El lenguaje y la justicia unen y fortalecen la sociedad humana y las sociedades civiles, lo afirma con sabiduría Juan Luis Vives (1492) en sus obras, en especial, en “El arte retórica”. Ambas sociedades son fruto del ingenio humano. El hombre y las sociedades políticas son el resultado de ese ingenio. Ya Aristóteles en “Metafísica” […]
El lenguaje y la justicia unen y fortalecen la sociedad humana y las sociedades civiles, lo afirma con sabiduría Juan Luis Vives (1492) en sus obras, en especial, en “El arte retórica”.
Ambas sociedades son fruto del ingenio humano. El hombre y las sociedades políticas son el resultado de ese ingenio. Ya Aristóteles en “Metafísica” y en “Política” enseñaba que el hombre es un ser racional diferente a los animales porque habla.
Por estas fechas —Día del Idioma: 23 de abril— recuerdo y releo a Cervantes y vuelvo al Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en su español rico, pulido, franco, brillante e iluminado, portavoz de las ideas liberales y de la mentalidad tolerante y pluralista, fundamento a la modernidad que precisamente en pleno tránsito a la modernidad, puso su ingenio al servicio de la libertad y el buen gobierno.
Se puede afirmar, sin riesgo a errar, que su obra es un tratado de buen gobierno que se fundamenta en la libertad y en la lucha contra la corrupción y la arbitrariedad. Lo recuerda, con justeza, el nobel Mario Vargas Llosa, al decir que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es una novela de ficción y un canto a la libertad, a la capacidad de toda persona de actuar conforme a su inteligencia y voluntad soberana, sin más límite que el bien común y los derechos de los otros. Un hombre libre es el proyecto idealista de esta obra.
Libertad que no puede ser lograda sin cierta prosperidad social e individual. Se puede decir, en forma categórica, que Cervantes es un precursor de la idea moderna y anticipatoria de las declaraciones de derechos individuales y sociales, y no es posible alcanzar esa libertad sin el acceso, de todos, al disfrute de esas formas de propiedad.
“¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de paz sin que le quede la obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”, dice.
Simultáneamente, de ser un canto a la libertad, también es un tratado de buen gobierno, es decir, gobierno decente al servicio del bienestar de todos.
El buen gobierno es un ideal y propósito quijotesco de Cervantes. Para lograrlo, Cervantes parte de la honestidad y la pulcritud en el manejo de la cosa pública que es sagrada, por eso, las manos deben estar siempre limpias para que con transparencia máxima, el gobernante pueda mostrarse con la frente en alto ante la sociedad civil y la historia.
Sancho Panza, al reflexionar acerca de su período de gobernador en la ínsula de Barataria, destacaba: “En efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo de él, y así podré decir con segura conciencia, que no es poco: desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano”.
“Cero corrupción” tiene que ser el lema de toda obra de buen gobierno para concretarla, lo enseña Cervantes. Le dijo a Sancho: “Nunca te dejes guiar por la ley del encaje (en nuestro medio se equipara a la ‘ley del embudo’) que tiene mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos”
No seas arbitrario, sé justo, sé equitativo, nos dice. “Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico”. Definitivamente, las máximas de Cervantes, hoy, en tiempos de globalización, son extraordinariamente vigentes. Tal vigencia de su sabiduría está en el ingenio al servicio de la libertad y el buen gobierno. Todos debemos leer y aprender de Cervantes, en especial, los que gobernamos.
Leámoslo y repasémoslo es mi mensaje para quienes vemos en el servicio al otro una oportunidad de ser y crecer muy personal.
Por Eduardo Verano De la Rosa
El lenguaje y la justicia unen y fortalecen la sociedad humana y las sociedades civiles, lo afirma con sabiduría Juan Luis Vives (1492) en sus obras, en especial, en “El arte retórica”. Ambas sociedades son fruto del ingenio humano. El hombre y las sociedades políticas son el resultado de ese ingenio. Ya Aristóteles en “Metafísica” […]
El lenguaje y la justicia unen y fortalecen la sociedad humana y las sociedades civiles, lo afirma con sabiduría Juan Luis Vives (1492) en sus obras, en especial, en “El arte retórica”.
Ambas sociedades son fruto del ingenio humano. El hombre y las sociedades políticas son el resultado de ese ingenio. Ya Aristóteles en “Metafísica” y en “Política” enseñaba que el hombre es un ser racional diferente a los animales porque habla.
Por estas fechas —Día del Idioma: 23 de abril— recuerdo y releo a Cervantes y vuelvo al Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en su español rico, pulido, franco, brillante e iluminado, portavoz de las ideas liberales y de la mentalidad tolerante y pluralista, fundamento a la modernidad que precisamente en pleno tránsito a la modernidad, puso su ingenio al servicio de la libertad y el buen gobierno.
Se puede afirmar, sin riesgo a errar, que su obra es un tratado de buen gobierno que se fundamenta en la libertad y en la lucha contra la corrupción y la arbitrariedad. Lo recuerda, con justeza, el nobel Mario Vargas Llosa, al decir que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es una novela de ficción y un canto a la libertad, a la capacidad de toda persona de actuar conforme a su inteligencia y voluntad soberana, sin más límite que el bien común y los derechos de los otros. Un hombre libre es el proyecto idealista de esta obra.
Libertad que no puede ser lograda sin cierta prosperidad social e individual. Se puede decir, en forma categórica, que Cervantes es un precursor de la idea moderna y anticipatoria de las declaraciones de derechos individuales y sociales, y no es posible alcanzar esa libertad sin el acceso, de todos, al disfrute de esas formas de propiedad.
“¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de paz sin que le quede la obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”, dice.
Simultáneamente, de ser un canto a la libertad, también es un tratado de buen gobierno, es decir, gobierno decente al servicio del bienestar de todos.
El buen gobierno es un ideal y propósito quijotesco de Cervantes. Para lograrlo, Cervantes parte de la honestidad y la pulcritud en el manejo de la cosa pública que es sagrada, por eso, las manos deben estar siempre limpias para que con transparencia máxima, el gobernante pueda mostrarse con la frente en alto ante la sociedad civil y la historia.
Sancho Panza, al reflexionar acerca de su período de gobernador en la ínsula de Barataria, destacaba: “En efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo de él, y así podré decir con segura conciencia, que no es poco: desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano”.
“Cero corrupción” tiene que ser el lema de toda obra de buen gobierno para concretarla, lo enseña Cervantes. Le dijo a Sancho: “Nunca te dejes guiar por la ley del encaje (en nuestro medio se equipara a la ‘ley del embudo’) que tiene mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos”
No seas arbitrario, sé justo, sé equitativo, nos dice. “Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico”. Definitivamente, las máximas de Cervantes, hoy, en tiempos de globalización, son extraordinariamente vigentes. Tal vigencia de su sabiduría está en el ingenio al servicio de la libertad y el buen gobierno. Todos debemos leer y aprender de Cervantes, en especial, los que gobernamos.
Leámoslo y repasémoslo es mi mensaje para quienes vemos en el servicio al otro una oportunidad de ser y crecer muy personal.
Por Eduardo Verano De la Rosa