Consultar con mi memoria tantos ratos que compartí con Leandro Díaz fue suficiente para evocar recuerdos que han sido para mi fundamentales pues me han permitido conocer la grandeza de nuestro folclor y el acerbo magistral de su obra musical
Por Ricardo Gutiérrez
Consultar con mi memoria tantos ratos que compartí con Leandro Díaz fue suficiente para evocar recuerdos que han sido para mi fundamentales pues me han permitido conocer la grandeza de nuestro folclor y el acerbo magistral de su obra musical inigualable por sus melodías, creatividad, sencillez y descripción de un momento, de un lugar o de uno de tantos amoríos que disfrutó y vivió plenamente.
Gracias a la profunda amistad de Colacho con El Pregonero, tuve la oportunidad en muchas ocasiones de compartir con ellos parrandas o conversaciones triviales donde disfrutábamos de un hombre humilde que dotado de una inteligencia superior posesionó su propia vida, su familia, su región y nuestra música Vallenata.
En alto Pino nació como "un retoño perdido" por su limitación. Sus padres lo trasladaron a Tocaimo donde creció acompañado de su guía permanente, un burrito, y en donde por primera vez se enamoró. Ella, una muchacha serrana, hija de una señora de "piel morena llena de ceniza" que lo despreciaba constantemente. Por esta razón le compuso la canción "La loba ceniza" grabada años después por Abel Antonio Villa quien queriendo apropiarse de esta obra magistral le puso el nombre de La Camaleona. Esta se convirtió en su segunda composición, la primera fue una canción rebelde que le hizo a sus padres, por expresa petición de su madre nunca se dio a conocer.
Parrandear con Leandro era sinónimo de retozos y picardía. Hoy retumban en mi mente su risa constante, su mano frente a la boca cuando hablaba y sus salidas siempre inteligentes que fomentaban el ambiente bucólico que incitaba a la compenetración sentimental de los participantes. Al escucharlo entendían que solo el a través de sus historias reales a las cuales les ponía melodías, los transportaba a vivir un manantial de emociones.
Su obra musical es inigualable. Todo lo de Leandro emergió de una manera natural como corren las aguas del Río Tocaimo. Se inició como compositor en la Serranía, cuando sus padres regresaron a la Guajira después de vivir muchos años en Tocaimo. Se trasladó a Codazzi como guacharaquero de Calixto Ochoa, posteriormente se fue a San Diego donde con una dulzaina amenizaba reuniones. En este bello terruño se especializó en la música mexicana y tuvo la oportunidad de conocer a personajes como El negro Calde, Emiliano Zuleta B, etc, que motivaron sus creaciones y con quienes compartía acompañándolos con su guacharaca. Nacieron entonces sus canciones, sus amores y sus desengaños como el de Carmencita a quién le compuso la famosa canción "Carmencita" grabada por Alfredo Gutiérrez y en cuya letra la nombra en siete oportunidades. Esta canción fue un desahogo para Leandro, esa bella mujer que conoció en La Paz "le destrozo el alma y perdió la fe" por eso a partir de ese amor frustrado "quiso a las mujeres pero con duda en el corazón" tal como lo expresó en su canción.
Se nos fue Leandro, pero sus canciones que al penetrar el oído llegan al corazón por el contenido profundo en melodías y letras, se quedan con nosotros para hablarnos del amor que hace posible todo lo hermoso. Me consuela su legado y saber que su producción musical fomenta la cercanía de amores, mitigan lágrimas y ennoblecen recuerdos. ¡Eso da para vivir!
Consultar con mi memoria tantos ratos que compartí con Leandro Díaz fue suficiente para evocar recuerdos que han sido para mi fundamentales pues me han permitido conocer la grandeza de nuestro folclor y el acerbo magistral de su obra musical
Por Ricardo Gutiérrez
Consultar con mi memoria tantos ratos que compartí con Leandro Díaz fue suficiente para evocar recuerdos que han sido para mi fundamentales pues me han permitido conocer la grandeza de nuestro folclor y el acerbo magistral de su obra musical inigualable por sus melodías, creatividad, sencillez y descripción de un momento, de un lugar o de uno de tantos amoríos que disfrutó y vivió plenamente.
Gracias a la profunda amistad de Colacho con El Pregonero, tuve la oportunidad en muchas ocasiones de compartir con ellos parrandas o conversaciones triviales donde disfrutábamos de un hombre humilde que dotado de una inteligencia superior posesionó su propia vida, su familia, su región y nuestra música Vallenata.
En alto Pino nació como "un retoño perdido" por su limitación. Sus padres lo trasladaron a Tocaimo donde creció acompañado de su guía permanente, un burrito, y en donde por primera vez se enamoró. Ella, una muchacha serrana, hija de una señora de "piel morena llena de ceniza" que lo despreciaba constantemente. Por esta razón le compuso la canción "La loba ceniza" grabada años después por Abel Antonio Villa quien queriendo apropiarse de esta obra magistral le puso el nombre de La Camaleona. Esta se convirtió en su segunda composición, la primera fue una canción rebelde que le hizo a sus padres, por expresa petición de su madre nunca se dio a conocer.
Parrandear con Leandro era sinónimo de retozos y picardía. Hoy retumban en mi mente su risa constante, su mano frente a la boca cuando hablaba y sus salidas siempre inteligentes que fomentaban el ambiente bucólico que incitaba a la compenetración sentimental de los participantes. Al escucharlo entendían que solo el a través de sus historias reales a las cuales les ponía melodías, los transportaba a vivir un manantial de emociones.
Su obra musical es inigualable. Todo lo de Leandro emergió de una manera natural como corren las aguas del Río Tocaimo. Se inició como compositor en la Serranía, cuando sus padres regresaron a la Guajira después de vivir muchos años en Tocaimo. Se trasladó a Codazzi como guacharaquero de Calixto Ochoa, posteriormente se fue a San Diego donde con una dulzaina amenizaba reuniones. En este bello terruño se especializó en la música mexicana y tuvo la oportunidad de conocer a personajes como El negro Calde, Emiliano Zuleta B, etc, que motivaron sus creaciones y con quienes compartía acompañándolos con su guacharaca. Nacieron entonces sus canciones, sus amores y sus desengaños como el de Carmencita a quién le compuso la famosa canción "Carmencita" grabada por Alfredo Gutiérrez y en cuya letra la nombra en siete oportunidades. Esta canción fue un desahogo para Leandro, esa bella mujer que conoció en La Paz "le destrozo el alma y perdió la fe" por eso a partir de ese amor frustrado "quiso a las mujeres pero con duda en el corazón" tal como lo expresó en su canción.
Se nos fue Leandro, pero sus canciones que al penetrar el oído llegan al corazón por el contenido profundo en melodías y letras, se quedan con nosotros para hablarnos del amor que hace posible todo lo hermoso. Me consuela su legado y saber que su producción musical fomenta la cercanía de amores, mitigan lágrimas y ennoblecen recuerdos. ¡Eso da para vivir!