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Columnista - 15 julio, 2023

Shalom 2

Sigo en Israel. Esta vez escribo desde Jerusalén, después de haber estado en varios lugares del norte, centro y sur del país. Aquí vamos…

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Por Jorge Eduardo Ávila

Sigo en Israel. Esta vez escribo desde Jerusalén, después de haber estado en varios lugares del norte, centro y sur del país. Aquí vamos…

Durante la semana pasada tuve la oportunidad de unirme al Congreso Internacional de Educación ofrecido por el Keren Kayemeth Leisrael -KKL-. Este seminario, del que hacemos parte 65 representantes de países de América Latina y España, tiene por objeto aportar conocimientos concretos para mejorar la calidad de la educación ofrecida por los colegios judíos allí ubicados. Para esto es clave recorrer Israel, conocer de primera mano sus realidades, sus particularidades, la proyección a futuro y la resiliencia de su noble pueblo.

En estos días ha sido constante oír hablar de personajes como Teodoro Herzl, David Ben Gurion, Golda Meir, Shimon Peres, Yitzhak Rabin, Ehud Olmert y Benjamin Netanyahu entre otros. Todos, excepto el primero -considerado el padre del sionismo- ocuparon u ocupan, como es el caso de Netanyahu, la silla de primer ministro. Cada uno, a su estilo, con aciertos y desaciertos, han aportado de manera importante a la construcción de este país que recién cumplió 75 años. 

Datos históricos como fechas clave, guerras, batallas, información que parece no tener fin, pretenden en muy corto tiempo acercarnos a los hechos más importantes que han marcado lo que es el judaísmo. Sus principios, sus valores, la lucha de este pueblo, sólo nos generan hoy reconocimiento y enorme respeto. 

Haber tenido la oportunidad de acompañar un puesto del ejército israelí en los límites con Cisjordania -al norte del país-, así como haber estado algunas horas en el poblado israelí más cercano a la Franja de Gaza -hablando con sus pobladores y viendo de primera mano cómo viven en constante zozobra ante los intempestivos ataques que padece la frontera- nos obliga a enfrentar una profunda reflexión. Es duro estar en los refugios, oír de sus bocas lo que sienten cada vez que la alarma les avisa que deben correr a protegerse porque sólo cuentan con 15 segundos antes de que los misiles enemigos toquen tierra. 

Los niños están entrenados para ocultarse en orugas ubicadas en los parques de la frontera; son orugas diseñadas para jugar, pero también para proteger a los menores de ataques. Soldados, miles de ellos, reservistas, familias enteras, se han preparado a través del tiempo para defender a Israel en caso de que pretendan invadirlo. Cada ciudadano de este país es un soldado entrenado para correr los riesgos que sean necesarios para que el estado judío, aquel que soñó Herzl- siga siendo una realidad.

Es admirable la manera como se vive el conflicto tanto en el norte como en el sur de Israel. De manera loable la población judía construyó en un desierto un estado democrático -que precisamente hoy sale a las calles para protestar y defender lo que considera correcto-, avanzado, que hoy cuenta con cerca de 10 millones de habitantes. Precisamente el KKL, entidad a la que le dedicaremos una columna muy pronto, se ha encargado de sembrar más de 240 millones de árboles, haciendo realidad el sueño de que Israel sea un país verde. Sin agua y con arena por todas partes; así recibieron los primeros pobladores esta tierra, árida, desértica, que hoy resplandece ante nuestros ojos. Es admirable la manera como los colaboradores que hacen parte del KKL, desde el rol que cada uno cumple, transpira la identidad de una institución que empezó comprando tierras hace más de un siglo y hoy permite que Israel disfrute de miles de hectáreas sembradas de árboles provenientes de muchos lugares del mundo.

Estos son los contrastes que se encuentran en este territorio santo que lucha por la paz, que se protege así mismo y que después de varios siglos ve cercano ese sueño de disfrutar de la tierra prometida. Tierra llamada a ser el hogar de personas de diferentes credos y nacionalidades, que ha sufrido en carne propia la violencia, la segregación y hostilidades de diferentes sectores a través de la historia.

Mientras tanto, ¡alegría total por el recién emitido fallo de la Corte Internacional de La Haya a favor de Colombia!

