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Columnista - 4 marzo, 2023

Reforma maldita

Lo que viene sucediendo con la reforma a la salud del gobierno Petro es increíble. Esta reforma, clave, médula del gobierno del cambio, puede ser la que lleve a explotar los acuerdos de gobernabilidad a los que se llegó recién posesionado. 

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Lo que viene sucediendo con la reforma a la salud del gobierno Petro es increíble. Esta reforma, clave, médula del gobierno del cambio, puede ser la que lleve a explotar los acuerdos de gobernabilidad a los que se llegó recién posesionado. 

Parece que esta reforma nos va a hacer el milagro de dejar a la deriva a un gobierno pusilánime e improvisador, que desea a toda costa destruir unos de los mejores sistemas de salud que existen. No hay duda de que es mejorable, todo se puede mejorar, pero el sólo hecho de haber completado una cobertura del 99% merece que lo admiremos y respetemos. Lo que pasa es que como ha sucedido en países cercanos como México, Nicaragua, Venezuela y Chile, la izquierda, el socialismo del siglo XXI, llega al ejecutivo a destrozar lo que la democracia ha permitido construir. Esos logros, que defienden la construcción colectiva por parte de democracias, resultan incómodos para aquellos que pretenden reescribir la historia desde perspectivas mal llamadas progresistas, que actúan desde el resentimiento y la envidia.

La reforma ya ha cobrado víctimas como el mismísimo y hoy exministro Alejandro Gaviria. Recuerdo muy bien cómo, en alguna columna, decíamos que era increíble que este señor hubiese aceptado, al igual que Cecilia López y José Antonio Ocampo, ser ministro de este gobierno. La cosa nos dio la vuelta y opositores como yo hemos terminado agradeciendo ese sí de hace varios meses, para de alguna manera garantizar que dentro de este gobierno no todos piensan y actúan exactamente igual. Reitero que ni Gaviria, ni López ni Ocampo son santos de mi devoción pero, en vista de las circunstancias, terminé valorando auténticamente su participación dentro del gobierno. Lástima que ya uno de ellos fue dado de baja.

Hablando de este tema de la remoción de los ministros, no tengo claro el manejo del despido de Gaviria, pero sí escuché hablar tanto a María Isabel Urrutia -exministra del deporte- como a Patricia Ariza -exministra de cultura- y lo sucedido fue lamentable: ambas se enteraron de que dejaban de ser ministras del despacho, por medios de comunicación que parafrasearon las decisiones de Petro. No tiene presentación, da oso ajeno, saber que el círculo más cercano al presidente se entera de su salida del gobierno por terceros. Por decencia, por sentido de agradecimiento, por simple educación, Petro debió llamarlos a Palacio, anticiparles su determinación de prescindir de sus servicios y ahí sí masificar la información. 

El Centro Democrático del presidente Uribe y partidos como el Liberal, el Conservador, la U y Cambio Radical, se han opuesto de frente a la reforma. Inclusive han redactado propuestas alternativas que, al igual que el proyecto original de la señora Corcho, iniciarán muy pronto su trámite legislativo en el Congreso de la República. Estos movimientos se han tomado el trabajo de estudiar la reforma Petro-Corcho, la han criticado y le han hecho reparos que no son de poca monta. La principal característica de este texto, como era de esperarse de un gobierno de izquierda, es que el servicio de salud sólo podría ser prestado por el estado, los particulares no tendrían cómo hacer parte de la estructura sino por medio de prestarle servicios al estado. Estatizar la salud implica que la carga económica que esto demandaría resulta de tal envergadura que fácilmente nos enfrentaríamos a un colapso total del sistema. Grave también que desde la sede del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, el Dr. Ocampo ha manifestado no haber sido involucrado en la construcción de la propuesta. En pocas palabras, el mismo gobierno no puede garantizar la financiación de su reforma, qué poca seriedad, qué folclorismo, qué irresponsabilidad. Y cuando salen al interior del ejecutivo voces disonantes, en vez de escucharlas e involucrarlas en la redacción de un mejor texto, son silenciadas y castigadas con el retiro de sus carteras. Así funciona este gobierno del cambio.

Esperamos, rezamos, rogamos por que esta reforma dañina se hunda en el Congreso, gracias a que la aplanadora legislativa del gobierno mire para otro lado.

