilloso, ni acatar las normas y reglamentos que, muchos cuerdos y conscientes con su tarea en el mundo en que fueron ubicados crearon sólo para promover lo único que podría salvar a todos de las desgracias y calamidades, que no es sino, aquello que se traduce como justicia social.

Se hicieron entonces las leyes, frutos de la observación y comportamiento universal, pero estas dejaron de respetarse cuando se perdió la personalidad y el sentido de lo justo, por la misma ambición humana, y que dichas leyes a pesar de ser acordes con su sentido de equidad ética y moral para la convivencia, no se aplican y mucho menos se respetan, porque la dignidad y el coraje se perdió en la voluntad de las familias que en la actualidad viven olvidadas de aquellas virtudes y cualidades que la conformaron en medio de tantas vicisitudes y desengaños, y que ahora, la intención de cada día, es edificarla en la reflexión insensata de que “las leyes se hicieron sólo para violarlas”.

Las leyes que pueden manejar este mundo incontrolable y lleno de maldad, existen, solo que no existen quienes amparados en el poder puedan aplicarlas con todo el peso que amerite, por la falta de valores humanos, criterios honrados y dignidad en los que se les ha dado la oportunidad de dirigir a las comunidades que representan.

Cuando se pierde el sentido de Dios, la familia y las leyes que deben regirnos, se pierde la patria y cuando se pierde la patria todo está tan perdido que, como un barco sin rumbo en alta mar, solo espera la hora final para naufragar ante su propia suerte.

Hay dos palabras interesantes en el sentido estricto de las mismas para la formación humana, que están representadas en la libertad y el orden; donde estas existan con su verdadero sentido filosófico toda andará bien; donde no existan ni las leyes, ni la formación familiar, aun existiendo el temor a Dios, no hay nada que hacer; solo habrá desgracias por vivir como ya está sucediendo, matándonos los unos a los otros por la lucha desmedida del poder y la riqueza, donde la honradez se convirtió en un término sin semántica que ya ni siquiera existe dentro de los términos lingüísticos del vulgo. 

Muchos, en una u otra forma, la palabra honradez han dejado de usarla por error, o por cohonestar por acción u omisión de los actos ilegales de los demás, que se están dando con mucha frecuencia en la sociedad actual.

Por Fausto Cotes N.

Columnista
15 agosto, 2023

Sin Dios, ni leyes, ni familias.

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Hay un hermoso proverbio “chino” que dice: “cuando los hermanos trabajan juntos las montañas se convierten en oro”. Debe ser por esto el progreso permanente de dicho país.


Hay un hermoso proverbio “chino” que dice: “cuando los hermanos trabajan juntos las montañas se convierten en oro”. Debe ser por esto el progreso permanente de dicho país.

Dios no deja su afán de estar pendiente de sus criaturas y su redención, y a estas no les interesa las tareas extenuantes de aquel, quien cada día se desvela por evitar una catástrofe de su mundo, para lo cual no le bastó siete días para su creación  ya que lleva una eternidad en su proceso de formación, pues la perfección como último fin buscado, aún no la ha podido encontrar en esta expresión que llamó “hombre”, que cada día hace lo que le da la gana, pues se desatendió de la educación primaria o informal que desde el hogar impregnaban los padres como jefes de la familia, que otrora era sagrada y respetada como don ineludible para una sociedad con principios y con fines de educación y respeto para la conformación de seres  dignos.

Todo lo quieren echar a la nada de donde se vino por el simple capricho de un complejo de superioridad traducido en un machismo donde cada uno cree no tener la razón, sino la potestad y dominio sobre los demás, sin tener que ver con ese ser superior que nos dio la vida de lo maravilloso, ni acatar las normas y reglamentos que, muchos cuerdos y conscientes con su tarea en el mundo en que fueron ubicados crearon sólo para promover lo único que podría salvar a todos de las desgracias y calamidades, que no es sino, aquello que se traduce como justicia social.

Se hicieron entonces las leyes, frutos de la observación y comportamiento universal, pero estas dejaron de respetarse cuando se perdió la personalidad y el sentido de lo justo, por la misma ambición humana, y que dichas leyes a pesar de ser acordes con su sentido de equidad ética y moral para la convivencia, no se aplican y mucho menos se respetan, porque la dignidad y el coraje se perdió en la voluntad de las familias que en la actualidad viven olvidadas de aquellas virtudes y cualidades que la conformaron en medio de tantas vicisitudes y desengaños, y que ahora, la intención de cada día, es edificarla en la reflexión insensata de que “las leyes se hicieron sólo para violarlas”.

Las leyes que pueden manejar este mundo incontrolable y lleno de maldad, existen, solo que no existen quienes amparados en el poder puedan aplicarlas con todo el peso que amerite, por la falta de valores humanos, criterios honrados y dignidad en los que se les ha dado la oportunidad de dirigir a las comunidades que representan.

Cuando se pierde el sentido de Dios, la familia y las leyes que deben regirnos, se pierde la patria y cuando se pierde la patria todo está tan perdido que, como un barco sin rumbo en alta mar, solo espera la hora final para naufragar ante su propia suerte.

Hay dos palabras interesantes en el sentido estricto de las mismas para la formación humana, que están representadas en la libertad y el orden; donde estas existan con su verdadero sentido filosófico toda andará bien; donde no existan ni las leyes, ni la formación familiar, aun existiendo el temor a Dios, no hay nada que hacer; solo habrá desgracias por vivir como ya está sucediendo, matándonos los unos a los otros por la lucha desmedida del poder y la riqueza, donde la honradez se convirtió en un término sin semántica que ya ni siquiera existe dentro de los términos lingüísticos del vulgo. 

Muchos, en una u otra forma, la palabra honradez han dejado de usarla por error, o por cohonestar por acción u omisión de los actos ilegales de los demás, que se están dando con mucha frecuencia en la sociedad actual.

Por Fausto Cotes N.