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Columnista - 10 agosto, 2021

Seremos mejores seres humanos

Cuando inició la pandemia, en vista del gran golpe que nos comenzó a dar la naturaleza, nos empezó a renacer la bondad de pensamientos, que hasta llegamos a expresar que después de que pasara el mal seríamos mejores seres humanos.  En verdad nos volvimos sensibles ante el temor de la muerte que se causaría, pues […]

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Cuando inició la pandemia, en vista del gran golpe que nos comenzó a dar la naturaleza, nos empezó a renacer la bondad de pensamientos, que hasta llegamos a expresar que después de que pasara el mal seríamos mejores seres humanos

En verdad nos volvimos sensibles ante el temor de la muerte que se causaría, pues el mal comenzó a acabar con buenos y malos en todas las edades, razas y condiciones sociales y económicas indiscriminadamente, haciendo aflorar sentimientos positivos por todas partes.

 Algunos trazaron dos etapas para la humanidad: antes de la pandemia y después de ella; después de ella, las cosas no serían iguales y tendríamos que someternos a ciertas normas de convivencia que terminarían acabando con las relaciones entre los seres humanos y empezaríamos a perder esa afinidad que alimenta los sentimientos de amor, cariño, fraternidad y apego a la vida comunitaria, llevando a la pérdida del afecto y por consiguiente a las buenas relaciones a través del aislamiento social en muchos aspectos.

La humanidad no valdría nada si no existe el afecto y el aprecio mutuo y la falta de estos ocasionaría la pérdida de valores totales, entre ellos, la fraternidad. El temor a la naturaleza nos haría mejores personas, decían otros. 

Múltiples opiniones se lanzaron, que hasta la misma naturaleza sintió compasión, comenzó a alegrarse y a través del recurso humano en manos de los científicos de Dios se dio origen a un antídoto para combatir dicho mal. La naturaleza de Dios nos ha seguido ayudando, pero al hombre entre más se le facilitan las cosas se vuelve más rebelde, prepotente y su megalomanía le realza el ego y lo convierte superior al Hacedor y entonces cuando ve los caminos despejados se olvida de todas esas grandes normas que han sostenido a un universo que, con tanto odio, aún no ha podido desaparecer.

Leía no ha poco un pequeño libro denominado las ‘Formas del odio’, escrito por un vallenato ilustre: Alonso Sánchez Baute, que sería bueno repasar por todos para ayudar a descifrar su origen y poder vencerlo a través de una vacuna mezclada de amor, bondad, sensatez, solidaridad y afecto, que es lo único que podría convertirnos en mejores seres humanos. Ojalá el amigo Alonso siga ampliando conceptos sobre el tema comentado y lograr conclusiones que nos indiquen cómo poder convertirnos en seres con sentido exacto de la vida y su defensa, para un superior e inmejorable destino del mundo en que vivimos.

 Pero aún no ha pasado el mal y en cada rincón donde hay dominio de la inconformidad, en donde no se usa el diálogo como medio de prevención y respeto por el prójimo, se abrieron los desórdenes, hechos desmedidos, conflictos, complejos de incompetencias de personas que solo piensan en el malestar comunitario, para después buscar el dominio del poder a través de una política de resentimientos y esto es lo que se avecina.  

Tampoco existe el respeto por las normas y, sobre todo, hacemos caso omiso de los deberes que nos incumben a todo buen ciudadano, para que bajo el respeto a nuestro entorno ayudemos a erradicar los peligrosos embates del destino cruel, que nos acecha como fiera en celo. 

Ayudamos con estas actitudes a implantar la pobreza, cada vez más, aunque muchas veces pensemos que con ideas desviadas y con una simple oración a Dios podemos mitigar el hambre y la miseria humana

Definitivamente lo único que podría hacernos mejores seres humanos sería la educación. En un país en donde una minoría de torpes quieren reinar, faltarían muchos años para lograr la caída de su imperio, en donde la riqueza de sus actos está representada por el odio. 

El hombre, como hijo de la naturaleza, nace bueno y tiende a ser mejor, pero su ignorancia, la cual le produce inestabilidad emocional, se lo impide.

“Si cambiamos el odio por afecto y sensibilidad social, aunque la naturaleza nos castigue, seguro que seríamos mejores seres humanos”.

