Mi papá Aquilino Alejandro Cotes Calderón (1920 – 2016) me contó historias de varios músicos, acordeoneros y compositores amigos suyos como ‘Toño’ Salas, Emilianito Zuleta, ‘Poncho’ Cotes, Leandro Díaz, Juan Manuel Muegues, Rafael Escalona, Simón Salas, William Ramírez, Carlos Araque, Beltrán Orozco y Juan Muñoz. Con cada uno se vio envuelto en parrandas y anécdotas […]
Mi papá Aquilino Alejandro Cotes Calderón (1920 – 2016) me contó historias de varios músicos, acordeoneros y compositores amigos suyos como ‘Toño’ Salas, Emilianito Zuleta, ‘Poncho’ Cotes, Leandro Díaz, Juan Manuel Muegues, Rafael Escalona, Simón Salas, William Ramírez, Carlos Araque, Beltrán Orozco y Juan Muñoz.
Con cada uno se vio envuelto en parrandas y anécdotas entre su tierra natal Manaure, La Paz, San Diego, El Plan y Codazzi. Fue mi papá quien le regaló a Leandro la madera para el techo de su primera casa en San Diego.
Por estos días, con la transmisión de la novela de Leandro Díaz por el Canal RCN, he venido recordando muchos de esos relatos que no se parecen en nada como los televisan, pero hay una mínima relación entre tantas historias. Mi papá (mayor 8 años que Leandro) me contó que nunca le escuchó decir que había visto.
Sin embargo, un día que lo acompañó montado en una mula a una finca cerca de San Diego, a verse con su enamorada Clementina Ramos (Elena Clementina Ramos Ustáriz) le dijo que una vez había visto un resplandor, cuando tenía 16 años, pero no dio más detalles.
“Un sábado por la noche estábamos en una parranda con Juan Calderón, Antonio Brahin y Hugo Araujo, llegó Leandro muy apresurado para que lo acompañáramos a una tienda, cerca de la acequia que atravesaba al pueblo. Era muy cerca del lugar y fuimos con él. Le pidió a Hugo, a ‘Toño’ y a Juan que tocaran sus guitarras y le cantaran a la mujer que estaba en la tienda”, contó mi papá. Era Clementina, con quien se casó (1957) y tuvo sus hijos entre ellos Ivo Luis Díaz Ramos. Ella falleció en 2009 en Valledupar.
Recordaba mi papá que Leandro estuvo inmerso en indescifrables habilidades artísticas, con mucho talento literario y una genialidad que asombraba a todo mundo con sus cantos y sus charlas cotidianas en su casa, porque vivían cerca, en San Diego.
A pesar de su ceguera deambulaba por su casa sin tropezarse. Una característica especial es que la puerta de la calle de su casa estaba a la derecha, al igual que la puerta del patio, en línea recta. Supe después que era para evitar tropezarse entre el patio y la puerta de la calle.
Un día hablando con Ivo Luis Díaz reveló que era cierto que en la familia de su papá varios han tenido problemas de ceguera, no solamente su tío Urbano, también su otro tío Jaime y varios de los hermanos de su papá. Incluso, una de las nietas.
Los amigos lo hicieron ir a una clínica especializada en Bogotá. El dictamen fue que, a Leandro al nacer, al parecer le cayó líquido amniótico en los ojos y eso le quemó presuntamente la retina.
Se supo de la ceguera a los 8 días de nacido porque sacaron al niño al sol, como era costumbre para el tema de la vitamina D y el pelao no pestañeó.
“Mi papá me contó que él vivía golpeándose cuando caminaba, a golpes aprendió a valerse por sí mismo y en verdad él tenía las piernas muy marcadas por los golpes que se daba”, dijo Ivo.
“Esa compenetración que tuvo mi papá con la naturaleza fue impresionante. Eso fue una cosa fuera de serie; entonces, la gente especula cuando dicen que Leandro sí veía”, agregó.
Mi papá era pura melodía, su imaginación fue maravillosa, siempre acertaba en sus opiniones, comentó el cantor vallenato Ivo Luis Díaz, quien heredó de su papá la musa del canto improvisado y de la composición vallenata. Hasta la próxima semana. [email protected] @tiochiro.
