Definitivamente debe gobernar para todos los colombianos: los que votaron o no por usted, aún para los opositores y adversarios, y eso ciertamente impone que modifique su comunicación hacia todos.
Los colombianos estamos persuadidos de que usted no es un hombre de ambiciones económicas; no es un hombre de negocios; no es un político de lucros personales o familiares que tiene a la actividad política como un trabajo oneroso. No. Es usted un hombre sensible, pero quimérico por su formación ideológica.
Definitivamente debe gobernar para todos los colombianos: los que votaron o no por usted, aún para los opositores y adversarios, y eso ciertamente impone que modifique su comunicación hacia todos. Aunque parezca ingenuo, haga el ejercicio con sus mensajes en Twitter sin confrontación, emplee un lenguaje empático. Pruébelo.
Dice mucho que las ambiciosas reformas integrales que propone sean susceptibles de reformularse, modificarse, examinarse y debatirse con todos los sectores de la sociedad multiactiva, el país político y la ciudadanía en general. Ahí hay un cambio porque ofrece posturas no tozudas ni inamovibles, más bien con ese enfoque desarma a las gentes que obstinadamente se le oponen a todo lo que plantea.
Le creemos cuando afirma que quiere pasar a la historia como un buen Presidente. No aspira a perpetuarse en el poder, pero lo hostigan siempre para provocarlo. Pensamos que su actitud de continuar en campaña da pie para la oposición hirsuta, un problema de respuesta hostil. Cambie el enfoque, querido Presidente. Colombia y su gente lo merecen. No sea retador. Sea tolerante.
Hay que apurarle a las soluciones diarias y rápidas de los problemas agudos de una sociedad tan inequitativa y desigual. Trabaje desde la periferia enviando operativos sociales que impacten de inmediato y seguro que logrará irradiarlo hacia los demás rincones de la patria. Dele duro y no se distraiga respondiéndole a quienes estratégicamente siempre quieren desafiarlo. Ignorelos y diríjase a todos los colombianos con mensajes humanos y de esperanza. Procure ser un hombre de consensos.
Las reformas que propone deben ir construyéndose sin que se distraiga en los contratiempos y no se demore en entusiasmar y motivar a quienes lo acompañan en las tareas de gobierno; obvio que deben asumir mayores compromisos y no estar a la activa defensiva, pensando que lo elogian si problematizan los problemas. Las inútilmente prepotentes ministra de Minas y de Salud, por ejemplo, deben colaborarle siquiera mejorando la postura de sus rostros hostiles, que cada vez se muestran más insoportables. Deben modular sus tonos.
No lleva un año en el poder y observe lo que le ha correspondido sortear, siendo usted precisamente un hombre de ideología distinta a todos los presidentes que lo precedieron. Olvídese de pretender sucesores suyos. Eso se dará o no, dependiendo de los logros de su gobierno. Entonces no debe entretenerse en tal sentido porque no tiene tiempo para ello.
Muévase en los territorios, sin aspavientos. Envíeles mensajes a quienes activamente lo acompañaron para convencerlos de que para consolidar el inaplazable propósito de su gobierno no deben utilizar mensajes de odios o siempre confrontacionales, sino más bien ayudarlo en la propagación de las bondades de las reformas y la necesidad de reorientar un país donde se empiecen a formar sólidos comportamientos solidarios y propositivos sin importar la ideología de quienes nos gobiernan. Ese es el verdadero cambio de actitud para articular la patria que lo requiere.
Asuma la gobernabilidad como jefe de Estado. Se preparó para serlo, lo logró y no debe permitirse pasar a la historia como un mal presidente. ¡Dios lo guíe y bendiga, Señor Presidente Gustavo Petro Urrego!
Por Hugo Mendoza Guerra
Definitivamente debe gobernar para todos los colombianos: los que votaron o no por usted, aún para los opositores y adversarios, y eso ciertamente impone que modifique su comunicación hacia todos.
Los colombianos estamos persuadidos de que usted no es un hombre de ambiciones económicas; no es un hombre de negocios; no es un político de lucros personales o familiares que tiene a la actividad política como un trabajo oneroso. No. Es usted un hombre sensible, pero quimérico por su formación ideológica.
Definitivamente debe gobernar para todos los colombianos: los que votaron o no por usted, aún para los opositores y adversarios, y eso ciertamente impone que modifique su comunicación hacia todos. Aunque parezca ingenuo, haga el ejercicio con sus mensajes en Twitter sin confrontación, emplee un lenguaje empático. Pruébelo.
Dice mucho que las ambiciosas reformas integrales que propone sean susceptibles de reformularse, modificarse, examinarse y debatirse con todos los sectores de la sociedad multiactiva, el país político y la ciudadanía en general. Ahí hay un cambio porque ofrece posturas no tozudas ni inamovibles, más bien con ese enfoque desarma a las gentes que obstinadamente se le oponen a todo lo que plantea.
Le creemos cuando afirma que quiere pasar a la historia como un buen Presidente. No aspira a perpetuarse en el poder, pero lo hostigan siempre para provocarlo. Pensamos que su actitud de continuar en campaña da pie para la oposición hirsuta, un problema de respuesta hostil. Cambie el enfoque, querido Presidente. Colombia y su gente lo merecen. No sea retador. Sea tolerante.
Hay que apurarle a las soluciones diarias y rápidas de los problemas agudos de una sociedad tan inequitativa y desigual. Trabaje desde la periferia enviando operativos sociales que impacten de inmediato y seguro que logrará irradiarlo hacia los demás rincones de la patria. Dele duro y no se distraiga respondiéndole a quienes estratégicamente siempre quieren desafiarlo. Ignorelos y diríjase a todos los colombianos con mensajes humanos y de esperanza. Procure ser un hombre de consensos.
Las reformas que propone deben ir construyéndose sin que se distraiga en los contratiempos y no se demore en entusiasmar y motivar a quienes lo acompañan en las tareas de gobierno; obvio que deben asumir mayores compromisos y no estar a la activa defensiva, pensando que lo elogian si problematizan los problemas. Las inútilmente prepotentes ministra de Minas y de Salud, por ejemplo, deben colaborarle siquiera mejorando la postura de sus rostros hostiles, que cada vez se muestran más insoportables. Deben modular sus tonos.
No lleva un año en el poder y observe lo que le ha correspondido sortear, siendo usted precisamente un hombre de ideología distinta a todos los presidentes que lo precedieron. Olvídese de pretender sucesores suyos. Eso se dará o no, dependiendo de los logros de su gobierno. Entonces no debe entretenerse en tal sentido porque no tiene tiempo para ello.
Muévase en los territorios, sin aspavientos. Envíeles mensajes a quienes activamente lo acompañaron para convencerlos de que para consolidar el inaplazable propósito de su gobierno no deben utilizar mensajes de odios o siempre confrontacionales, sino más bien ayudarlo en la propagación de las bondades de las reformas y la necesidad de reorientar un país donde se empiecen a formar sólidos comportamientos solidarios y propositivos sin importar la ideología de quienes nos gobiernan. Ese es el verdadero cambio de actitud para articular la patria que lo requiere.
Asuma la gobernabilidad como jefe de Estado. Se preparó para serlo, lo logró y no debe permitirse pasar a la historia como un mal presidente. ¡Dios lo guíe y bendiga, Señor Presidente Gustavo Petro Urrego!
Por Hugo Mendoza Guerra