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Columnista - 24 mayo, 2013

Reelección

El establecimiento de La Reelección en nuestro país irrespetó el ordenamiento jurídico, perjudicó el proceso de madurez de la Democracia y se constituye en motivo de su constante detrimento; en vez de ser una oportunidad para lograr mayor efectividad en el logro de los objetivos.

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Por: Luis Elquis Díaz

El establecimiento de La Reelección en nuestro país irrespetó el ordenamiento jurídico, perjudicó el proceso de madurez de la Democracia y se constituye en motivo de su constante detrimento; en vez de ser una oportunidad para lograr mayor efectividad en el logro de los objetivos. 

El Presidente Juan Manuel Santos, anuncio públicamente la pretensión de que sus políticas sean reelegidas. El contexto de la proclama se desliga de personalismos, para no trasgredir la Ley de Garantías.  

La Reelección Presidencial, no es una controversia exclusiva del país, en otras naciones también es motivo de diferencias. Nuestro ordenamiento jurídico constitucional persigue la construcción de una Democracia compacta, con partidos políticos respetuosos del ordenamiento y lineamientos establecidos, a través de la participación y defensa de los derechos y deberes de la ciudadanía. Sin embargo, la realidad de estos preceptos es contraria a sus pretensiones, pues la naturaleza de nuestra democracia es inmadura.

El país navega en la coyuntura del Proceso de Paz, osada decisión del presidente Juan Manuel Santos, que acarrea con un alto costo político, refrendado cada vez que las encuestas muestran sus resultados. Desde ese orden, también es osado intentar la Reelección, en especial, porque es incierto el desenlace de los Diálogos adelantados en la Habana.  

El país convive con  grandes problemas en Salud, Justicia, Educación y Agro; pero el debate se centra en torno a la Reelección y se nutre con en el Proceso de Paz.  Estas razones ahondan y tipifican la descripción de una Democracia inmadura. 

Desconocer las evidentes ventajas del presidente en ejercicio es absurdo, de allí el surgimiento de movimientos como el Centro Democrático, encabezado por el ex presidente Uribe, con una plataforma progresista preocupada por los problemas que afectan a la ciudadanía, rechaza los esfuerzos por lograr la paz;aparentemente, no por razones ideológicas, sino por convicción y por estar revestido de impunidad. 

Para el debate reeleccionista, notable seria la participación de una tercería, pero con posiciones y proposiciones propias de nuestro ordenamiento constitucional, sin embargo, pedirle peras al olmo es estéril. 

En el mismo sentido encuentro la carta remitida por Martha Lucia Ramírez a Efraín Cepeda, presidente del Directorio Nacional del Partido Conservador, instándolo para que esta colectividad no respalde el proceso de reelección del presidente Santos. Absoluto disparate, pues invoca la tradición del partido conservador y su vocación de poder, sin embargo, en el mes de enero compartía manteles con el Centro Democrático. Tal vez por estas razones somos todavía una democracia inmadura. 
    

Columnista
24 mayo, 2013

Reelección

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

El establecimiento de La Reelección en nuestro país irrespetó el ordenamiento jurídico, perjudicó el proceso de madurez de la Democracia y se constituye en motivo de su constante detrimento; en vez de ser una oportunidad para lograr mayor efectividad en el logro de los objetivos.


Por: Luis Elquis Díaz

El establecimiento de La Reelección en nuestro país irrespetó el ordenamiento jurídico, perjudicó el proceso de madurez de la Democracia y se constituye en motivo de su constante detrimento; en vez de ser una oportunidad para lograr mayor efectividad en el logro de los objetivos. 

El Presidente Juan Manuel Santos, anuncio públicamente la pretensión de que sus políticas sean reelegidas. El contexto de la proclama se desliga de personalismos, para no trasgredir la Ley de Garantías.  

La Reelección Presidencial, no es una controversia exclusiva del país, en otras naciones también es motivo de diferencias. Nuestro ordenamiento jurídico constitucional persigue la construcción de una Democracia compacta, con partidos políticos respetuosos del ordenamiento y lineamientos establecidos, a través de la participación y defensa de los derechos y deberes de la ciudadanía. Sin embargo, la realidad de estos preceptos es contraria a sus pretensiones, pues la naturaleza de nuestra democracia es inmadura.

El país navega en la coyuntura del Proceso de Paz, osada decisión del presidente Juan Manuel Santos, que acarrea con un alto costo político, refrendado cada vez que las encuestas muestran sus resultados. Desde ese orden, también es osado intentar la Reelección, en especial, porque es incierto el desenlace de los Diálogos adelantados en la Habana.  

El país convive con  grandes problemas en Salud, Justicia, Educación y Agro; pero el debate se centra en torno a la Reelección y se nutre con en el Proceso de Paz.  Estas razones ahondan y tipifican la descripción de una Democracia inmadura. 

Desconocer las evidentes ventajas del presidente en ejercicio es absurdo, de allí el surgimiento de movimientos como el Centro Democrático, encabezado por el ex presidente Uribe, con una plataforma progresista preocupada por los problemas que afectan a la ciudadanía, rechaza los esfuerzos por lograr la paz;aparentemente, no por razones ideológicas, sino por convicción y por estar revestido de impunidad. 

Para el debate reeleccionista, notable seria la participación de una tercería, pero con posiciones y proposiciones propias de nuestro ordenamiento constitucional, sin embargo, pedirle peras al olmo es estéril. 

En el mismo sentido encuentro la carta remitida por Martha Lucia Ramírez a Efraín Cepeda, presidente del Directorio Nacional del Partido Conservador, instándolo para que esta colectividad no respalde el proceso de reelección del presidente Santos. Absoluto disparate, pues invoca la tradición del partido conservador y su vocación de poder, sin embargo, en el mes de enero compartía manteles con el Centro Democrático. Tal vez por estas razones somos todavía una democracia inmadura.