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Rumbódromo vallenato

MISCELÁNEA Por: Luis Augusto González Pimienta La rumba no es solo un ritmo musical cubano. También significa parranda, juerga, francachela, con la característica de ser siempre bulliciosa. Consecuentemente, rumbear significa salir de parranda y lo común es que entre amigos y enamorados se cursen invitaciones a rumbear. Una rumba sin ruido es impensable y la […]

Rumbódromo vallenato

Rumbódromo vallenato

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MISCELÁNEA

Por: Luis Augusto González Pimienta

La rumba no es solo un ritmo musical cubano. También significa parranda, juerga, francachela, con la característica de ser siempre bulliciosa. Consecuentemente, rumbear significa salir de parranda y lo común es que entre amigos y enamorados se cursen invitaciones a rumbear.

Una rumba sin ruido es impensable y la mayor cantidad de ruido la proporcionan los equipos de sonido de potentes parlantes que superan los decibeles permitidos para que su emisión no sea perturbadora. Desde luego, a los rumbeadores poco les importa que el vecindario se incomode. Lo importante es alzar el volumen para demostrar la potencia de sus equipos.

Llama la atención que las rumbas modernas son móviles, pues el sonido se incorpora a los vehículos. Es usual sentir por las noches el bombardeo de un desapacible bajo electrónico que sale de un vehículo en marcha.

En Río de Janeiro se inventaron el sambódromo para cobijar a los miles de asistentes al desfile anual de las escuelas de samba de su afamado carnaval. En Cali, hace más de once años se idearon el rumbódromo, hoy en sede campestre, para recibir a por lo menos seis mil espectadores amantes de la salsa.

Valledupar no se quedó atrás y tiene un escenario impecable, el parque de la Leyenda Vallenata, que acoge a nativos y foráneos en la realización del certamen anual de nuestra música vernácula. Una pequeña digresión: dicen que está subutilizado, si se compara con el rumbódromo caleño que sirve para al menos diez conciertos anuales.

Nuestros parranderos noctívagos han escogido sitios abiertos para sus jaranas, como los alrededores del Coliseo Cubierto y el Parque Lineal de Hurtado. Este último se ha convertido en el rumbódromo vallenato. Allí, los vehículos particulares y muchos taxis contratados expelen los sonidos discordantes de sus respectivos equipos de sonido en infernal batahola. Ni los juerguistas alcanzan a distinguir la música que ellos mismos reproducen. Es un caos total. Una pelea de perros. Un alboroto dantesco.

Allá ellos, se dirá. Pero no es así. El Parque Lineal (erosionado en buen trecho por las avenidas del río Guatapurí), fue erigido pensando en la recreación familiar. Se construyeron juegos infantiles y lugares de cobijo para la integración de padres e hijos, y para la sana práctica del deporte. En las noches, de cualquier día de la semana, servía bien a los parranderos de buena conducta y escasos recursos dinerarios.

Eso está cambiando. De un tiempo para acá se ha llenado de meretrices y homosexuales que hacen públicas sus prácticas hasta llegado el amanecer. Se ven botellas de licor reventadas por doquier y hay tres o más puestos fijos de venta de alimentos, con sus sillas rimax y hamacas colgadas. Si hasta una inteligente dama le cambió el apelativo de rumbódromo por otro que empieza por la letra pe, y que por respeto no completo.

Estamos a tiempo de ponerle coto a esa situación. Es cuestión de voluntad política y decisión administrativa. Que se parrandeé allí no incomoda. Lo reprochable es el escándalo y el mal ejemplo.

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