Por Jorge Eduardo Ávila

Columnista
4 marzo, 2023

Reforma maldita

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Eduardo Ávila

Lo que viene sucediendo con la reforma a la salud del gobierno Petro es increíble. Esta reforma, clave, médula del gobierno del cambio, puede ser la que lleve a explotar los acuerdos de gobernabilidad a los que se llegó recién posesionado. 


Lo que viene sucediendo con la reforma a la salud del gobierno Petro es increíble. Esta reforma, clave, médula del gobierno del cambio, puede ser la que lleve a explotar los acuerdos de gobernabilidad a los que se llegó recién posesionado. 

Parece que esta reforma nos va a hacer el milagro de dejar a la deriva a un gobierno pusilánime e improvisador, que desea a toda costa destruir unos de los mejores sistemas de salud que existen. No hay duda de que es mejorable, todo se puede mejorar, pero el sólo hecho de haber completado una cobertura del 99% merece que lo admiremos y respetemos. Lo que pasa es que como ha sucedido en países cercanos como México, Nicaragua, Venezuela y Chile, la izquierda, el socialismo del siglo XXI, llega al ejecutivo a destrozar lo que la democracia ha permitido construir. Esos logros, que defienden la construcción colectiva por parte de democracias, resultan incómodos para aquellos que pretenden reescribir la historia desde perspectivas mal llamadas progresistas, que actúan desde el resentimiento y la envidia.

La reforma ya ha cobrado víctimas como el mismísimo y hoy exministro Alejandro Gaviria. Recuerdo muy bien cómo, en alguna columna, decíamos que era increíble que este señor hubiese aceptado, al igual que Cecilia López y José Antonio Ocampo, ser ministro de este gobierno. La cosa nos dio la vuelta y opositores como yo hemos terminado agradeciendo ese sí de hace varios meses, para de alguna manera garantizar que dentro de este gobierno no todos piensan y actúan exactamente igual. Reitero que ni Gaviria, ni López ni Ocampo son santos de mi devoción pero, en vista de las circunstancias, terminé valorando auténticamente su participación dentro del gobierno. Lástima que ya uno de ellos fue dado de baja.

Hablando de este tema de la remoción de los ministros, no tengo claro el manejo del despido de Gaviria, pero sí escuché hablar tanto a María Isabel Urrutia -exministra del deporte- como a Patricia Ariza -exministra de cultura- y lo sucedido fue lamentable: ambas se enteraron de que dejaban de ser ministras del despacho, por medios de comunicación que parafrasearon las decisiones de Petro. No tiene presentación, da oso ajeno, saber que el círculo más cercano al presidente se entera de su salida del gobierno por terceros. Por decencia, por sentido de agradecimiento, por simple educación, Petro debió llamarlos a Palacio, anticiparles su determinación de prescindir de sus servicios y ahí sí masificar la información. 

El Centro Democrático del presidente Uribe y partidos como el Liberal, el Conservador, la U y Cambio Radical, se han opuesto de frente a la reforma. Inclusive han redactado propuestas alternativas que, al igual que el proyecto original de la señora Corcho, iniciarán muy pronto su trámite legislativo en el Congreso de la República. Estos movimientos se han tomado el trabajo de estudiar la reforma Petro-Corcho, la han criticado y le han hecho reparos que no son de poca monta. La principal característica de este texto, como era de esperarse de un gobierno de izquierda, es que el servicio de salud sólo podría ser prestado por el estado, los particulares no tendrían cómo hacer parte de la estructura sino por medio de prestarle servicios al estado. Estatizar la salud implica que la carga económica que esto demandaría resulta de tal envergadura que fácilmente nos enfrentaríamos a un colapso total del sistema. Grave también que desde la sede del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, el Dr. Ocampo ha manifestado no haber sido involucrado en la construcción de la propuesta. En pocas palabras, el mismo gobierno no puede garantizar la financiación de su reforma, qué poca seriedad, qué folclorismo, qué irresponsabilidad. Y cuando salen al interior del ejecutivo voces disonantes, en vez de escucharlas e involucrarlas en la redacción de un mejor texto, son silenciadas y castigadas con el retiro de sus carteras. Así funciona este gobierno del cambio.

Esperamos, rezamos, rogamos por que esta reforma dañina se hunda en el Congreso, gracias a que la aplanadora legislativa del gobierno mire para otro lado.

Por Jorge Eduardo Ávila