Se aprobó finalmente la reforma laboral, devolviéndole a la clase trabajadora la dignidad del derecho al trabajo, arrebatados injustamente por Gobiernos anteriores. Hoy se establece que el recargo nocturno se pague el 35 % y que comience a partir de las 7 p. m. hasta las 6 a. m. y en domingos y festivos se pagará el 100 %, como el recargo nocturno; contrato formal para los aprendices del Sena, a quienes se les reconoce aportes pensionales, primas y cesantías; formalización en la vinculación de las madres comunitarias; se protege el trabajo de la empleadas domésticas, cuya jornada laboral máxima será de ocho horas, y deben garantizársele aportes en salud y pensión y riesgos laborales, primas, cesantías, recargos nocturnos, dominicales festivos y vacaciones, con ello se busca acabar la alta informalidad del sector.
En columna publicada, por este medio, el 17 de marzo/2025 titulada: “Peras al olmo”, con ocasión del hundimiento de la reforma laboral, sin debatirse siquiera, por parte de la Comisión Séptima, expresamos textualmente: “Consideramos que lo mejor sería que la Comisión Séptima del Senado que se encarga de conocer sobre asuntos laborales, de deportes, salud y vivienda, reconsidere su decisión de hundir la reforma laboral, que aún no se ha archivado, y acoja la ponencia positiva, solo para propiciar el debate democrático, que merece la reforma, y entonces sí, que pase lo que tenga que pasar ¿sería eso mucho pedir?”.
Pues bien, se logró revivir la reforma laboral, se logró que se debatiera en debida forma, se logró su aprobación por mayoría y se logró conciliar el texto final de la misma. ¿Qué falta ahora? Lo único que resta es la sanción presidencial.
La reforma laboral que dignifica el trabajo de la clase obrera sin lugar a dudas es un gran avance en la política social del Gobierno del Cambio, y consideramos que lejos de generar desempleo, este seguirá bajando, pues al haber mayor poder adquisitivo, habrá mayor demanda de bienes y servicios, y ello expandirá la oferta laboral. Así de sencillo.
Con esta ley, se reivindican los derechos de la clase trabajadora, cercenados por leyes que datan de 2002, proferidas con el propósito de favorecer al empresariado, quien a su vez se comprometió a generar mayor empleo. Lo único que se consiguió fue pauperizar aún más a la clase obrera.
Cita de cierre: “Toda la riqueza y todo el poder podrían estar concentrados en manos de una élite minúscula, mientras que la mayoría de la gente sufrirá no la explotación, sino algo mucho peor: la irrelevancia”. Autor: Yuval Noah Harari. Obra: 21 Lecciones para el siglo XXI. Pág. 95.
Por: Darío Arregocés Baute / darioarregoces2308@hotmail.com.
