Hace ya casi cinco años un grupo de vallenatos y cesarenses tuvimos una reunión en Bogotá con el hoy ministro de Trabajo, doctor Antonio Sanguino, quien toda su vida ha sido un ambientalista de aquellos que no solo predica, sino que aplica. En esa reunión estudiamos y analizamos las virtudes, fortalezas y debilidades de Valledupar y del Departamento del Cesar, llegando a la conclusión de que las dos más grandes riquezas de todo el Valle del Cacique Upar, incluida, por supuesto, buena parte de La Guajira, eran su música y su riqueza ambiental, de la cual la joya de la corona es nuestro río Guatapurí.
Allí se gestó la creación del evento denominado “Un Canto al Río”, en el que las dos más grandes fortalezas que tenemos se unen y luchan de la mano por sobrevivir a los embates y embelecos de los nuevos tiempos y la irracionalidad de algunas personas.
Cuando nos reunimos con líderes indígenas y mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta, con expertos y juiciosos ambientalistas para estudiar los problemas que viene afrontando nuestro río y las alternativas que tenemos para minimizarlos y proteger esa incalculable riqueza; cuando motivamos a los compositores a hacerle poemas y canciones a nuestro afluente, pero al tiempo le decimos a los niños que le canten al río más hermoso que tiene Colombia, estamos no solo apuntándole a la conciencia ambiental que debe nacer en cada habitante y visitante de Valledupar, sino también a encontrar soluciones concretas a las dificultades que en los últimos tiempos ha tenido nuestro bello río Guatapurí.
Llevamos muchos años haciendo el diagnóstico y planteando alternativas de solución a los diversos problemas que afronta el emblemático río y, sin duda, recientemente nuestras autoridades locales y departamentales ya están tomando medidas concretas. Algunas se pueden ver directamente en los cambios que en los últimos años ha tenido físicamente el balneario Hurtado.
Es posible que haya faltado una mayor y más oportuna socialización y comunicación del proyecto “Avenida del Río Guatapurí”, que ya se encuentra ad portas de iniciar obras por parte de la Gobernación del Departamento del Cesar, pero esas falencias que algunos ambientalistas han advertido no le quitan el verdadero fin y propósito principal de la obra.
Construir la Avenida del Río Guatapurí no busca solo que el afluente se vea bonito, sino también que no sigan teniéndolo como receptor de aguas residuales y depósito de basuras y excrementos de animales.
Lo que queremos para nuestro río Guatapurí es una mejor vida, que también redundará en un mejor vivir para los habitantes de Valledupar. Es cierto que habrá que talar algunos árboles nativos, pero también hay obligación de sembrar muchos más. Las porquerizas que hoy pululan a su alrededor tendrán que irse a otro lugar. Es cierto que algunas personas saldrán perjudicadas en sus intereses económicos, pero todo lo que sea para mejorar el ambiente y, en este caso, el agua, es para bien del mismo ser humano y de una ciudad sostenible.
Los que queremos al río, que somos la mayoría, estaremos vigilantes a todas las intervenciones y, cuando sea en detrimento de su vida, nos opondremos con uñas y dientes.
Colofón: La contaminación auditiva de equipos de sonido con altísimos volúmenes que hace mucho tiempo vive en las calles de Valledupar ahora tiene una hermana igual de dañina: la contaminación visual de grandes vallas publicitarias de médicos especialistas, espectáculos públicos, artistas de toda clase, y se avecinan los de los políticos. ¿Dónde están las autoridades locales para aplicar las normas vigentes?
Por: Jorge Naín Ruiz Ditta.












