Para nadie es un secreto que a través de la historia esta porción de Colombia ha vivido o derivado su modus vivendi de actividades legales y otras ilegales pero permitidas, a las que algunas personas las han bautizado como bonanzas (la explotación de la perla, contrabando de mercancías, café, licores, azúcar y marihuana) y obviamente […]
Para nadie es un secreto que a través de la historia esta porción de Colombia ha vivido o derivado su modus vivendi de actividades legales y otras ilegales pero permitidas, a las que algunas personas las han bautizado como bonanzas (la explotación de la perla, contrabando de mercancías, café, licores, azúcar y marihuana) y obviamente la explotación de la sal marina de Manaure, gas, carbón, incipiente agricultura, cría de ganados y chivos.
Con esta pequeña introducción nos permitimos comentar sobre estas vivencias o sobre la situación lamentable de miseria y pobreza en que se desenvuelven los habitantes de este departamento septentrional de Colombia.
Empecemos por decir en un principio que la terquedad no ha permitido entender a los que toman decisiones, que desde aproximadamente 12 años hacia tras no teníamos los problemas que tiene hoy La Guajira; en el pasado para no entrar en un minucioso análisis, ya que el espacio de que disponemos es corto, La Guajira tenía problemas de agua, la solución en gran parte la llevó la administración del gobierno del general Rojas Pinilla (1953-1957), instalando en la región especialmente en la Alta Guajira, 300 molinos de viento que le solucionó el problema de agua a las rancherías de los indígenas, de ellos los indígenas se proveían para criar gallinas, chivos, vacas, burros, caballos, siembra de frijol, maíz y yuca. Estos molinos funcionaban permanentemente y de allí se derivaba el agua para llenar los pozos y jagüeyes. Para el manteniendo de los molinos se creó la empresa Proagua, que tenía su epicentro en Uribía. Se contaba con los recursos suficientes para mantener funcionando los molinos, pero nunca falta un pero para bien o para mal, se le vino a la cabeza a algunas mentes prodigiosas que no faltan, decir que Proagua era muy costosa y de un tajo acabaron con la reparación y mantenimiento de los molinos, hasta el paroxismo que hoy en día no hay un molino funcionando.
Que tristeza, que cuadro tan patético, encontramos niños, jóvenes y adultos macilentos y raquíticos esperando que el gobierno les lleve la bolsita de agua y un mercadito que entre otras, contienen algunos productos que no consumen los indígenas y que luego los venden ya que la base alimenticia de ellos, es el maíz, plátano, arroz, y sus chivos, pero esto se acabaron y como consecuencia tienen hambre y desolación, y claro, la mortandad sobre todo de niños en las rancherías.
Ante la desgraciada situación o grave problema consideramos que nuevamente se debe crear una empresa como Proagua con el propósito de reactivar los molinos y pozos, teniendo en cuenta que el agua en la irredenta Guajira es lo principal o la solución para la vida, ya que ellos se desenvuelven en condiciones bastante inhóspitas. En las próximas columnas continuaremos tratando la lamentable situación en que vive el pueblo guajiro.
NOTA: ¿Será que en la explotación carbonífera a cielo abierto en El Cerrejón ubicada en la pobre Guajira rica, han recuperado los suelos deteriorados por estas prácticas? ¿Será que han desarrollado algunas compensaciones ambientales? ¿Será que es tan pronunciada la intervención en el arroyo Bruno, que la Corte Constitucional prohibió cualquier actividad sobre él durante tres meses?
*Especializado en gestión ambiental.
Por Hernán Maestre Martínez
Para nadie es un secreto que a través de la historia esta porción de Colombia ha vivido o derivado su modus vivendi de actividades legales y otras ilegales pero permitidas, a las que algunas personas las han bautizado como bonanzas (la explotación de la perla, contrabando de mercancías, café, licores, azúcar y marihuana) y obviamente […]
Para nadie es un secreto que a través de la historia esta porción de Colombia ha vivido o derivado su modus vivendi de actividades legales y otras ilegales pero permitidas, a las que algunas personas las han bautizado como bonanzas (la explotación de la perla, contrabando de mercancías, café, licores, azúcar y marihuana) y obviamente la explotación de la sal marina de Manaure, gas, carbón, incipiente agricultura, cría de ganados y chivos.
Con esta pequeña introducción nos permitimos comentar sobre estas vivencias o sobre la situación lamentable de miseria y pobreza en que se desenvuelven los habitantes de este departamento septentrional de Colombia.
Empecemos por decir en un principio que la terquedad no ha permitido entender a los que toman decisiones, que desde aproximadamente 12 años hacia tras no teníamos los problemas que tiene hoy La Guajira; en el pasado para no entrar en un minucioso análisis, ya que el espacio de que disponemos es corto, La Guajira tenía problemas de agua, la solución en gran parte la llevó la administración del gobierno del general Rojas Pinilla (1953-1957), instalando en la región especialmente en la Alta Guajira, 300 molinos de viento que le solucionó el problema de agua a las rancherías de los indígenas, de ellos los indígenas se proveían para criar gallinas, chivos, vacas, burros, caballos, siembra de frijol, maíz y yuca. Estos molinos funcionaban permanentemente y de allí se derivaba el agua para llenar los pozos y jagüeyes. Para el manteniendo de los molinos se creó la empresa Proagua, que tenía su epicentro en Uribía. Se contaba con los recursos suficientes para mantener funcionando los molinos, pero nunca falta un pero para bien o para mal, se le vino a la cabeza a algunas mentes prodigiosas que no faltan, decir que Proagua era muy costosa y de un tajo acabaron con la reparación y mantenimiento de los molinos, hasta el paroxismo que hoy en día no hay un molino funcionando.
Que tristeza, que cuadro tan patético, encontramos niños, jóvenes y adultos macilentos y raquíticos esperando que el gobierno les lleve la bolsita de agua y un mercadito que entre otras, contienen algunos productos que no consumen los indígenas y que luego los venden ya que la base alimenticia de ellos, es el maíz, plátano, arroz, y sus chivos, pero esto se acabaron y como consecuencia tienen hambre y desolación, y claro, la mortandad sobre todo de niños en las rancherías.
Ante la desgraciada situación o grave problema consideramos que nuevamente se debe crear una empresa como Proagua con el propósito de reactivar los molinos y pozos, teniendo en cuenta que el agua en la irredenta Guajira es lo principal o la solución para la vida, ya que ellos se desenvuelven en condiciones bastante inhóspitas. En las próximas columnas continuaremos tratando la lamentable situación en que vive el pueblo guajiro.
NOTA: ¿Será que en la explotación carbonífera a cielo abierto en El Cerrejón ubicada en la pobre Guajira rica, han recuperado los suelos deteriorados por estas prácticas? ¿Será que han desarrollado algunas compensaciones ambientales? ¿Será que es tan pronunciada la intervención en el arroyo Bruno, que la Corte Constitucional prohibió cualquier actividad sobre él durante tres meses?
*Especializado en gestión ambiental.
Por Hernán Maestre Martínez