Columnista
10 agosto, 2021

Seremos mejores seres humanos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Cuando inició la pandemia, en vista del gran golpe que nos comenzó a dar la naturaleza, nos empezó a renacer la bondad de pensamientos, que hasta llegamos a expresar que después de que pasara el mal seríamos mejores seres humanos.  En verdad nos volvimos sensibles ante el temor de la muerte que se causaría, pues […]


Cuando inició la pandemia, en vista del gran golpe que nos comenzó a dar la naturaleza, nos empezó a renacer la bondad de pensamientos, que hasta llegamos a expresar que después de que pasara el mal seríamos mejores seres humanos

En verdad nos volvimos sensibles ante el temor de la muerte que se causaría, pues el mal comenzó a acabar con buenos y malos en todas las edades, razas y condiciones sociales y económicas indiscriminadamente, haciendo aflorar sentimientos positivos por todas partes.

 Algunos trazaron dos etapas para la humanidad: antes de la pandemia y después de ella; después de ella, las cosas no serían iguales y tendríamos que someternos a ciertas normas de convivencia que terminarían acabando con las relaciones entre los seres humanos y empezaríamos a perder esa afinidad que alimenta los sentimientos de amor, cariño, fraternidad y apego a la vida comunitaria, llevando a la pérdida del afecto y por consiguiente a las buenas relaciones a través del aislamiento social en muchos aspectos.

La humanidad no valdría nada si no existe el afecto y el aprecio mutuo y la falta de estos ocasionaría la pérdida de valores totales, entre ellos, la fraternidad. El temor a la naturaleza nos haría mejores personas, decían otros. 

Múltiples opiniones se lanzaron, que hasta la misma naturaleza sintió compasión, comenzó a alegrarse y a través del recurso humano en manos de los científicos de Dios se dio origen a un antídoto para combatir dicho mal. La naturaleza de Dios nos ha seguido ayudando, pero al hombre entre más se le facilitan las cosas se vuelve más rebelde, prepotente y su megalomanía le realza el ego y lo convierte superior al Hacedor y entonces cuando ve los caminos despejados se olvida de todas esas grandes normas que han sostenido a un universo que, con tanto odio, aún no ha podido desaparecer.

Leía no ha poco un pequeño libro denominado las ‘Formas del odio’, escrito por un vallenato ilustre: Alonso Sánchez Baute, que sería bueno repasar por todos para ayudar a descifrar su origen y poder vencerlo a través de una vacuna mezclada de amor, bondad, sensatez, solidaridad y afecto, que es lo único que podría convertirnos en mejores seres humanos. Ojalá el amigo Alonso siga ampliando conceptos sobre el tema comentado y lograr conclusiones que nos indiquen cómo poder convertirnos en seres con sentido exacto de la vida y su defensa, para un superior e inmejorable destino del mundo en que vivimos.

 Pero aún no ha pasado el mal y en cada rincón donde hay dominio de la inconformidad, en donde no se usa el diálogo como medio de prevención y respeto por el prójimo, se abrieron los desórdenes, hechos desmedidos, conflictos, complejos de incompetencias de personas que solo piensan en el malestar comunitario, para después buscar el dominio del poder a través de una política de resentimientos y esto es lo que se avecina.  

Tampoco existe el respeto por las normas y, sobre todo, hacemos caso omiso de los deberes que nos incumben a todo buen ciudadano, para que bajo el respeto a nuestro entorno ayudemos a erradicar los peligrosos embates del destino cruel, que nos acecha como fiera en celo. 

Ayudamos con estas actitudes a implantar la pobreza, cada vez más, aunque muchas veces pensemos que con ideas desviadas y con una simple oración a Dios podemos mitigar el hambre y la miseria humana

Definitivamente lo único que podría hacernos mejores seres humanos sería la educación. En un país en donde una minoría de torpes quieren reinar, faltarían muchos años para lograr la caída de su imperio, en donde la riqueza de sus actos está representada por el odio. 

El hombre, como hijo de la naturaleza, nace bueno y tiende a ser mejor, pero su ignorancia, la cual le produce inestabilidad emocional, se lo impide.

“Si cambiamos el odio por afecto y sensibilidad social, aunque la naturaleza nos castigue, seguro que seríamos mejores seres humanos”.