Por fin alguien frenó tanta carrera en el Festival. Parecía que la competencia era: ¿quién tocaba más rápido el acordeón sin pelar pitos? A los competidores se les había olvidado que su acordeón lo que hay es que tocarlo bonito.
Un acordeonista acelerado se olvida de tocar con sentimiento, que es lo que hace que el acordeón suene bonito, con amor del alma y corazón. Si no es así, ¿para qué?
Si el reglamento dice: el que toque más acelerado y no pele pito es ganador, se vale. Pero no dice así.
Me decían unos expertos en historia musical: no se puede frenar la estética y la experticia. Y estos expertos, en su dialéctica, al instante me mostraron la realidad del vallenato y su actual desarrollo, casi generalizado en todos los festivales. Los acordeonistas son unas máquinas de hacer notas. De acuerdo con esto, tocar lento y bonito no es suficiente, pues se puede tocar rápido y bonito. Uno de ellos colocó a mi hermano Israel y a Juancho Rois como acordeonistas que tocan súper rápido y bonito, pero olvidaron decir que eso fue para el disco y conciertos, no para el Festival; el cual se creó para conservar la tradición.
Pero, según mis amigos, hoy en día es tradición tocar rápido, y es verdad; hace años se está haciendo así, lo cual convalida esa estética. Pero, si usted quiere tocar rápido en conciertos, puede hacerlo para que no se pierda esa estética. Pero en el Festival, respete la tradición. Si quiere correr, ¡corra! Pero si el jurado escoge la tradición, no se queje.
Juancho Rois perdió porque rompió las reglas: le hicieron cambiar el paseo por un paseo casetero, “Lucero Espiritual”, y quedó plenamente demostrado que una cosa es el acordeón para concierto y otra para el Festival. La tradición también es estética, y más aún si sabemos que el que la está tocando puede correr si quiere, pero no lo hace por respetar las raíces.
Iván, siendo joven, brioso con la nota, sentó un precedente, no solo al frenarse él, sino que frenó a todo el mundo. Y al regalar el premio, les dijo a los reyes: sirvan para algo.
El viejo Emiliano citó a Lorenzo Morales para enfrentarlo en piquería el sábado, día de la Virgen, porque Emiliano era devoto de ella. Iván se arrodilló todas las veces que subió a la tarima, así era Zuleta.
Iván me hizo recordar a Julio Escobar, el mejor acordeonista que tuvo Villanueva en el pasado. Si Julio hubiese retado a Colacho Mendoza, habrían “quiñado”. Julio se daba el lujo de tocar una parranda con el solo acordeón.
Por: Rosendo Romero Ospino.