Columnista
15 julio, 2023

Shalom 2

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Eduardo Ávila

Sigo en Israel. Esta vez escribo desde Jerusalén, después de haber estado en varios lugares del norte, centro y sur del país. Aquí vamos…


Por Jorge Eduardo Ávila

Sigo en Israel. Esta vez escribo desde Jerusalén, después de haber estado en varios lugares del norte, centro y sur del país. Aquí vamos…

Durante la semana pasada tuve la oportunidad de unirme al Congreso Internacional de Educación ofrecido por el Keren Kayemeth Leisrael -KKL-. Este seminario, del que hacemos parte 65 representantes de países de América Latina y España, tiene por objeto aportar conocimientos concretos para mejorar la calidad de la educación ofrecida por los colegios judíos allí ubicados. Para esto es clave recorrer Israel, conocer de primera mano sus realidades, sus particularidades, la proyección a futuro y la resiliencia de su noble pueblo.

En estos días ha sido constante oír hablar de personajes como Teodoro Herzl, David Ben Gurion, Golda Meir, Shimon Peres, Yitzhak Rabin, Ehud Olmert y Benjamin Netanyahu entre otros. Todos, excepto el primero -considerado el padre del sionismo- ocuparon u ocupan, como es el caso de Netanyahu, la silla de primer ministro. Cada uno, a su estilo, con aciertos y desaciertos, han aportado de manera importante a la construcción de este país que recién cumplió 75 años. 

Datos históricos como fechas clave, guerras, batallas, información que parece no tener fin, pretenden en muy corto tiempo acercarnos a los hechos más importantes que han marcado lo que es el judaísmo. Sus principios, sus valores, la lucha de este pueblo, sólo nos generan hoy reconocimiento y enorme respeto. 

Haber tenido la oportunidad de acompañar un puesto del ejército israelí en los límites con Cisjordania -al norte del país-, así como haber estado algunas horas en el poblado israelí más cercano a la Franja de Gaza -hablando con sus pobladores y viendo de primera mano cómo viven en constante zozobra ante los intempestivos ataques que padece la frontera- nos obliga a enfrentar una profunda reflexión. Es duro estar en los refugios, oír de sus bocas lo que sienten cada vez que la alarma les avisa que deben correr a protegerse porque sólo cuentan con 15 segundos antes de que los misiles enemigos toquen tierra. 

Los niños están entrenados para ocultarse en orugas ubicadas en los parques de la frontera; son orugas diseñadas para jugar, pero también para proteger a los menores de ataques. Soldados, miles de ellos, reservistas, familias enteras, se han preparado a través del tiempo para defender a Israel en caso de que pretendan invadirlo. Cada ciudadano de este país es un soldado entrenado para correr los riesgos que sean necesarios para que el estado judío, aquel que soñó Herzl- siga siendo una realidad.

Es admirable la manera como se vive el conflicto tanto en el norte como en el sur de Israel. De manera loable la población judía construyó en un desierto un estado democrático -que precisamente hoy sale a las calles para protestar y defender lo que considera correcto-, avanzado, que hoy cuenta con cerca de 10 millones de habitantes. Precisamente el KKL, entidad a la que le dedicaremos una columna muy pronto, se ha encargado de sembrar más de 240 millones de árboles, haciendo realidad el sueño de que Israel sea un país verde. Sin agua y con arena por todas partes; así recibieron los primeros pobladores esta tierra, árida, desértica, que hoy resplandece ante nuestros ojos. Es admirable la manera como los colaboradores que hacen parte del KKL, desde el rol que cada uno cumple, transpira la identidad de una institución que empezó comprando tierras hace más de un siglo y hoy permite que Israel disfrute de miles de hectáreas sembradas de árboles provenientes de muchos lugares del mundo.

Estos son los contrastes que se encuentran en este territorio santo que lucha por la paz, que se protege así mismo y que después de varios siglos ve cercano ese sueño de disfrutar de la tierra prometida. Tierra llamada a ser el hogar de personas de diferentes credos y nacionalidades, que ha sufrido en carne propia la violencia, la segregación y hostilidades de diferentes sectores a través de la historia.

Mientras tanto, ¡alegría total por el recién emitido fallo de la Corte Internacional de La Haya a favor de Colombia!