“Los sabios dirigirán y gobernarán y los ignorantes los seguirán”: Platón. La democracia no fue la forma de gobierno preferida por Platón. De hecho, la despreciaba y la identificaba con el gobierno de la muchedumbre ignorante e incapaz de gobernar. No era la idea de igualdad política entre los seres humanos la rectora de su […]
“Los sabios dirigirán y gobernarán y los ignorantes los seguirán”: Platón. La democracia no fue la forma de gobierno preferida por Platón. De hecho, la despreciaba y la identificaba con el gobierno de la muchedumbre ignorante e incapaz de gobernar. No era la idea de igualdad política entre los seres humanos la rectora de su pensamiento.
Él concebía el escenario de la política reducido a un grupo de ciudadanos en una sociedad estratificada en la que al poder solamente podía acceder y ejercerlo una élite exclusiva y excluyente: la aristocracia. Por eso su pregunta nunca fue cómo se debía acceder al poder, ni cómo se debía gobernar, ni el tipo de instituciones.
Su pregunta fue quiénes deben gobernar. Bajo esa pregunta, Platón mismo respondió, al fin y al cabo, el que pregunta induce la respuesta. No entró por las ramas, debería gobernar una élite aristocrática y la disfrazó con la teoría del rey filósofo. Esta teoría intenta seducir a la ciudadanía bajo la idea de que deben gobernar los mejores, los sabios. Pero en el fondo, los que deben gobernar bajo su elitista y excluyente pensamiento son una élite de la aristocracia política. Es una teoría inaceptable por discriminatoria en un Estado social y democrático de derecho y en una democracia constitucional.
Hoy, en Colombia, se insiste en la pregunta de Platón. Y la respuesta es que gobierna una élite política, no muy sabia, pero élite. Los ciudadanos de las regiones distintas a las del triángulo de oro no tienen acceso a la Presidencia de la república. Tampoco acceden al poder presidencial ciudadanos representantes de las comunidades afrodescendientes, mujeres ni indígenas. Nunca ha ocurrido en dos siglos de historia republicana.
Y cuando lanzamos nuestros nombres no podemos participar y nos invisibilizan hasta en las encuestas, no es viable tramitar nuestra aspiración por la forma excluyente del país que nos rige. Ya es hora de cambiar la pregunta y la respuesta.
Es necesaria una nueva respuesta, porque en una democracia todos tenemos el derecho a ser elegidos presidente de la república. Todos tenemos el derecho a gobernar, no es una élite la dueña del poder presidencial y si se considera de esa forma, es hora de derribar ese muro que ha empobrecido nuestra democracia.
En una democracia pueden ser presidentes de la república cualquier ciudadano, sea de derecha, izquierda, centro o representante de minorías de género, raza o condición social. Hay que garantizar ese derecho de representación política.
Karl Popper, en su texto ‘Las paradojas de la soberanía’ escrito en 1945, nos enseña: “Pero esto nos lleva a un nuevo enfoque del problema de la política pues nos obliga a sustituir la pregunta ‘¿Quién debería gobernar?’, con esta nueva pregunta: ‘¿Cómo podemos organizar las instituciones políticas, de tal manera que se impida a los gobernantes malos e incompetentes hacer demasiado daño?’”. En otras palabras, Popper predica que las instituciones que faciliten la mala política y los malos políticos deben ser controlados por la ciudadanía para que gobiernen bien.
En este debate presidencial tenemos que profundizar acerca de las instituciones políticas. Por ejemplo, queremos evitar que lo de Nicaragua o Venezuela se repita en nuestra república, la alternativa es: revisemos las instituciones políticas semejantes, que faciliten la introducción de un régimen totalitario. La concentración, confusión y complicidad entre ramas del poder público promueven la corrupción y un régimen totalitario. El Estado y el régimen está en crisis, el camino no es otro que revisar las instituciones.
“Los sabios dirigirán y gobernarán y los ignorantes los seguirán”: Platón. La democracia no fue la forma de gobierno preferida por Platón. De hecho, la despreciaba y la identificaba con el gobierno de la muchedumbre ignorante e incapaz de gobernar. No era la idea de igualdad política entre los seres humanos la rectora de su […]
“Los sabios dirigirán y gobernarán y los ignorantes los seguirán”: Platón. La democracia no fue la forma de gobierno preferida por Platón. De hecho, la despreciaba y la identificaba con el gobierno de la muchedumbre ignorante e incapaz de gobernar. No era la idea de igualdad política entre los seres humanos la rectora de su pensamiento.
Él concebía el escenario de la política reducido a un grupo de ciudadanos en una sociedad estratificada en la que al poder solamente podía acceder y ejercerlo una élite exclusiva y excluyente: la aristocracia. Por eso su pregunta nunca fue cómo se debía acceder al poder, ni cómo se debía gobernar, ni el tipo de instituciones.
Su pregunta fue quiénes deben gobernar. Bajo esa pregunta, Platón mismo respondió, al fin y al cabo, el que pregunta induce la respuesta. No entró por las ramas, debería gobernar una élite aristocrática y la disfrazó con la teoría del rey filósofo. Esta teoría intenta seducir a la ciudadanía bajo la idea de que deben gobernar los mejores, los sabios. Pero en el fondo, los que deben gobernar bajo su elitista y excluyente pensamiento son una élite de la aristocracia política. Es una teoría inaceptable por discriminatoria en un Estado social y democrático de derecho y en una democracia constitucional.
Hoy, en Colombia, se insiste en la pregunta de Platón. Y la respuesta es que gobierna una élite política, no muy sabia, pero élite. Los ciudadanos de las regiones distintas a las del triángulo de oro no tienen acceso a la Presidencia de la república. Tampoco acceden al poder presidencial ciudadanos representantes de las comunidades afrodescendientes, mujeres ni indígenas. Nunca ha ocurrido en dos siglos de historia republicana.
Y cuando lanzamos nuestros nombres no podemos participar y nos invisibilizan hasta en las encuestas, no es viable tramitar nuestra aspiración por la forma excluyente del país que nos rige. Ya es hora de cambiar la pregunta y la respuesta.
Es necesaria una nueva respuesta, porque en una democracia todos tenemos el derecho a ser elegidos presidente de la república. Todos tenemos el derecho a gobernar, no es una élite la dueña del poder presidencial y si se considera de esa forma, es hora de derribar ese muro que ha empobrecido nuestra democracia.
En una democracia pueden ser presidentes de la república cualquier ciudadano, sea de derecha, izquierda, centro o representante de minorías de género, raza o condición social. Hay que garantizar ese derecho de representación política.
Karl Popper, en su texto ‘Las paradojas de la soberanía’ escrito en 1945, nos enseña: “Pero esto nos lleva a un nuevo enfoque del problema de la política pues nos obliga a sustituir la pregunta ‘¿Quién debería gobernar?’, con esta nueva pregunta: ‘¿Cómo podemos organizar las instituciones políticas, de tal manera que se impida a los gobernantes malos e incompetentes hacer demasiado daño?’”. En otras palabras, Popper predica que las instituciones que faciliten la mala política y los malos políticos deben ser controlados por la ciudadanía para que gobiernen bien.
En este debate presidencial tenemos que profundizar acerca de las instituciones políticas. Por ejemplo, queremos evitar que lo de Nicaragua o Venezuela se repita en nuestra república, la alternativa es: revisemos las instituciones políticas semejantes, que faciliten la introducción de un régimen totalitario. La concentración, confusión y complicidad entre ramas del poder público promueven la corrupción y un régimen totalitario. El Estado y el régimen está en crisis, el camino no es otro que revisar las instituciones.