Mi papá Aquilino Alejandro Cotes Calderón (1920 – 2016) me contó historias de varios músicos, acordeoneros y compositores amigos suyos como ‘Toño’ Salas, Emilianito Zuleta, ‘Poncho’ Cotes, Leandro Díaz, Juan Manuel Muegues, Rafael Escalona, Simón Salas, William Ramírez, Carlos Araque, Beltrán Orozco y Juan Muñoz. Con cada uno se vio envuelto en parrandas y anécdotas […]
Mi papá Aquilino Alejandro Cotes Calderón (1920 – 2016) me contó historias de varios músicos, acordeoneros y compositores amigos suyos como ‘Toño’ Salas, Emilianito Zuleta, ‘Poncho’ Cotes, Leandro Díaz, Juan Manuel Muegues, Rafael Escalona, Simón Salas, William Ramírez, Carlos Araque, Beltrán Orozco y Juan Muñoz.
Con cada uno se vio envuelto en parrandas y anécdotas entre su tierra natal Manaure, La Paz, San Diego, El Plan y Codazzi. Fue mi papá quien le regaló a Leandro la madera para el techo de su primera casa en San Diego.
Por estos días, con la transmisión de la novela de Leandro Díaz por el Canal RCN, he venido recordando muchos de esos relatos que no se parecen en nada como los televisan, pero hay una mínima relación entre tantas historias. Mi papá (mayor 8 años que Leandro) me contó que nunca le escuchó decir que había visto.
Sin embargo, un día que lo acompañó montado en una mula a una finca cerca de San Diego, a verse con su enamorada Clementina Ramos (Elena Clementina Ramos Ustáriz) le dijo que una vez había visto un resplandor, cuando tenía 16 años, pero no dio más detalles.
“Un sábado por la noche estábamos en una parranda con Juan Calderón, Antonio Brahin y Hugo Araujo, llegó Leandro muy apresurado para que lo acompañáramos a una tienda, cerca de la acequia que atravesaba al pueblo. Era muy cerca del lugar y fuimos con él. Le pidió a Hugo, a ‘Toño’ y a Juan que tocaran sus guitarras y le cantaran a la mujer que estaba en la tienda”, contó mi papá. Era Clementina, con quien se casó (1957) y tuvo sus hijos entre ellos Ivo Luis Díaz Ramos. Ella falleció en 2009 en Valledupar.
Recordaba mi papá que Leandro estuvo inmerso en indescifrables habilidades artísticas, con mucho talento literario y una genialidad que asombraba a todo mundo con sus cantos y sus charlas cotidianas en su casa, porque vivían cerca, en San Diego.
A pesar de su ceguera deambulaba por su casa sin tropezarse. Una característica especial es que la puerta de la calle de su casa estaba a la derecha, al igual que la puerta del patio, en línea recta. Supe después que era para evitar tropezarse entre el patio y la puerta de la calle.
Un día hablando con Ivo Luis Díaz reveló que era cierto que en la familia de su papá varios han tenido problemas de ceguera, no solamente su tío Urbano, también su otro tío Jaime y varios de los hermanos de su papá. Incluso, una de las nietas.
Los amigos lo hicieron ir a una clínica especializada en Bogotá. El dictamen fue que, a Leandro al nacer, al parecer le cayó líquido amniótico en los ojos y eso le quemó presuntamente la retina.
Se supo de la ceguera a los 8 días de nacido porque sacaron al niño al sol, como era costumbre para el tema de la vitamina D y el pelao no pestañeó.
“Mi papá me contó que él vivía golpeándose cuando caminaba, a golpes aprendió a valerse por sí mismo y en verdad él tenía las piernas muy marcadas por los golpes que se daba”, dijo Ivo.
“Esa compenetración que tuvo mi papá con la naturaleza fue impresionante. Eso fue una cosa fuera de serie; entonces, la gente especula cuando dicen que Leandro sí veía”, agregó.
Mi papá era pura melodía, su imaginación fue maravillosa, siempre acertaba en sus opiniones, comentó el cantor vallenato Ivo Luis Díaz, quien heredó de su papá la musa del canto improvisado y de la composición vallenata. Hasta la próxima semana. [email protected] @tiochiro.